8 de marzo | Ana María, Rosa y Adriana, jubiladas de Bariloche que ponen en valor el trabajo doméstico

Historias de mujeres que, en su momento, lograron acceder a una jubilación gracias la moratoria previsional. Hoy luchan por muchas otras que no podrán jubilarse ya que no cuentan con los años de aporte.

Tiempo atrás, Ana María Buzetta, de 74 años, logró jubilarse como ama de casa. Hoy, esta viedmense subsiste gracias a una jubilación mínima y la pensión que cobra tras la reciente muerte de su esposo.

«Pucha, le dije a mi marido cuando dudaba en tramitar la jubilación, habrá tanta gente que ha trabajado y, ¿me van a jubilar a mí? Él intentó hacerme entender que yo sí había trabajado. Yo pensaba que quizás le estaba sacando algo a alguien. Si no lo hubiese hecho, no se cómo viviría ahora», admite Ana María, sin ocultar su emoción por ese recuerdo.

Ahora atraviesa un tratamiento por un cáncer de mama y su esposo murió hace muy poco. «Pero hay que seguir», dice, de nuevo con una sonrisa.

Como tantas mujeres, Ana María fue ama de casa. Mientras su esposo trabajaba, ella se encargaba de los cuidados de sus cuatro hijos y mantener su casa en condiciones. Cuando los chicos estuvieron más grandes, trabajó en un kiosco y como empleada doméstica en algunas casas. Al momento del retiro, los años de aporte no le alcanzaban, pero se acogió a la moratoria previsional.

Ana María Buzetta tiene 74 años. Foto: Marcelo Martínez

Ana María se enamoró de su esposo cuando tenía tan solo 17 años, se casaron y permanecieron juntos 54 años hasta que él murió. «Siempre juntos, con altibajos, como todo el mundo. Mi esposo fue muy trabajador, pero yo siempre estuve en la casa. Con tareas que el hombre no llevaba a cabo. Hoy es diferente: veo a mi hijo con mi nuera. Ella trabaja y él también se ocupa de la casa. Se dividen. Antes no pasaba», expresa la mujer.

No hay día en que no se levante a las siete. La rutina siempre es la misma: toma su mate cocido y come pan de salvado que ella misma prepara, asea su casa y ya está lista por si debe salir a hacer las compras del día o visitar al médico. Por las tardes, hace algunos arreglos en su jardín. «Cuando fuimos jóvenes, la casa la hicimos entre mi esposo y yo así que sé hasta preparar mezcla. O pintar», cuenta orgullosa. Ahora reparte su tiempo con un colectivo de Adultos Mayores que, todas las semanas desde la asunción de Milei, reclama por el aumento de las jubilaciones en el Centro Cívico o en las oficinas del Pami.

El fin de la moratoria: una medida que preocupa


En Argentina, las mujeres deben llegar a los 60 años para jubilarse y contar con 30 años de aporte. De trabajo registrado. La moratoria que lanzó el gobierno en 2005 permitió a millones de personas solicitar su jubilación pese a no contar con la totalidad de los aportes. Anses realiza un cálculo de los aportes adeudados y se establece un plan para cancelar la deuda en cuotas mientras se cobra la jubilación.

El gobierno de Javier Milei decidió ponerle fin a la moratoria jubilatoria el 23 de marzo, lo que obligará a las mujeres que cumplan 60 años y los hombres de 65 que no tengan los 30 años de aportes a seguir trabajando hasta completarlos o a resignarse a la pensión universal por adulto mayor, por lo que cobrarán solo el 80% del haber.

Un informe del colectivo feminista «Ni una Menos» reveló que, a partir de ahora, 9 de cada 10 mujeres no podrán jubilarse por no reunir los 30 años de aportes. Otro dato que aporta es que el 76% de las empleadas domésticas está en la informalidad: «Son las trabajadoras más pobres y ni siquiera les pagan los aportes. A las empresas les perdonan la deuda por aportes jubilatorios; a los trabajadores no. Las empresas reciben moratorias por formalizar personal que tienen sin pagar aportes durante años. Para los trabajadores no hay moratoria».

