Que la gripe no se transforme en neumonía

DAVID SCHLERETH (*)

Si cualquiera de nosotros al cabo de un par de días se sintiera con cierto decaimiento físico, algunas líneas de fiebre, dolores musculares y congestión general, todo indicaría que estaríamos frente a un cuadro gripal que deberíamos afrontar. Para ello lo mejor sería consultar al médico para que nos indicara qué hacer y luego, si realmente queremos curarnos, cumplir sus instrucciones evitando así complicaciones y enfermedades más graves como, por ejemplo, una neumonía. Salvando las distancias, y tomando esta situación como un simple ejemplo de lo que habitualmente nos puede suceder en esta época del año, la economía argentina, a partir de decisiones y omisiones del gobierno nacional, está manifestando desde hace un largo tiempo síntomas que por no ser atendidos oportunamente y de manera correcta se han transformado hoy en un serio problema que requiere la toma de decisiones urgentes y de manera integral. Para poder interpretar correctamente la situación podemos considerar algunas de las variables económicas que desde los años 2002/2003 fueron muy significativas y cómo en los últimos años se han deteriorado progresivamente. • Balanza comercial. Los datos oficiales nos indican que el saldo de la balanza comercial, que representa la diferencia entre exportaciones e importaciones, viene en franco deterioro. Considerando los últimos cinco años, pasamos de un superávit comercial de 16.899 millones de dólares en el 2009 a 9.024 millones en el 2013, lo que representa una disminución del 46,6%. El presupuesto 2014 proyectó un superávit de la balanza comercial de 10.100 millones de dólares, cifra que –transcurridos ya los primeros cuatro meses del año– oscilará entre 8.100, según los más optimistas, y 5.500 millones de dólares, de acuerdo con las visiones más pesimistas. Por lo tanto, aun en el mejor escenario posible, el saldo de la balanza comercial en el 2014 volverá a disminuir. Recordemos que tener superávit comercial creciente implica, entre otras cosas, generación de riqueza, apertura al mundo e ingreso de divisas. Lamentablemente, nos estamos alejando de este escenario desde hace unos años. Muy atrás quedó aquel período 2002/2008, en el que el balance fue muy significativo. • Inversión. En la última década nuestro país experimentó un crecimiento muy importante en la tasa de inversión, que sirvió no sólo para suplir el atraso durante la recesión de finales de los 90 y la crisis 2000/2001 sino también para poner en marcha vastos sectores de la economía, ampliar su capacidad e incorporar nuevas tecnologías. Esto, ligado fundamentalmente a actividades con importantes niveles de rentabilidad. Frente a evidentes síntomas de estancamiento, en esta instancia este proceso requiere de una profunda revisión e importantes correcciones; por ejemplo, establecer un marco jurídico que atraiga a medianos y grandes inversores, condiciones de estabilidad y competitividad, la revisión del sistema tributario y el fomento en sectores críticos que requieren los mayores niveles de inversión –como el energético, entre otros–. • Gasto público y déficit fiscal. El gasto público crece de manera acelerada. Dejaremos para otra oportunidad analizar su ineficiencia, pero lo cierto es que en el 2012 creció el 28,4% y en el 2013 el 36,2% y la perspectiva para el año en curso es que crezca más del 40%. Es verdad que las magnitudes de crecimiento del gasto público indicadas de manera aislada no nos dicen mucho, pero que aumente en estas proporciones, llevándonos a una situación como hoy tenemos de déficit fiscal creciente, y que dicho gasto se financie en parte con emisión monetaria no es bueno. Mucho menos cuando es sostenido en el tiempo. Ésta es, además, una de las causas importantes de otro serio problema que tenemos los argentinos: la inflación. • Inflación. Es el concepto más sencillo de interpretar. Una simple definición de inflación es la que nos refiere a un aumento sostenido en el nivel de precios de los bienes y servicios en un período de tiempo determinado. Su impacto real y negativo se manifiesta en la pérdida del poder adquisitivo o poder de compra. Ésta es la realidad de los argentinos. Por eso nos resulta tan sencillo entenderlo aunque podemos discutir sobre los mecanismos para su determinación y los múltiples índices que se nos presentan para su medición debido a la destrucción escandalosa que han sufrido los datos estadísticos oficiales en nuestro país desde el 2007. No le importa tanto al ciudadano común si la inflación oficial o la medida por consultoras privadas es del 25, 30 ó 40% anual. A esta altura es tan evidente que aquello que se negó durante tanto tiempo la realidad se encargó de ponerlo en claro con la triste consecuencia de que, aunque el valor nominal de los ingresos de todos los ciudadanos crece, en verdad el valor real disminuye y se ha deteriorado de tal manera que ya no alcanza como antes para adquirir los bienes y servicios y suplir las necesidades básicas de una familia. Toda enfermedad no atendida, no curada o mal curada genera otro tipo de males aún mayores, como la pobreza. Se trata de “daños colaterales” graves que requieren atención inmediata. • Pobreza. Según el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), la pobreza en nuestro país alcanza hoy al 27,5% de las personas y al 17,8% de los hogares. Sus consecuencias se manifiestan directamente en situaciones cotidianas de marginalidad, desigualdad, insalubridad y acceso limitado a la educación, entre otros. La pobreza debería ser reconocida honesta y objetivamente como “nuestro gran problema” y atacada con decisiones concretas para una urgente solución. Podríamos considerar y hacer mención al deterioro de otras variables como el nivel de empleo, la caída del consumo, la disminución en el nivel de actividad de importantes sectores como la construcción y la industria automotriz, que otrora fueron grandes impulsoras del crecimiento de la última década. En definitiva, la economía argentina en los últimos cuatro o cinco años está manifestando síntomas que requieren atención inmediata y decisiones concretas y apropiadas. Si no lo hacemos, corremos el riesgo de que la gripe se transforme en neumonía. (*) Contador público nacional. Presidente del Concejo Deliberante de la ciudad de Neuquén


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