Masacre del Limay: el horror tapado por el Paseo Costero de Neuquén

Una capilla recuerda el brutal asesinato de tres adolescentes a la vera del río, en Valentina Sur. Ocurrió en noviembre de 1998. Está oculta entre maleza y árboles. Proponen rescatarla.

Dentro de poco se cumplirán 24 años de la “Masacre del Limay”, Julio Aquines apuñaló a cinco adolescentes; a tres de ellos luego los quemó vivos, los otros dos se salvaron porque simularon estar muertos

Aquel martes del 24 de noviembre de 1998, Carlos Trafipán, Cayetano y César Correa, Claudio Painebilú y Juan Carlos Urra, fueron al río a pescar con latas y lombrices. Tenían entre 11 y 17 años. Para llegar tuvieron que atravesar las chacras, saltar alambrados y maleza. La urbanización quedaba lejos, no solía andar nadie por ese lugar.

Hoy, el paisaje es distinto. Se extiende al final de calle O’ Connor, un tramo del Paseo Costero, quizás no el más coqueto. Pero sí es cierto que por allí miles y miles de visitantes transitan a diario.

Hace 24 años, la familia de dos de los adolescentes asesinados construyeron una capilla de chapa y madera, con una cruz que recuerda los nombres de Cayetano y César Correa. Todos los años, conocidos y desconocidos encendían velas, se colocan flores, rosarios y objetos, en un desgarrador pedido de Justicia y Memoria. La Justicia llegó; el asesino, Aquines, tiene condena perpetua. La memoria…

«Crecieron flores amarillas silvestres en el lugar donde asesinaron a los chicos», dijo Néstor Cubito, presidente de la comisión vecinal de Valentina Sur Rural.

Vino el Paseo Costero con su bicisenda, su calle asfaltada y su cemento. El lugar cambió, pero la capilla sigue allí pero escondida. Quedó ubicada a unos 10 o 20 metros de la calle vehicular, está tapada de maleza y árboles. Pasan miles de ciclistas, peatones y automovilistas. Nadie repara en ese punto rojo que fue el lugar donde encontraron a los chicos asesinados, calcinados.

Es verdad, que hay una generación que no convivió con esa tragedia que fue de toda la ciudad; hay otra que solo escuchó lo sucedido en boca de padres y vecinos.

Pero en el barrio de los chicos, el recuerdo sigue intacto, vívido aunque cueste. “Cuando pasé por ahí vi a pocos metros de la casita, unas flores silvestres amarillas que están creciendo. Creo que es una señal. Creo que con permiso de la familia, tendríamos que hacer algo en ese lugar para recordar a los chicos. Los monumentos son para recordar cosas lindas, pero también para no olvidar las cosas feas que pasaron. Valentina nunca olvidó ese horror”, comentó Néstor Cubito, presidente de la comisión vecinal de Valentina Sur Rural. La capilla sigue ahí, debe permanecer ahí. Para que nunca más en un lugar donde no anda nadie, los pibes y las pibas que se divierten se crucen con un Aquines.


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