“Reivindicar nuestra función social”

Carta abierta a la comunidad. Hoy no es un día más para nosotros, los trabajadores de la educación. Hoy para muchos de nosotros es un día de reflexión, en el marco de un día de lucha, ya no por rescatar nuestros magros haberes, sino para reivindicar nuestra función social, función hoy degradada y descalificada, por no decir menospreciada. Como nos dice Ernst Jünger: “El trabajo, el ocuparse en pequeñas cosas, proporciona un contrapeso a lo ilusorio; también ayuda a conservar la dignidad o a restablecerla cuando ha sido lastimada”. Y es aquí el punto de mi escrito: la dignidad docente, pues como sociedad no podemos ni debemos permitir que se arraigue el seudodiscurso de que una sociedad puede ser plena cuando aísla a un sector de ella fundante y trascendente como son los educadores en todos sus niveles. Somos protagonistas de los procesos sociales y no hemos de olvidar nuestra misión, porque es ahí cuando nos convertimos en educadores que instruyen y no educan, y en dirigentes políticos o gremiales que sólo defienden sus pequeños intereses por sobre el bien común. La división del trabajo hace posible la supervivencia humana en condiciones desfavorables y, con frecuencia, la remuneración de ciertas tareas es injusta. Estamos en educación, tenemos esta posición en la comunidad acorde a nuestras aptitudes, nuestro esfuerzo, nuestra elección. Tenemos derecho al trabajo digno y un aspecto de la dignidad es, precisamente, realizar la tarea para la que tenemos aptitudes, en la que nos profesionalizamos. A esto me refiero cuando expreso un día de reflexión, pues estamos en riesgo de que nuestra función social sea sesgada por una decisión con carácter de ley que pretende, de manera inconsulta y desvalorizándonos como interlocutores válidos, de continuar en nuestro espacio laboral, espacio que no sólo incide en nuestra propia vida, pues en él nos realizamos desarrollando nuestras propias potencialidades, configurando nuestra personalidad e incidiendo en nuestra comunidad. No debemos perder el valor de lo humano ante una sociedad tecnológica, nuestra vocación profesional expresa nuestra personalidad nos acerca al objetivo supremo de la especie humana que es la felicidad, nuestro logro no se reduce a compensaciones económicas, entendemos que la escuela y nosotros, los educadores, somos el corazón mismo de una sociedad. Una sociedad civilizada es aquella donde las cosas funcionan del modo que se espera y reconozco, al cierre de esta reflexión, que en reiteradas oportunidades los educadores somos impuntuales, improvisamos nuestras clases y hemos desarrollado una corrupta forma de justificar nuestras reiteradas inasistencias, lo que nos imposibilita que exijamos con firmeza que se respeten nuestros derechos cuando nosotros mismos no hemos sabido respetar a los demás. Marcelo Francisco Grill DNI 20.675.828 Neuquén

Marcelo Francisco Grill DNI 20.675.828 Neuquén


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