A tres años de la pandemia: los recuerdos en Bariloche

La mirada de dos trabajadoras de la salud de Bariloche al cumplirse dos tres años de la llegada del Covid.

Alicia Santibañez ingresó como enfermera al área de guardia del hospital Ramón Carrillo en 1988. En mayo cumplirá 36 años en el establecimiento. Actualmente, trabaja en el área de oncología.

Durante los tres años de la pandemia, le tocó desempeñarse en el servicio de Maternidad que se trasladó a un edificio “limpio” de la calle 20 de Febrero y poco después, formó parte de la campaña de vacunación en el gimnasio municipal 1.

“Fue mucho aprendizaje como pasó a nivel general con la sociedad. Había mucho miedo. Fueron casi dos años de llegar a tu casa y que tu familia te bañara en alcohol, meter toda tu ropa en una bolsa y entrar a la ducha en ropa interior. Recién ahí podías darle un beso a tu familia”, recordó.

Alicia conserva todo tipo de anécdotas. Algunas inolvidables; otras, un tanto desagradables. “En el área de vacunación, la gente se enojaba si le dábamos prioridad a algunos pacientes o si no teníamos determinada vacuna, si consideraban que tardábamos mucho. Se enojaban si ibas al baño y te demorabas. Se sentía como si fuéramos robots”, admitió.

Y agregó: “Así como nos aplaudían y cantaban el himno, no la pasamos bien. Pasamos mucho frío porque había que mantener el ambiente aireado con las puertas abiertas. Y cuando los pacientes se iban, había que hacer el recuento de vacunas que debían coincidir con las vacunas en reserva. Era un trabajo minucioso. Silencioso”.

En medio del trabajo intenso, recordó, también resultó dolorosa la pérdida de compañeros. Y hasta de familiares. No había tiempo para el duelo porque imperaba la vuelta al trabajo. “Recordamos a Carlos Burgos, un enfermero que estuvo al pie del cañón cubriendo el área de Cuidados Intermedios. La primera vez que tuvo Covid zafó, pero no la segunda vez (él tenía una patología cardíaca) y falleció adentro del hospital. Fue muy doloroso”, apuntó.

¿Qué enseñaron los tres años de pandemia? Alicia considera que hoy los trabajadores de la salud se cuidan más que antes. “Muchas veces uno se pone en automático. Estamos atentos a la vida del otro, a la enfermedad del otro. La pandemia nos enseñó a mirarnos. En ese momento en que mucha gente nos miraba como héroes, en realidad, éramos tan vulnerables como las personas que atendíamos”.

Cuando se le consulta por la situación del hospital público de Bariloche hoy, la respuesta no es favorable. “Lamentablemente tenemos que decir que estamos peor. En ese momento, nos pusieron como prioridad para cobrar primeros, pero no somos los que mejor cobramos. Nuestros sueldos han decaído tanto que hoy tenemos faltante de personas en el hospital y en la provincia”, objetó.

Puso como ejemplo la renuncia de gran cantidad de enfermeros. “No pueden subsistir con los sueldos que cobramos. No pueden afrontar el costo de vida, ni los alquileres. Todos los meses hay renuncias: la gente se va al sector privado o se va directamente de la provincia porque los sueldos no tientan a nadie”, aclaró.

Resaltó el inmenso sacrificio por parte del personal que suele trabajar 16 horas a diario en el hospital. “Los enfermeros hacemos 8 horas y otras 8 de horas extras. Estamos obligados por la necesidad económica y hospitalaria de cubrir turnos”, dijo.

Múltiple función

La médica pediatra Marina Pekaroff se estableció en Bariloche en el 2010. Comenzó trabajando en el sector privado hasta que tuvo la chance de ingresar a salud pública. Jamás se imaginó que años después, le tocaría atravesar una pandemia. Fueron épocas de salas prácticamente vacías y los pediatras debieron “reinventarse”.

“Cuando se desata la ola de Covid, se cerró todo. Los pediatras quedamos relegados a la internación. Pero hubo una redistribución de tareas para cubrir otros sectores. Nos pusimos de acuerdo y se armaron equipos de trabajo”, recordó.

Un grupo fue designado en el sector de hisopados, otros hacían el seguimiento telefónico de pacientes con Covid y otros concurrían a los hoteles para hisopar. Los equipos iban rotando. “Eran situaciones novedosas para todos. Eran actividades a las que uno no estaba acostumbrado. Así nos fuimos redistribuyendo como para poder cumplir con cosas”, afirmó Pekaroff que, en ese momento, alternaba hisopados con guardias.

“Recuerdo que inicialmente, te daba miedo contagiarte. El primer caso sospechoso de Covid yo estaba en internación. Me acuerdo del miedo de vestirme. Tuvimos que hacer cusos para usar los equipos de protección”, señaló.

Consideró que una de las cosas más complejas fue perder la relación fluída con sus compañeros. “De golpe, surgió esa barrera en la que no nos podíamos ver. Era todo telefónico, a distancia, virtual. Fue estresante”, reconoció.

Resaltó que con el tiempo, cuando todo transcurre, “uno se cuida y no se contagia, surge el temor por tu familia. No podés llevarles la enfermedad. Yo estaba tranquila conmigo, pero no con ellos”.

Con la pandemia atrás, Pekaroff consideró que esos años unieron mucho al equipo de trabajo. “Salimos más fortalecidos. Cubrimos todos los espacios que fueron necesarios. Hasta los terapistas infantiles aportaban en la terapia de adultos. Nosotros estábamos acostumbrados a tener las salas llenas de chicos con bronquiolitis en los inviernos. Estábamos a la espera de ese impacto. Fue todo una incertidumbre”, recordó.

Durante la pandemia, aseguró, se invirtió en recursos humanos y en insumos. “Se nombró gente para cubrir espacios que otros no podían por cuestiones personales o de salud. Teníamos todos los elementos. Ahora se siente que eso ha pasado. Muchos profesionales se han ido al privado. La gente ha tomado otro curso. En términos generales, las cosas se consiguen y los objetivos se van cumpliendo quizás en otros tiempos. No tan rápido como antes”, afirmó.


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