Antes que caiga nieve en el Lanín: cómo es el trabajo a 2.300 metros de altura para proteger los domos del volcán
Cinco guías de montaña de San Martín de los Andes realizaron tareas durante el fin de semana. Limpiaron, ordenaron y resguardaron el refugio antes que llegue la nieve.
Arriba, en la punta del volcán Lanín, ahí donde parece el copete de un helado, hay domos. Ahí duermen y comen quienes se atreven a ascender a uno de los volcanes más hermosos de la Patagonia. Un grupo de guías de montaña, durante el fin de semana pasado, subieron por última vez, antes del invierno, para cumplir con una tarea fundamental: limpiar y ordenar el campamento antes de la llegada de la nieve. Y resguardar lo necesario para la próxima temporada.
Cinco guías fueron los encargados de subir hasta la zona de refugio del volcán Lanín. A 2.315 metros sobre el nivel del mar. Uno de ellos es Juan Pablo Navarro que hace 20 años trabaja en el rubro y es integrante de la Asociación de Guías de Montaña de San Martín de los Andes (AGM). “La tarea de desarme se hace por etapas”, dice, “ya se habían desarmaron dos domos, quedaban tres”.
Juan Pablo ya no lleva el registro de la cantidad de veces que subió al Lanín. “Por temporada serán entre diez y quince veces”, calcula. Y el fin de semana pasado, sumó un ascenso más.
Con turistas y aventureros tardan, en promedio, cuatro horas. El fin de semana pasado, solos, sin turistas y livianos, a los cinco guías le llevó sólo dos horas y media llegar hasta el refugio.

Cómo es el desarme de los domos en el volcán Lanín:
Allá arriba, en el volcán hay cinco domos de la Asociación de Guías de Montaña de San Martín de los Andes. Ahí los aventureros que ascienden al volcán duermen, comen y se refugian.
Durante la temporada de ascenso, algunos domos se usan como dormitorios, de uso exclusivo para pernocte. Otros como comedor para desayunos, meriendas y cenas. Ahí con un cupo de 30 personas (entre guías y clientes) el campamento oficia de hogar transitorio durante la aventura del ascenso.
También hay un baño. Ubicado a 25 metros del campamento. Pero, no es cualquier baño: es uno seco, es decir, uno capaz de convertir la materia fecal en compost.
En temporada alta, estos espacios se usan constantemente. Y en otoño/invierno quedan tapados por la nieve. Pero, para que se puedan usar de un año al otro es necesario su cuidado. “Dos ya estaban desarmados”, cuenta Navarro, “nos quedaba desarmar tres”. Y eso hicieron el fin de semana pasado.
Allá arriba prepararon el terreno para que la nieve no arrase con lo que encuentre en el camino. Empaquetaron y taparon con nylon lo que quedaba al descubrieron. A los domos los desvistieron. Le quitaron la lona que los recubre. También el baño seco quedó en pie. Sus chapas quedarán bajo el manto blanco. “En invierno no se ve nada”, dice, “todo queda a dos metros y medio bajo nieve”.
Los cinco guías subieron livianos, pero bajaron cargados: en sus espaldas llevaron lonas, sillas, plásticos que se rompieron durante la temporada. «Bajamos toda la basura que quedaba arriba».

Ascensos en el volcán Lanín: temporada ideal
El volcán Lanín recibe en temporada alta, es decir, entre noviembre y diciembre, aproximadamente 90 personas. Y entre enero y febrero 60. Y este año las estadísticas no fueron diferentes. “Tuvimos mucho trabajo”, dice Navarro, “se subió mucho. Las condiciones en la montaña fueron bastante seguras y eso hace que se puedan hacer más expediciones”.
Pero, esta temporada tuvo una particularidad: el ascenso al Lanín estuvo cerrado varios días. Cerca de 20, por el incendio que se desató en el Valle Magdalena y que hoy, tras casi tres meses, se logró extinguir.
“El mejor balance”, concluye, “es que no hubo accidentes”.
Los domos quedaron en la montaña. Pelados, armados con sus caños gruesos. Se congelarán y quedarán bajo la nieve. Por un tiempo. Hasta octubre, que arranque la nueva temporada. Hasta que estos guías de montaña, hagan los primeros ascensos, ya sin nieve y con más sol. Los recubran y queden a la espera de los nuevos aventuremos que busquen en el volcán Lanín hacer cumbre.
Arriba, en la punta del volcán Lanín, ahí donde parece el copete de un helado, hay domos. Ahí duermen y comen quienes se atreven a ascender a uno de los volcanes más hermosos de la Patagonia. Un grupo de guías de montaña, durante el fin de semana pasado, subieron por última vez, antes del invierno, para cumplir con una tarea fundamental: limpiar y ordenar el campamento antes de la llegada de la nieve. Y resguardar lo necesario para la próxima temporada.
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