¿Quién lidera al país en crisis?


El Gobierno sigue prometiendo objetivos incumplibles de mejora sanitaria y sus dos principales referentes políticos se niegan a reconocer el daño de la espera de las vacunas.


La orden de largada de la carrera electoral ha provocado una de las disociaciones más notorias entre las expectativas sociales y la actividad de sus organizaciones políticas.

Por donde quiera medírsela, la persistencia de la pandemia muestra indicadores alarmantes. Argentina lidera el ránking de contagios en proporción a su cantidad de habitantes, si se observa a los 20 países más poblados del mundo. Sube al podio de los tres países con más muertes por millón de habitantes. Y ya pasó por el último puesto entre los países en los que se desaconseja transitar la pandemia por la escasa resiliencia de su gestión combinada salud, economía y libertad ciudadana.

En Argentina, los principales hombres y mujeres de negocios del país creen que el segundo semestre de este año será todavía peor que el anterior. Hubo un amague de rebote y luego, por el fracaso del plan de vacunación, entró de vuelta en recesión. Con el agregado clásico de la singularidad argentina: una inflación propia en constante suba y una deuda externa también creciente y siempre al borde del default.

Si se atiende a las señales que la dirigencia política emite ante esa situación alarmante, apenas se encontrarán alusiones -entre tangenciales y voluntaristas- a la magnitud de la crisis y la necesidad urgente de un amplio consenso social para enfrentarla.

El Gobierno camina de mentira en mentira sobre el momento en que por fin alumbrará el horizonte de normalidad. Sigue prometiendo objetivos incumplibles de mejora sanitaria y sus dos principales referentes políticos se niegan a reconocer el daño que hicieron al dejar a los ciudadanos argentinos esperando sus vacunas como rehenes en medio de una disputa geopolítica, mientras crecía a ritmo exponencial el número de muertos y el sistema de salud respiraba exhausto.


El oficialismo propone acuerdos para equivocar el rumbo. La oposición propone cambiar el rumbo con acuerdos que no alcanza a construir para sí misma.


El presidente Alberto Fernández y la vice Cristina Kirchner desplegaron estrategias paralelas para conseguir vacunas, con un patrón común: el prejuicio ideológico y la propensión al conflicto de intereses mediante el uso de intermediaciones apenas transparentes. Con la llegada de la variante Delta, y sin los avances necesarios del plan de vacunación, el oficialismo saca otra vez a relucir su único recurso disponible: el de la punición y el miedo.

Pero incluso ese reflejo desesperado de la política sanitaria apareció en segundo plano, asordinado tras las peleas por los espacios en las listas de las primarias y los gritos de alerta de los centinelas en la Casa Rosada por las amenazas de asalto al gabinete y abordaje del Instituto Patria.

Sin más que desaciertos graves para exhibir como gestión sanitaria y nada mejor que un cáncer anestesiado con morfina para mostrar como política económica, podría suponerse que un resultado negativo en las elecciones de este año está cantado para el oficialismo. Falta registrar el estallido del orden opositor.

Así como el experimento de una presidencia vicaria está astillando las listas territoriales en el peronismo, el principal bloque opositor se abrazó a las primarias estatalizadas como a una rama en el naufragio. Y eso lo obliga a postergar hasta mediados de septiembre -una eternidad- cualquier discurso propositivo, unificado y de cara a la sociedad, sobre la resolución de la crisis.

Los referentes opositores se reparten en dos grandes grupos: los que se critican mutuamente con sablazos enfurecidos (que jamás destinaron a su adversario común) y los que reflexionan más mesurados pidiéndole a la sociedad la paciencia necesaria hasta el 13 de septiembre.

Argentina le disputa a Namibia el liderazgo global como el país con mayor cantidad de muertes por millón de habitantes por la pandemia. Pero la oposición disfruta con enjundia digna de mejor causa su momento extático de primarias danesas.

El oficialismo sólo propone acuerdos para equivocar el rumbo. La oposición propone cambiar el rumbo con acuerdos que no alcanza a construir para sí misma. Entre ambos, el país profundiza la más riesgosa de sus grietas: la que divide a la sociedad de sus representantes.


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