Seguir después del alta: Así lo vive el allense al que embistieron en Río Colorado

“No desperdicies esta oportunidad”, le encomendaron a Martín Jara sus hermanos en la fe, cuando pudo volver a la iglesia cristiana a la que asiste. Este hombre de Costa Oeste de Allen es quien perdió parte de su pierna en el terrible accidente que ocurrió en Río Colorado, a mediados de junio.

Ahora, desde el departamento que su padre le prestó, contó en primera persona cómo les cambió la vida como familia. Y pide apoyo, hoy más que nunca, porque su vida cotidiana sigue y necesita reordenarla.

Fue más fácil ubicarlo por el nombre que por la dirección de la vivienda. Si las referencias de “pueblo” aún se guardan en Allen, en la zona ribereña, todavía más. “Ah… sí! ¿El chico que se accidentó?”, respondió un vecino ante la consulta. Y fue posible localizarlo casi al instante. La familia Jara es grande, pero el humor de Martín lo destaca porque acostumbró al barrio a las bromas por la calle, a viva voz, “de pasada”. Eso es lo que extrañan quienes hoy esperan que termine su reposo. Él también lo anhela, mientras confía en sus fuerzas, el sostén de Dios, la sabiduría de su médico y las promesas de Provincia y el municipio. “Yo no me voy a amargar, no voy a quedarme acá, quiero seguir siendo la misma persona”, insiste.

Su diálogo sube y baja entre el ánimo y la impotencia. Es que recibir el alta también le mostró la nueva realidad que atravesaban su compañera Romina y sus hijos. Hicieron ventas de empanadas y hasta rifaron un lechón para obtener ingresos que les permitan el sustento diario. “A mí me hace falta ayuda, lo que sea, lo que venga, porque yo soy el cabecilla de la casa”, contó, sincerando que “para ir al baño me tienen que llevar, me tengo que levantar de la cama al comedor y me tienen que traer”.

El celular de Martín lo logró rescatar Aylen, la estudiante de kinesiología que lo asistió. Lo encontró tirado en la Ruta 22 y lo entregó a la familia.   

Hasta esa infortunada tarde, posterior al Día del Padre, este allense de 43 años trabajaba como albañil. También levantaba su casa en un asentamiento que se consolida a pocas cuadras de donde vive hoy. “Ahora no puedo seguir”, reconoce y esa frustración se mezcla con otras emociones. Intranquilo por el futuro, durmió poco y nada en las dos primeras semanas posteriores al alta. “Necesito una ayuda económica”, dijo con claridad. “Para poder pagarle a alguien que me de una mano, para seguir la obra”, explicó. En el último contacto con este medio, su esposa contó que desde la comuna comprometieron un subsidio y aguardaban los materiales de construcción que Provincia aseguró que enviaría.

A pesar de todo, recordar ese lunes 17 de junio incluye, para él, un milagro. “Cuando me golpeó el otro auto, sentí toda la explosión y me faltó el aire”, revivió. “Ahí yo dije ‘acá está, si salgo de este momento, Dios, mi vida está en tus manos, si me voy o me quedo, no quiero dejar a mi familia”, clamó. De repente el oxígeno regresó a sus pulmones, y sintió “como si de la punta del pie subiera algo que me empezó a calmar. Era todo calma, no pensé en el golpe, en el dolor”. «Fue aire de vida», le explicó su pastor.

Tras el accidente, anónimos les robaron objetos personales que llevaban en un bolso, en el baúl del Gol Trend: una máquina de cortar cabello, su gorra preferida, un perfume y hasta víveres.

Hace poco más de dos años que Martín comparte sus días con Romina, quien lo sostiene en esta etapa que les toca atravesar. Con ella al lado en la charla, la sonrisa vuelve. Recuerdan los días en el hospital López Lima de Roca, cuando bromeaban juntos a pesar de las vendas, los cables, las vías por vena. Junto al pequeño hijo de ella y los cuatro que él ya tenía, hoy se construyen como familia. “Cuando nos enteramos nos largamos a llorar, porque no sabíamos que iba a viajar, era de sorpresa”, reconoció su hija adolescente, que viajó desde Bahía Blanca para acompañarlo. Sus edades van desde los 21 a los 6 años. Todo lo vivido hasta los unió con aquellos parientes que estaban distanciados: “menos mal que no fue porque yo me morí”, valoró Martín.

Más allá de lo que digan las finanzas, su salud sólo viene acumulando mejorías y eso lo atesora. “Los doctores estaban asombrados de mi recuperación, porque yo caí al hospital mal. Fue un golpe muy fuerte, pero al tercer día ya movía las piernas, no registraba dolor ni nada. Yo quería salir de ahí, quería estar vivo”, relató. El que siempre fue miedoso para ir al hospital, como se definió a sí mismo, soportó anestesias, curaciones, raspados en cada herida. Ahora le resta la colocación de injertos que mejoren el aspecto estético en ambas extremidades. Y la ansiada prótesis, que le permita volver a moverse libre. “Yo siempre digo, por algo pasó esto, porque sino no puede ser”, piensa en voz alta, encontrándole sentido a todo.


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