Fundó un refugio para animales silvestres en su casa y hoy recibe especies de Neuquén y Río Negro

Luis Titi Rucciuto levantó un refugio en su casa de Aluminé por el año 2004. Hoy trabaja mancomunadamente con el área de Fauna de la provincia de Neuquén, veterinarias y la Red de Rescate Ñacurutú. La mejor parte es cuando, luego de meses de recuperación, son devueltos a su hábitat natural.

Todo empezó en una casa. No con un plan ambicioso, ni con un predio grande. Comenzó casi sin querer, con una jaula armada a mano, con plantas, troncos y un ave herida que necesitaba un lugar para recuperarse.

Ese fue el primer huésped del refugio de fauna silvestre de Aluminé. Un Aguilucho (Ñanco) que estaba muy débil y cambió el rumbo de todo. Así, en el 2004 Luis «Titi» Ricciuto le construyó un ambiente para su recuperación. «Construimos una jaula con ambiente enriquecido, le pusimos plantas, troncos… de tal manera que el ave sintiera que no estaba en una jaula, sino en una porción de su hábitat», recuerda Titi.

Esa decisión, aparentemente simple, se convirtió en el principio fundacional del refugio que hoy es parte de una red que trabaja en conjunto con Fauna de la provincia de Neuquén y con la Red de Rescate Ñacurutú de Junín de los Andes.

“A partir de la aparición de Ñanco empieza todo un proceso, sin saber cómo sería en el futuro”, dice. En ese entonces no contaba con la estructura ni el equipo que lo acompaña hoy. Pero sí con el vínculo con las aves, ese que nació en su infancia, en los campos de Bolívar, Buenos Aires.

Titi recuerda sus años en la provincia. Junto a su familia vivía en el campo porque se dedicaban a la siembra y, cuando llovía, era una catástrofe… menos para Titi. Es que dentro suyo una alegría culposa aparecía. Era porque sabía que al otro día la inmensidad rural se llenaría de aves, ranas y grillos. Esa conexión temprana marcó su sensibilidad, su forma de mirar, de escuchar y de intervenir.

La llegada a Aluminé también fue parte del destino. Su papá había comenzado a visitar la zona y de esas visitas terminaron entrelazándose historias familiares que lo unieron al territorio. “Vine a vivir a Aluminé hace quince años. Imaginate que cada vez que uno cambia de ambiente, cambian las especies. Para mí fue un redescubrir. Encontrarme con cóndores, con águilas… aves que no veía allá”, dice.

Ese asombro lo llevó a recorrer la cordillera, a meterse en rincones, a prestar atención. Y en ese contexto comenzaron a aparecer animales heridos. “Siempre hay una tendencia a agarrarlos y curarlos. Y yo empecé a hacer eso, sin formación específica, pero con mucho acompañamiento”, cuenta.

Titi Ricciuto rescata aves rapaces. Foto: Gentileza.

Veterinarias como Bárbara Bartolomé y Cecilia Muros fueron clave. Titi aprendió cómo cuidar y ayudar a los animales a partir de los conocimientos transmitidos y de la experiencia. Y, aunque entre el 2006 y el 2015 se dedicó a su trabajo, la actuación, el amor por las aves lo trajo de vuelta a Neuquén.

A partir de ese momento comenzó a formarse el refugio. Un logro que hubiese sido imposible solo, sobre todo por el trabajo mancomunado que existe hoy con el área de Fauna de la provincia de Neuquén. «Antes ese equipo tenía un rol más de contralor y ahora ayuda con la asistencia a animales heridos y tiene más participación», señala Titi.

De hecho, fue en el 2015 cuando un Cóndor Andino marcó un antes y un después en su vida. Titi estaba trabajando para el festejo por el centenario de la localidad cuando este animal silvestre apareció herido. Quiso ayudarlo, pero un protocolo que indicaba que debía ser atendido en Buenos Aires lo limitaba.

Rescataron un cóndor andino. Foto: Gentileza.

«Nosotros defendimos que se atienda en Aluminé. Sentíamos que si no lo asistían de inmediato no iba a sobrevivir«, explica. La insistencia dio sus frutos y junto a veterinarias locales lo atendieron en Aluminé. La recuperación de este Cóndor Andino fue en su casa hasta que pudo ser liberado.

A pesar de haber empezado con un pequeño lugar para la recuperación de los animales, los años y la generosidad de la gente lograron que hoy el refugio funcione con tres jaulas. Ya no es solo un gesto individual: es parte de una red.

El espacio que Titi levantó en su casa está hecho con sus propias manos y pensado con la sensibilidad de alguien que entiende a los animales. Rememora el caso de un gato montés, por el 2018. «Estuvo tres meses recuperándose, los primeros dos su refugio fue el lavadero de mi casa», cuenta.

El refugio se levantó en el lavadero, donde el gato montes pudo recuperarse. Foto: Gentileza.

«Le hice un ambiente enriquecido. Metía con la carretilla piedras, tierra, pastos, arbustos. Solo dejé un sendero al lavarropa. Lo demás estaba intervenido», describe. «Tenía heridas muy profundas en sus patas y cuando despertó de la anestesia que le habíamos puesto para sacarlo de la trampa donde había caído se despertó en ese ambiente. No en una jaula, sino en un lugar que parecía su territorio«. Luego fue liberado.