El derecho a jubilarse que pocas mujeres tienen hoy en Argentina


«Para mí haberme podido jubilar fue muy importante. Me ayuda, aunque los impuestos, por ejemplo, los abona mi hija. Si no, no comería por semanas«, resalta Ana María, señalando la bolsa que carga con algunas zanahorias. Antes de sumarse al reclamo en las oficinas del Pami Bariloche, con otros adultos mayores, pasó por el mercado.

«Mi hija siempre me dice que no me prive de nada, pero no se puede porque uno también tiene que ir al médico y siempre tiene que abonar algo. Se vive como se puede«, reconoce.

«Yo ahora veo a mi hija con su niño. Trabaja, va y viene de un lado a otro, lo lleva, lo trae. Yo le valoro eso, no se cómo hacen las mamás ahora que trabajan. Antes nosotras estábamos para el hogar, aunque eso tampoco era de todo fácil. Era muy sacrificado«, dice.

El colectivo El Abuelazo reclama todos los miércoles en el Centro Cívico por las jubilaciones. Foto: Chino Leiva

«Antes podía hacer más cosas con mi jubilación. Ahora me cambió hasta la alimentación. Siempre le digo a mi hija que si tuviera que vivir como corresponde, calzarme y vestirme, la platita no me dura ni 10 días. Los hijos me ayudan, pero ellos también tienen su familia, sus hijos», se lamenta.

Rosa desde Bariloche: «Si las mujeres no cuidan lo que pasa en el hogar, los hombres no podrían salir a trabajar».


«Nueve de cada 10 mujeres no podrán jubilarse a partir del 23 de marzo porque han estado sus vidas abocadas al cuidado de sus hijos, de personas mayores o permitiendo que los hombres salgan a trabajar mientras ellas se quedaban en las casas«, gritó Rosa Noblet, una barilochense de 68 años, en una movilización en el Centro Cívico, en relación al final de la moratoria jubilatoria. Sus pares la aplaudieron con ganas.

La mujer reconoce: «Tuve la suerte de trabajar muchos años en relación de dependencia, entonces tengo una jubilación que me permite vivir. Pero, por mi edad, sé que hubo períodos en el país en los cuales la gente trabajaba en forma muy precaria y no se va a poder jubilar. Se le achaca que no han hecho los aportes. Muchas veces, la patronal no se los depositaba».

Rosa Noblet es una barilochense de 68 años. Foto: Chino Leiva

La medida del gobierno, define, implica «recortar por los más débiles. Esas personas no tendrán ningún ingreso y tendrán que seguir trabajando. Seguramente tampoco van a tener obra social».

Sobre el punto final de la moratoria previsional, Rosa recalcó que «nunca se tiene en cuenta el aporte de las tareas de cuidado que hacen mayoritariamente las mujeres al PBI nacional. Esos cálculos están hechos».

«Si las mujeres no cuidan lo que pasa en el hogar, los hombres no podrían salir a trabajar. Ni contar las mujeres que han trabajado como personal doméstico, que son las más castigadas en ese sentido», manifestó.

Rosa trabajó 21 años en la Universidad Nacional del Comahue. Reconoció que, con esos aportes, «sumados a los que fui pagando mensualmente de mi sueldo, ahora puedo tener una jubilación que me permite vivir. Es un derecho realmente«.

Advirtió que su trabajo siempre le gustó mucho e incluso «le permitió criar a sus hijos» aunque reconoció no haber tenido suficiente apoyo por parte de su pareja. «Pensá que yo tengo 68 años, en mi generación, los varones no aportaban mucho al trabajo hogareño. Gracias a Dios, los varones más jóvenes ahora tienen otra mirada y en eso, la lucha de las mujeres ha tenido mucho que ver«, señaló.

