¿Qué hacemos con la herencia digital?

Gran parte de nuestra vida está colgada en las redes. Desde nuestra información hasta lo que hacemos diariamente, pasando por claves, documentos y recuerdos. Pero, ¿qué sucede con todo esto cuando ya no estamos?

Las fotos de cumpleaños, el disco favorito, la película que vimos una y otra vez, las claves de la cuenta bancaria, nuestra historia clínica, lo que escribimos. Todo eso, y todavía más, atesoramos en la nube, en un disco físico o lo ponemos a circular por Internet. Marcas de la vida digital que seguirán allí cuando ya no estemos.


Aldo con una sonrisa de oreja a oreja y su primer nieto en brazos. Aldo frente a la torta de su cumpleaños 65. Aldo con gorro Piluso en la soleada tarde en que pescó un dorado de 20 kilos a orillas del Paraná. Aldo está muerto y Facebook no lo sabe. Las fotos se repiten con insistencia mortificante. Una sucesión de “recuerdos” que solo actualizan el dolor. Los hijos de Aldo querían frenar aquella repetición siniestra, pero no sabían cómo hacerlo.

“Era doloroso ver todas esas fotos recibiendo likes y comentarios, incluso cuando mi papá ya había fallecido. Pero no teníamos la clave y no sabíamos cómo cerrar la cuenta. Buscamos asesoramiento y por suerte pudimos hacerlo”, cuenta Analía, hija mayor de Aldo, ahora aliviada por recuperar la privacidad del duelo.

“En la Argentina no tenemos una norma específica que regule la actividad de las redes sociales ni de los buscadores. Lo que hay es jurisprudencia aplicable y doctrina, pero sin regulación específica”, explica Fernando Tomeo, abogado especialista en derecho digital y docente de la UBA; quien agrega que “se aplica el derecho común y este dice que se trata de datos personales, y que tenés derecho a pedirle a la red social que los dé de baja y, si no lo hace, podés ir a la Justicia”.

“Desde hace muchos años gran parte de nuestra vida, de nuestra relaciones y vínculos, están de algún modo colgada en internet”, asegura Alberto Arébalos, quien se desempeñó como director de comunicación de Facebook y de Google, siempre para América Latina. “Hay que dejar en algún lado los password para que tus seres queridos puedan acceder a ellas o incluso en un testamento”, recomienda.

Casi todo lo que hacemos va a parar a nuestras redes sociales. Lo que escribimos, las contraseñas, hasta algunos secretos…


Arébalos destaca que “en el caso de Google, podés determinar a quién querés que le lleguen los datos de tu cuenta. Si pasan tres meses que no accedés, período después del cual Google te da por muerto, ellos le envían los accesos a la persona que vos hayas designado”.

Tomeo, por su parte, explica que en las condiciones de uso de Facebook se establece “una cesión de derechos irrevocable sobre todas las imágenes que publicás”. Esto significa que “vos sos dueño de tu contenido pero hacés una cesión de derechos de uso en forma irrevocable. Sin embargo, podés revocar el consentimiento, por eso es importante leer las condiciones”.

“Una de las cosas más siniestras que tiene la vida online es que todo está manejado por algoritmos, por computadoras”, explica Arébalos. “El algoritmo es un programa y determina, a partir de ‘señales’, qué es lo más popular, qué es lo que a vos te puede llegar a gustar más. Vos subiste una foto paseando el perro y tuviste un montón de likes, el algoritmo interpreta que esa foto fue buena y que por alguna razón vos la vas a querer ver. Entonces te mandan esa foto tres días después de que se te murió el perro y, en vez de ponerte contento, te ponés triste, pero ese cálculo no tienen forma de hacerlo”, asegura.

La construcción de la memoria individual y colectiva, el acceso a información que se vuelve imprescindible en la vida cotidiana y hasta las formas de sociabilidad pierde el aura lúdica y benefactora que tiene la red cuando se observa el negocio.

La vida en familia también tiene su apartado online. Es importante cuidar nuestra privacidad.


“Las redes quieren que vos estés constantemente enganchado, ya que esa es la única manera de que puedan hacer plata. Vos sos el producto; el cliente es el anunciante”, concluye Arébalos.

El mundo online produce una vida virtual que ha generado una revolución no exenta de tensiones. Tomeo destaca que “todo lo que una persona comparte en las redes sociales forma parte de su acervo, son bienes que integran su patrimonio. Hay un derecho de los legítimos herederos a utilizar esos bienes. Es como una suerte de legado digital”.

“Los más sencillo es tener una página o app donde llevar todas las cuentas importantes, con sus claves, y que alguien de tu confianza pueda acceder a ella si te pasa algo”, recomienda Arébalos.

El camino para bloquear total o parcialmente la información o el contenido generado en la red por un ser querido no siempre es visible. Sin embargo, el deseo que haya manifestado el propio usuario en vida o la necesidad de sus familiares y seres queridos a resguardar la intimidad del duelo y la memoria del fallecido puede hacerse valer.


“Con el certificado de defunción de una persona y acreditando el parentesco le podés pedir a Facebook cerrar una página o que se memorialice, que quede como una especie de recuerdo. Google, por su parte, tiene el sistema de que si pasan tres meses sin entrar a tu cuenta le envían los accesos a la persona que vos designaste”, destaca Arébalos.

Nuestra vida se despliega a través de huellas digitales. Una multitud de imágenes, números y palabras que tal vez un día queramos que se vayan con nosotros. O legar a aquellos que nos sigan. Entonces, no habrá likes, negocios o algoritmos más importantes.


Las redes también son un arma política



El uso intensivo de las redes sociales es estimulado por el propio modelo de negocios. Sin embargo, el impacto de esta práctica tiene consecuencias que transcienden el negocio para internarse en las aguas de la política y la construcción del sentido común.

Así parece demostrarlo la utilización de datos de 87 millones de usuarios de Facebook por parte de Cambdrige Analytica durante la campaña presidenciales de 2016 en los Estados Unidos. O el uso de trolls en la Argentina para instalar determinados temas u hostigar a personajes.


“Se trata de una dinámica perversa y con efectos a escala planetaria”, destaca Arébalos, quien advierte sobre el rol de las redes en la propagación de fake news.

Y detalla: “Vos un día hiciste un click en una información en contra de las vacunas y después lo único que ves es eso. El algoritmo asume que eso es lo que a vos te gusta“.


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