Replantan el bosque quemado por el incendio del 2009 en el Parque Lanín
Después de 15 años de monitoreo y estudios técnicos en la zona del arroyo Correntoso, empieza la replantación. El fuego impactó sobre bosques de araucaria, ñire, ciprés y lenga.
A más de quince años del incendio que arrasó con 2.976 hectáreas en el área del volcán Tromen, dentro del Parque Nacional Lanín, el bosque de la zona del arroyo Correntoso inicia una nueva etapa de recuperación. Tras un prolongado proceso de monitoreo y estudios técnicos, este otoño y la próxima primavera comenzará la replantación en sectores puntuales del área afectada por el fuego de 2009, que impactó sobre bosques de araucaria, ciprés, ñire y lenga.
El incendio marcó un antes y un después en uno de los bosques más valiosos de Neuquén. Apenas ocurrido hace 16 años, el equipo comenzó con las tareas de monitoreo.
“Este proyecto de restauración, llamado Proyecto Pewen, comenzó luego del incendio en 2009, a través de la instalación de parcelas de monitoreo que instaló el personal técnico del Parque Nacional Lanín, para tener una idea de la intensidad, la severidad del incendio y de los legados biológicos que habían quedado”, explicó Hernán Attis Beltrán, doctor en Biología e ingeniero Forestal del Área de Ciencia y Técnica del departamento de Conservación y manejo del Parque Nacional Lanín.
Lejos de ser una respuesta tardía, la decisión de replantar recién ahora responde a una estrategia deliberada. Es que ese trabajo inicial de monitoreo permitió dar cuenta que una intervención inmediata hubiese sido contraproducente. “Plantar en ese momento hubiese sido un error, porque habría tenido una altísima tasa de mortalidad. Hubiese sido ineficiente y sin resultados”, señaló. Así, se optó por observar y acompañar los procesos naturales de regeneración, entendiendo que el bosque necesitaba primero estabilizarse.
Durante los años siguientes al incendio, el área atravesó un proceso de “sucesión” a partir de la instalación de vegatación, pero no árboles. Tras el disturbio provocado por el fuego, las condiciones no eran buenas para la instalación de estos. “Las primeras etapas después de un incendio son muy poco favorables, por eso lo primero que se instala son arbustos y herbáceas, en función de los legados biológicos, de troncos, ramas y de especies que hayan quedado que tienen capacidad de rebrotar”, detalló el especialista.
Según explicó Beltrán, esa vegetación inicial cumplió un rol clave. “Una vez que se instala esa primera cobertura, podemos decir se dan las condiciones para que otras especies puedan ingresar en la sucesión”, dijo. En un contexto climático extremo con veranos secos y calurosos e inviernos muy fríos, esas primeras coberturas actuaron como plantas nodrizas. “Protegen del viento, de la desecación y de las heladas, y permiten que después los árboles tengan más probabilidades de sobrevivir”, explicó.
Con el paso del tiempo, el suelo recuperó estabilidad y comenzaron a disminuir los riesgos como la erosión y la pérdida de humedad. Recién entonces el área empezó a ser considerada una zona “cicatrizada”. Se trata de un sitio estabilizado y en condiciones de recibir intervenciones de restauración planificadas.
Esa evaluación fue confirmada en los últimos días, cuando equipos técnicos y científicos del Parque Nacional Lanín y del INTA San Martín de los Andes recorrieron la zona del arroyo Correntoso para ajustar las acciones que se pondrán en marcha. “Ahora, recorriendo los sitios, se ve que están dadas las condiciones para restaurar activamente en algunos lugares y pasivamente en otros”, explicó el doctor en Biología e ingeniero Forestal.
La replantación se concentrará en trece hectáreas y media este 2026, el próximo año se continuará. “Es un proceso largo, gradual y continuo”, señaló el referente. La replantación será especialmente en la zona donde se busca generar un corredor de ribera. Allí se respetarán las composiciones originales del bosque. “En ese trazo del arroyo se dan distintas estructuras forestales: en algunos sectores hay lenga, en otros se mezcla con ñire y araucaria. La idea es respetar esas composiciones y restaurarlas”, explicó.
La restauración pasiva implicará proteger la regeneración natural como rebrotes y plantas nacidas de semillas del impacto de animales herbívoros y de otros factores que puedan dañarlas. En los sectores más degradados, en cambio, se avanzará con restauración activa, que incluirá el cierre de áreas, la plantación de plantines y la siembra directa de semillas locales.
Las tareas se realizarán en otoño y primavera, las dos estaciones más adecuadas para la plantación debido a las bajas temperaturas. “Ambos momentos tienen sus pros y sus contras, y por eso también forma parte del diseño definir qué se hace en cada estación”, aclaró el especialista.
El proyecto Pewen forma parte de un trabajo de restauración de largo plazo que el Parque Nacional Lanín viene desarrollando en el norte del área protegida, con la participación de múltiples instituciones. Además del INTA, intervienen investigadores del CONICET que desarrollaron tecnologías que ahora se aplicarán en Tromen, como la siembra directa de semillas de araucaria y también participa la ONG Amigos de la Patagonia, que será clave en la convocatoria y organización de voluntarios.
La importancia de este proceso va más allá de la recuperación del paisaje. “Los bosques son fundamentales para el funcionamiento del ecosistema en el que vivimos”, sostuvo el especialista.
La restauración de un bosque quemado y los incendios recurrentes en verano
El contexto actual, atravesado por incendios cada vez más frecuentes y de gran magnitud, refuerza el valor de lo aprendido en el proceso de restauración. El verano pasado se registró uno de los incendios más grandes de la historia del Parque Nacional Lanín, en el Valle Magdalena, muy cerca del área quemada en 2009. “Fue fundamental el trabajo de los brigadistas para evitar que el fuego llegara nuevamente a estas zonas”, destacó Beltrán.
El referente remarcó que los incendios son disturbios naturales del ecosistema, pero advirtió sobre el riesgo de que se repitan con demasiada frecuencia. “Cuando el ambiente no tiene capacidad de resiliencia, ya no puede volver a generar esos bosques”, señaló. Por eso, insistió en que no siempre la respuesta inmediata debe ser plantar. “Después del incendio del Valle Magdalena surgió la urgencia de llevar plantas, pero aprendimos que los tiempos que tenemos los seres humanos no son los mismos que los del bosque».
Así, Tromen se transforma en un caso emblemático. “Después de 15 años recién se dieron las condiciones. Para el ser humano es mucho tiempo, pero para un ecosistema con especies milenarias es apenas un parpadeo”, reflexionó. “Tenemos que aprender a escuchar al bosque, entender sus tiempos y adaptarnos a ellos”.
«El ecosistema tiene un una dinámica y un funcionamiento per se en la que habitan un montón de de vida, de animales, de plantas y la idea es corregir ese daño que es natural», manifestó Beltrán.
Comentarios