Propuesta indigna

Como tantas otras innovaciones institucionales en nuestro país, la decisión del presidente Néstor Kirchner de pedir a diversas entidades opinar en torno de la idoneidad de los aspirantes a ocupar un lugar en la Corte Suprema se inspiró en el ejemplo norteamericano, pero como era de prever, en este ámbito también las semejanzas entre la Argentina y Estados Unidos han resultado ser meramente formales. Por cierto, de haber postulado al juez Eugenio Zaffaroni un presidente norteamericano, hubiera decidido reemplazarlo por otro luego de tomar en cuenta la información sobre su trayectoria que se ha hecho pública en el curso de las semanas últimas, por entender que su candidatura no tendría ninguna posibilidad de ser aprobada por el Senado.

Cuando fue postulado Zaffaroni para llenar la vacante dejada por la defenestración de Julio Nazareno, la reacción inmediata de los contrarios a su designación fue concentrarse en su reputación de “ultragarantista” y en algunos fallos a su juicio excéntricos. Válidas o no tales objeciones, contribuyeron a consolidar la idea de que Zaffaroni sea un jurista muy progresista de mentalidad libertaria, además de un firme defensor de los derechos humanos, lo que a ojos de los oficialistas le permitiría “prestigiar el tribunal”. Sin embargo, lo difundido a partir de entonces debería haber obligado tanto a Kirchner como a los grupos que se sintieron entusiasmados por la postulación de Zaffaroni a modificar su opinión sobre el carácter del personaje. Zaffaroni no sólo fue “juez del Proceso” sino que también escribió a pedido de la Fuerza Aérea un libro en el que reivindicó “la eliminación física del adversario”. Además, en un reportaje afirmó no haberse enterado de lo que sucedía en el país después del golpe de marzo de 1976 hasta viajar a Europa dos años más tarde: tal vez quería decir que no había entendido que eran malos los métodos empleados por la dictadura porque es imposible creer que un juez no supo nada de lo que ocurría. Y, para colmo, resulta que Zaffaroni es un evasor impositivo que se negó a pagar sus aportes como autónomo por suponer que nunca cobraría la jubilación correspondiente, lo que  sin duda era realista pero que no por eso era la clase de razonamiento que puede permitirse un ciudadano respetuoso de la ley.

De haber sido Zaffaroni un “juez menemista”, en base a su conducta indigna durante el Proceso y su resistencia egoísta a aportar a autónomos, los kirchneristas no hubieran vacilado un solo momento en organizar una ruidosa campaña pública con el apoyo de las organizaciones que se dicen pro derechos humanos destinada a expulsarlo de la familia judicial, pero a pesar de la difusión de tantos detalles acriminadores siguen apoyando su candidatura con firmeza impresionante. ¿Por qué? En parte, será porque, como es notorio, ya antes de las elecciones de abril Zaffaroni se pronunció en favor de Kirchner. Sin embargo, también habrá incidido la resistencia del presidente y de sus colaboradores y simpatizantes a reconocer que cometieron un error grueso al elegir a un magistrado tan vulnerable como Zaffaroni como sucesor de Nazareno. Si bien es comprensible el deseo de un presidente nuevo de hacer pensar que es incapaz de equivocarse, no presagia nada bueno tanta terquedad en defensa de un hombre que, sus méritos como penalista no obstante, dista de reunir las cualidades apropiadas para un juez de la Corte Suprema de la Nación.

En el transcurso de sus diez años en la Casa Rosada, Carlos Menem nunca dejó pasar una oportunidad para reivindicar “la lealtad”, a su entender la virtud suprema. Huelga decir que el hábito de subordinar todo lo demás -la verdad, la sinceridad, la honestidad, la capacidad, etcétera– a la lealtad hacia su propia persona o cuando menos hacia un movimiento político determinado aseguró que su administración terminara convirtiéndose en una especie de Cosa Nostra plagada de corrupción y llena de incompetentes seleccionados según criterios inconfesables. Aunque parece poco probable que un día el gobierno de Kirchner sea igual al encabezado por su archienemigo, la negativa a dejarse influir por lo que ya sabe sobre Zaffaroni es evidencia de que no están por modificarse ciertas modalidades políticas malsanas que han tenido mucho que ver con la decadencia del país.


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