Química eficaz
Es in duda una suerte que, motivado según sus exegetas por el deseo de diferenciarse de otros mandatarios a su juicio demasiado propensos a intentar congraciarse con la superpotencia, el presidente Néstor Kirchner haya optado por visitar Europa antes que a Estados Unidos. Mientras que en Europa Kirchner logró irritar a sus anfitriones a causa de su agresividad a veces excesiva, la reacción de los medios le habrán enseñado la necesidad de manejarse con más cautela, aprendizaje que aprovechó cuando le tocó entrevistarse con su homólogo George W. Bush, con el cual parece haber congeniado, emulando de este modo al brasileño Luiz Inácio «Lula» da Silva, quien a raíz de su encuentro con el líder norteamericano asumió una actitud mucho más equilibrada frente al panorama internacional que la habitual entre los integrantes de su entorno. Puesto que en el mundo actual las impresiones personales importan tanto como en el pasado, de difundirse la idea de que sus respectivas imágenes no obstante Kirchner y Bush se asemejan bastante, los beneficios para el país podrían ser notables. Asimismo, se reduciría el riesgo de que Kirchner, convencido de que los norteamericanos lo consideran un «izquierdista» peligroso y que están procurando debilitarlo, cayera en la trampa de intentar «construir poder» a costa de la relación con la única nación que está en condiciones de ayudarnos a superar una crisis económica tan profunda que salir de ella requeriría cambios en virtualmente todos los ámbitos del país, cambios que los afectados resistirán con todos los medios disponibles.
Con el propósito evidente de justificar su hostilidad hacia los empresarios españoles y, en menor medida, franceses, poco antes de emprender viaje a Estados Unidos Kirchner dio a entender que en su opinión los norteamericanos son «empresarios de verdad», no como los europeos «que hicieron tantos negocios en la Argentina de Menem». Justa o no tal evaluación de los méritos comparativos de los aludidos, parecería que Kirchner ha llegado a la conclusión un tanto paradójica de que en su lucha contra lo que queda de la gestión del presidente de las «relaciones carnales» con Washington podría contar con el respaldo decidido del empresariado norteamericano que, debido a la legislación de su país de origen, no puede adaptarse a las costumbres locales de países corruptos con la misma facilidad que suelen mostrar sus rivales europeos y japoneses. Asimismo, el que Kirchner tome en serio la amenaza planteada por el terrorismo internacional le permitió recordarle a Bush que la Argentina también ha sido víctima de atentados islamistas devastadores y que por lo tanto está más que lista para cooperar en la lucha contra el enemigo común.
Al igual que los dirigentes políticos europeos, Bush prometió a Kirchner todo su apoyo en las negociaciones con el FMI, institución por la que ambos sienten cierto desprecio, si bien por motivos muy distintos, pero también insistió en que la Argentina tiene que «ayudarse a sí misma», lo que traducido significa que sabe que hasta ahora el gobierno no ha comenzado a tomar las medidas políticamente ingratas necesarias para que pueda disfrutar de años de crecimiento «sustentable». Para los norteamericanos, sobre todo los republicanos, es fundamental el principio de la autoayuda, una convicción «puritana» que les supuso muchas dificultades en América Latina, donde la negativa de Estados Unidos a rescatar países en graves apuros económicos ha contribuido mucho a la ola de antinorteamericanismo que alcanzó proporciones alarmantes cuando la guerra contra Saddam Hussein pero que, gracias en buena medida al buen trato brindado por Bush a Lula, está perdiendo fuerza. Ya que según parece la reunión del «texano testarudo» con el patagónico al que se atribuyen características similares fue «excelente», conforme a la definición de éste y, a juicio de un vocero de la Casa Blanca, un «gran encuentro», es de prever que en adelante las relaciones bilaterales sean mucho más sanas de lo que eran hasta hace poco, lo que incidiría no sólo en la política exterior sino también en la interna, por constituir el rencor hacia Estados Unidos un obstáculo enorme en el camino de los interesados en impulsar la modernización del Estado y de la economía nacional.
Comentarios