Ser jubilada hoy: «Tenés que elegir entre comer o comprar remedios», la historia de Erika de Roca

Cobra la mínima y sigue trabajando, nunca pudo descansar. Mantiene dos empleos informales para sobrevivir. En su relato, el de muchas otras.

Agarra la calculadora, hace cuentas y los números no cierran por ningún lado. Los días son eternos hasta la fecha de cobro de la jubilación. Con la “soga al cuello”, Erika Pacheco tiene que pagar las tarjetas a punto de vencer: es deuda de supermercado y alguna compra de primera necesidad. 

En la cuenta bancaria hay 0 pesos. No queda rastro de los $400.000 de jubilación mínima y, como cada día de su vida desde los 19 años, está obligada a levantarse temprano una vez más, y salir a trabajar.  

Erika tiene 60 años y se desempeña como empleada doméstica en tareas de limpieza en dos casas. Luego de trabajar toda su vida con aportes discontinuados, en comercio y maestranza, logró jubilarse en septiembre de 2024 con la moratoria previsional. 

Foto: Alejandro Carnevale.

Previamente tuvo una pensión no contributiva por problemas de salud. Todo lo consiguió con insistencia, golpeando a diario las puertas de las instituciones y hasta un recurso de amparo.

“A veces tenés que elegir entre comer, comprar remedios o pagar los servicios. O trabajar toda la vida. Seguir laburando, porque al final, poder disfrutar un poco te das cuenta de que no podés. Yo ni siquiera puedo anotarme en una actividad porque coincide con mis trabajos”, cuenta. 

Con las “extras” suma unos $120.000 pesos al mes para ir costeando tarjetas de crédito y tarifas. Lo cierto es que el cuerpo ya no es el mismo que era para limpiar una casa. “Sentís un poco el peso de los años y ya no tenés la misma vitalidad”, dice. 

Las lágrimas brotan al repasar su vida. Una “osteoporosis muy avanzada” hizo que los médicos le indicaran bajar el ritmo de trabajo. “La verdad es que soy mamá soltera, así que laburaba como cuatro trabajos al día. Se hizo un poco difícil”, cuenta y se emociona. Su salud se fue complicando. Pasó madrugadas enteras haciendo filas en el hospital de Roca.  

Esa idea que tenía en mente sobre descansar, viajar, hacer algo para ella en esta etapa de la vida, se esfumó. “Se me fue rápido la ilusión cuando vi que quedaba con una jubilación mínima, en la cual tengo que seguir trabajando para sostener gastos porque la verdad no alcanza”, dice.

“No soy la única que pasa por esto”, insiste, sumamente preocupada. Desde Roca, decide ponerle palabras a su historia porque siente que refleja la de otros pares. Algunos se manifestaron hoy en la sede de PAMI por “jubilaciones acordes al costo de vida y cobertura plena de la medicación”, en el marco de una jornada nacional de protesta. 

Ella es consciente de que en su caso, a pesar de problemas crónicos de salud, el cuerpo aún “aguanta” para hacer algún extra, pero hay casos en los que no.Es muy doloroso todo esto que estamos viviendo, cuando en realidad tendríamos que estar descansando, disfrutando, haciendo actividades que nos alegren la vida y que no nos hagan sentir que somos fracasados, porque a veces uno se siente así: una trabajó, pero no ve los frutos”, dice. 

Además, se complica con el tema de los medicamentos. Ella tiene asma y PAMI ya no le cubre el 100%, sino el 60% de los remedios básicos. Una parte de sus haberes se van en los remedios para combatir las enfermedades que la misma vida le plantó.

Una historia laboral compleja


Su historia laboral y de vida tampoco fue sencilla. Erika Pacheco comenzó a los 19 años porque a los 18 tuvo que realizarse una cirugía de corazón. “Recién al año me dieron el alta como para poder trabajar”, recuerda. 

Más adelante logró ingresar a un comercio en el trabajó diez años, pero tuvo conflictos tras su embarazo y terminó despedida. “Me tenían que dar el horario de lactancia, los tres meses de licencia y todo eso conllevó un conflicto laboral”, cuenta. Muchos años después, cuando inició el trámite de jubilación se dio cuenta de que tenía los aportes discontinuados durante esa década. 

Le pasó de todo en la vida: murió uno de sus patrones y se quedó sin trabajo una vez. Hasta que logró la pensión no contributiva en 2017. “Y en octubre de ese año, hacía seis meses que la había cobrado, asumió (Mauricio) Macri y nos arrastró”, recuerda y cuenta: “Fue horrible y violento ir al banco y que el cajero te dijera que no tenías el mes depositado”. 

“Si hay algo que aprendí (…) es a hacer valer los derechos. Entonces, me acerqué a un abogado, hicimos un recurso de amparo”, cuenta y así fue como logró recuperar el beneficio, luego de tres meses de malaria y miseria total. 

Sin visión del futuro: incertidumbre


¿Cómo te visualizás de acá a 5 o 10 años?. Una pregunta compleja para Erika, quien hoy no visualiza un panorama mejor. “Yo me visualizaba antes de jubilarme, pensaba, me jubilo y me voy de vacaciones a disfrutar y, no, la verdad es que la realidad me golpeó crudo”, admite. 

“No dejo de pensar en las personas que ahora se están por jubilar y que no lo van a poder hacer. Las políticas de este gobierno liberal que tenemos, son crueles, sobre todo con nosotros, con las personas mayores”, concluye.


Agarra la calculadora, hace cuentas y los números no cierran por ningún lado. Los días son eternos hasta la fecha de cobro de la jubilación. Con la “soga al cuello”, Erika Pacheco tiene que pagar las tarjetas a punto de vencer: es deuda de supermercado y alguna compra de primera necesidad. 

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