Siya Kolisi, la posdata de Mandela

Antonio Angriman*

Siya Kolisi, es el primer capitán negro de la selección sudafricana de rugby. El mismo señor, que acaba de alzar la copa que corona a su país como campeón mundial en Japón 2019.


Kolisi tenía solo 4 años cuando en 1995 Nelson Mandela, vestido con la camiseta 6 y gorra de los Springboks, entregó el trofeo Webb Ellis al capitán afrikáner Francois Pienaar.

En aquel momento ese representativo contaba con solo un solo jugador de color, llamado Chester Williams. En el 2007, cuando el país africano obtuvo su segundo título en París, fueron dos los jugadores de ese origen: Pietersen y Habana.
Ello a pesar de que paradójicamente Sudáfrica posee un 78% de población negra. Por tal motivo, para el Mundial 2019 el presidente Cyril Ramaphosa acordó con la Unión Sudafricana de Rugby que el 50% de los jugadores fuera de dicha raza. Con ese propósito final, se logró que para el mundial nipón más del 38% (12 de los 31 integrantes) proviniesen de etnias y aldeas que por décadas fueron totalmente ignoradas.


Tal composición a la postre enriqueció el plantel y el poderío de las Gacelas. Tan es así que en la final frente al invicto Inglaterra tanto su capitán, por su condición de tal, como el wing Mazakole Mapimpi (11) pasaron a la historia, al ser este puntero el primer jugador en marcar un try – además trascendental – en una final en la que haya participado su equipo. Además el extremo, con seis conquistas, terminó segundo en la tabla de trymen por detrás del galés Josh Adams.

La posdata de Mandela
Kolisi tuvo una infancia muy pobre en Zwide y cuando Sudáfrica se consagró en Francia, siendo un adolescente, trabajó en una taberna. Perdió a su madre a los 15 años y a los 18 el entrenador Rossie Erasmus lo reclutó para los Stormers. El mismo técnico que, ungido seleccionador nacional en el 2018, lo eligió como capitán de los verde-amarillos.


Tras la final, Kolisi resaltó el enorme simbolismo de este título al decir: “Tenemos muchos problemas en nuestro país pero un equipo así… venimos de orígenes distintos, de carreras diferentes, pero nos hemos juntado con un único objetivo y queríamos conseguirlo”. A su vez confesó que Erasmus les pidió en la arenga previa a la final “que no jugaran para ellos, sino para la gente de su país”.


La conquista sudafricana no puede soslayar el enorme legado de Nelson Mandela. El premio Nobel de la Paz que sosegó, unió y alegró a su pueblo a través del deporte y sobre todo de su propio ejemplo. En el perdón y el cambio, este líder único supo ver las raíces de un nuevo país, más antes debió vivenciar tales sanadoras experiencias en su propio ser. Allí nace el embrión de su notable credibilidad.
Con buenos modos, explicaciones inteligentes y enormes renunciamientos personales supo educar a sus compatriotas en el significado del bien común.


Mandela debió olvidar veintisiete años de encierro y desoír el consejo de familiares y allegados, para encontrar en cuarenta y tres millones de sudafricanos la razón de su existencia. Es seguramente el político más carismático nunca visto.
Al decir de John Carlin, autor de “El factor humano”: “¿Tomar el rugby, el deporte que los negros odiaban porque era el deporte de los blancos? ponerse una gorra de los Springboks delante de una masa de gente negra. ¡Dios mío! Es como si Obama se pusiera una gorra republicana. U ondeara la bandera de la Confederación, el bando en la guerra civil americana que defendía la esclavitud”.


Así, cuando un compromiso tan incontrastable fluye desde el poder, se genera una cadena de energía positiva tan contagiosa como estimulante. Ello influye en el ánimo de la gente, en sus ganas de trabajar, de sacrificarse y de despojarse, en parte, de sus conductas egoístas. Así cada cual firma a diario un pequeño cheque en blanco convencido de ir a parar a la cuenta comunitaria del propio país.
La inmensa soledad de Mandela –un hombre que tomó la decisión de ser el padre de su nación, con el costo irremediable y doloroso de no ser padre de sus hijos– hoy se llena con la aparición de estos nuevos vástagos que a modo de posdata ha dejado su mensaje.


La conquista sudafricana no puede soslayar el enorme legado del premio Nobel de la paz, que sosegó, unió y alegró a su pueblo a través del deporte y su ejemplo.



Los Springboks han barrido con los ingleses por 32-12 en una final inapelable y con un Pollard intratable. Así hoy es el país junto a los All Blacks, con más títulos mundiales obtenidos (tres cada uno). A Sudáfrica se la llama “la nación del arcoíris”, en reconocimiento a su actual diversidad de culturas, idiomas y creencias religiosas. En ello ha sido imprescindible la irrupción de Mandela como su líder político y, aún hoy, espiritual.
Un hombre que desde su claustrofóbica celda de Robben Island podía soñar con un arcoíris al que los chicos querían llegar, con unas deshilachadas pelotas ovaladas.


*Abogado y profesor nacional de Educación Física. angrimanmarcelo@gmail.com


Antonio Angriman*

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