¿Qué festejamos los cipoleños?

Pasan los años y aniversarios, con loas, algarabías y discursos desabridos, por ser, y celebrar pertenecer.

Pero sin historiadores veraces del origen, y creación del paraje, colonia o pueblo donde nacimos. Porque rememorar este pasado es entender el presente para analizar el futuro.

Quién se atreve a decir hoy, en el reverdecer de tomas y usurpaciones, que nosotros surgimos de esta modalidad espúrea que nos marcó para siempre.

El secretismo y las fábulas son herramientas poderosas para inventarle historias a la plebe, plasmadas en millones de libros que invaden librerías, escuelas y universidades, como si el arte de escribir y comunicar sea solo de hermandades siniestras, actuales, en el secretismo profundo y la falsa filantropía.

Fue tan confuso el surgimiento de este cumpleaños que nadie pudo ni osó incursionar en las tinieblas desde donde emergió la voluminosa doncella Lucinda, forastera, consagrada usurpadora terrateniente, exigiendo diezmos por permanencia a nuestros primeros pioneros legítimos, desplazados después despiadadamente y convertirnos en colonia.

Una pseudoheroína cabalgante que se topó con su príncipe verde-militar Fernández Oro, aquel campañista del desierto ávido de invasiones violentas. Qué casualidad del destino, ambos sanjuaninos, unidos y ambiciosos de tierras sagradas y gratuitas. Un combo ideal para transformarse tristemente en los reales fundadores de lo que es hoy nuestro pueblo, y lo lograron. Entonces, ¿podemos jactarnos de pertenecer a esta historia fundamental repetida actualmente en el 2020 con los jaqueos y apoderamientos de los nuevos invasores? Porque la historia la escriben los que ganan, no los que saben, por ende vuelve a repetirse, inexorablemente. ¿Qué festejamos entonces los cipoleños?

Por suerte portamos el apellido de un ilustre romano, ingeniero hidráulico César Cipolletti, quien nos legó el proyecto de irrigación que nos enorgullece.

Irene Capponi

DNI 6.489.018