Hoy en la casa de Titi hay tres jaulas: una grande, una mediana y una chica. La más grande la llama “la jaula de vuelo” y en ella actualmente se encuentra un Águila Mora que fue operada recientemente.

Esta jaula cumple justamente la función de “jaula de vuelo”, un espacio clave para que las aves en recuperación vuelvan a ejercitar sus alas antes de ser liberadas.

La jaula mediana es ahora el hogar provisorio de una lechuza campanario que está mudando sus plumas. Titi le prepara una especie de cueva dentro de la jaula, recreando los espacios donde estas aves se sienten seguras.

Su amor por el escenario lo plasma cuando arma los ambientes enriquecido. Foto: Gentileza.

Lo hizo todo de forma artesanal, con la misma dedicación con la que trabajaría un escenógrafo. De hecho, él viene del teatro, y dice que armar estas escenografías naturales para que las aves se sientan cómodas es un placer. “Me encanta recrear el ambiente”, asegura.

La jaula más chica es donde está el Aguilucho, que está fortaleciendo sus patas luego de una lesión. En este caso, el espacio reducido es intencional: los veterinarios aconsejan que cuando un ave se recupera de una gran lesión, esté en un ambiente con poca movilidad para evitar que se lastime más. “Tiene que estar tranquila y quieta para que pueda sanar”, explica.

El refugio no lo sostiene solo. Hay voluntarios que se acercan a ayudar, amistades de la red de Fauna, vecinos, jóvenes que pasan la voz. Siempre hay manos dispuestas, dice. Pero el corazón y la dirección la pone él.

«Establecimos una red con la Red de Rescate de Junín de los Andes, que es una asociación civil mucho más fortalecida legalmente. Nosotros recibimos permanentemente de ellos, y eso también nos fortalece», explica.

Hoy, cuando aparece un ave herida, el procedimiento está claro: se le aplican los primeros auxilios con veterinarios locales y, si requiere tratamientos más complejos, se traslada a Junín de los Andes, a la red de Rescate Ñacurutú para que la atienda la veterinaria Bárbara Bartolomé.

Bárbara Bartolomé junto a una de las aves rescatadas. Foto: Facebook.

«Creo que lo importante ahora es destacar la colaboración y el trabajo interdisciplinario que realizamos«, dice la veterinaria. «Nosotros recibimos donaciones y gestionamos fondos para poder cubrir los gastos que implican las recuperaciones», agrega.

Tal como explican Titi y Bárbara, la fauna herida llega a través de delegaciones oficiales o particulares, vecinos o incluso colegas veterinarios. «Los animales reciben atención y contención en fin de las necesidades del caso», detalla.

Por ejemplo, al refugio de Aluminé llegó una lechuza campanario con una pata quebrada. «Le dimos primeros auxilios, pero como vimos que iba a demandar una cirugía mayor pensamos en derivarla a Barbara«, cuenta Titi. Sin embargo, la veterinaria tenía ocupada la jaula con el Aguilucho que solo necesitaba alimentarse para recuperar fuerzas.

«Lo que hicimos fue intercambiar los animales. La lechuza fue a tener su cirugía con Bárbara y ella me mandó al Águila», explica Titi. Aunque el pronóstico es reservado, el ave ya muestra avances.

Lo mismo pasa con la lechuza que hoy se está recuperando nuevamente en el refugio. «Estamos esperando que recupere sus plumas porque estaba medio desplumado y esperamos que cuando lo haga vuelva a la naturaleza a cumplir la función».

Junto a una lechuza que se recupera lentamente. Foto: Gentileza.

El lunes lanzarán una campaña para juntar fondos y pagar los gastos de la recuperación de las cuatro aves que están internadas. Tres en el refugio de Aluminé y una en el de Junín de los Andes. «En mi casa está el Águila Mora, la Lechuza Campanario y un Aguilucho (peuco). Bárbara tiene un Tucúquere que llego de Bariloche».

Hoy, casi veinte años después de aquel primer ñanco, el refugio de fauna silvestre de Aluminé ya no es solo una jaula armada a mano en el patio de una casa. Es un espacio articulado con veterinarios, instituciones y vecinos, donde cada ave o animal herido encuentra contención y una posibilidad de volver a vivir.

A veces Titi llega a su casa tarde, después de las tres, las cuatro, incluso las cinco de la tarde. No entra por la puerta como quien vuelve de una jornada de trabajo cualquiera, sino que lo hace con entusiasmo y va directo a las jaulas. Con la misma fascinación que aquel niño sentía cuando llovía en el campo y al otro día todo se llenaba de aves.

Después de revisarlos y ver que estén bien, imagina que pronto llegará el momento de su liberación. Es que es su parte preferida. “Cuando abrimos las puertas de las jaulas y ellos vuelan, yo me siento cada vez más libre”.


Todo empezó en una casa. No con un plan ambicioso, ni con un predio grande. Comenzó casi sin querer, con una jaula armada a mano, con plantas, troncos y un ave herida que necesitaba un lugar para recuperarse.

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