Adriana, la jubilada que acompaña por empatía


«El hambre del pueblo enriquece la timba«, se leía en el cartel que levantaba Adriana Bocher, de 76 años, en el reclamo de los jubilados en el Centro Cívico.

Esta mujer nació en Italia, pero desembarcó en Argentina en 1950 y desde hace 25 años vive en Bariloche donde tiene cuatro hijos y siete nietos. Siempre se dedicó a la costura, aunque en algún momento, ayudó como secretaria en la pequeña empresa de su esposo hasta que se jubiló. Aportó 30 años y cobra la jubilación mínima de 273 mil pesos. «Por suerte tengo la pensión de mi esposo que falleció y la ayuda de mis hijos. Vivo en la casa de mi hija y como se puede. Es cada vez más difícil y uno va renunciando a un montón de cosas. Yo estoy bien, no puedo quejarme, pero estoy acá por empatía con otros que no tienen mi suerte«, reconoce la mujer que integra el colectivo El Abuelazo.

Adriana Bocher cobra la jubilación mínima pero la ayuda la pensión de su esposo. Foto: Marcelo Martínez

¿Qué hace en el día a día? «Tratar de mantener la casa, me gusta mucho el jardín y las plantas así que ocupo mi tiempo ahí. Escucho música y hasta el año pasado, concurría a los cursos de historia del arte y música del Upami (talleres para adultos mayores) que eran muy buenos. Pero ahora no están y la salud no me ayuda mucho tampoco. Empiezo a tener algunas nanas que tengo que atender», explica y agrega que también le da «una mano a su hija y atiende a sus nietos que, aunque ya son grandes, vienen para que la nona les haga comida rica, como dicen ellos».

Adriana asegura que, siendo mujer, siempre se sintió «muy libre». «Me sentí apoyada en lo que quería hacer. Todo lo que quise hacer, lo hice con mucha libertad, disfruté toda mi vida con mucha libertad», señala.

«Estoy reclamando por nuestros derechos. Por empatía», dijo Adriana Bocher. Foto: Marcelo Martínez

«Estoy en paz con la vida -acota-. Y hoy participo de esta lucha por nuestros derechos porque me gustaría que todos puedan decir lo mismo. Si somos muchos, el gobierno puede escucharnos. Sacan la moratoria y hay mujeres que han trabajado toda su vida. Hay gente sobreviviendo con la mínima, teniendo que trabajar cuando ya esa etapa tendría que haber acabado. Nos están quitando los remedios y los cuidados paliativos a los enfermos. O sea que morirán con dolor. Por favor, basta. Es una crueldad».

Adriana Bocher. Foto: Chino Leiva

El 90% de las mujeres quedarán afuera de acceder a una jubilación


De acuerdo a las estadísticas cuatrimestrales de Anses, sin la moratoria previsional, solo 3 de cada 10 hombres y apenas 1 de cada 10 mujeres podrán jubilarse. De modo que el 90% de las mujeres ya no podrían acceder a la jubilación.

Por lo general, muchas deben interrumpir su vida laboral para maternar y de esta forma, se frenan sus aportes. Si logran reinsertarse en el mercado laboral, lo hacen de manera informal.

Por otro lado, las tareas de cuidado de los hijos o de los familiares mayores suelen ser asumidas por las mujeres que no cuentan con un reconocimiento económico ni previsional.

Sin la moratoria, muchas mujeres deberán aguardar hasta los 65 años para acceder a la Pensión Universal para el Adulto Mayor (PUAM) que equivale al 80% de la jubilación mínima.


Tiempo atrás, Ana María Buzetta, de 74 años, logró jubilarse como ama de casa. Hoy, esta viedmense subsiste gracias a una jubilación mínima y la pensión que cobra tras la reciente muerte de su esposo.

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