Los árboles que salvaron a Neuquén de las lluvias

En 1957 la ciudad capital, se vio devastada por una fuerte tormenta que destruyó más de 40 viviendas y anegó varios barrios. Parque Norte fue una medida para que no vuelva a pasar.

No fue tarea sencilla para el pueblo de Neuquén consolidarse en tierras tan inhóspitas como lo eran las de la confluencia. Los fuertes vientos que arrastraban arena, arcilla y árboles fueron las primeras batallas que debieron librar y cuando todo parecía que se encaminaba a tiempos más tranquilos, apareció la lluvia.

La gran tormenta que se registró en 1957, hizo que tanto la ciudad como la provincia dejaran de ocuparse por el primer llamado a elecciones constitucionales y por la redacción de la Constitución provincial, para abocarse a contener los desastres que ocasionó la lluvia. En la capital, se sumó el barrio y la arcilla que el agua arrastraba desde la barda. “El caudal fue tanto que el agua traspasó las vías del ferrocarril, inundando la zona del bajo, provocando los mayores estragos en los barrios Villa Farrel, Sapere, Barrio Nuevo y Colonia Confluencia. Se había generado casi un río entre la calle Alderete, bajando por Alem, cruzando las vías y bajando por Saturnino Torres hasta llegar al Limay”, se recuerda en las crónicas periodísticas de la época que fueron recopiladas por el equipo de trabajo del museo Paraje Confluencia de la ciudad de Neuquén.

Los relatos históricos dan cuenta de la magnitud de los daños que ocasionó el temporal. Nada había quedado casi en pie.

Hay que recordar que la mayoría de las viviendas estaban construidas con adobe y sus pisos eran de tierra. La furia de arcilla, barro y agua que bajaba de la barda, arrasó con todas ellas, dejándolas totalmente desmoronadas. “Más de 40 casas quedaron destruidas y varias zonas de la ciudad estaban tapadas por gruesas capas de barro, tanto en las calles como en el interior de las casas”, mencionaron los cronistas de aquella época.

Se sumó además, el desborde de canales y la caída de algunos techos de construcciones importantes.
El Estado debió entonces tomar medidas urgentes, no solo para atender la demanda de las familias que lo habían perdido todo, sino también y principalmente, para evitar que un nuevo suceso climático de estas características deje a la capital devastada.

La primera resolución fue la construcción de nuevas defensas aluvionales para redireccionar el agua de lluvia hacia sectores no habitados.

Pero tal una de las decisiones más acertadas de esos años fue la creación de una zona forestada sobre la barda, en aquel lugar alejado de la concentración urbana, donde parecía que nada podía crecer.
Se plantaron especies autóctonas que por sus características pudieran absorbe el agua y contener la carrera del barro. Ese lugar luego fue bautizado, años después, como Parque Norte.


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