«Todos dependemos de él»: el Garrahan y el Castro Rendón de Neuquén, un trabajo conjunto que salva vidas
El Garrahan no solo atiende en Buenos Aires... Allí, todos los días llegan consultas desde otras provincias y el organismo funciona como el eslabón fundamental de una red articulada. La hematóloga y oncóloga infantil de hospital de mayor complejidad de Neuquén contó sobre la tarea.
Hace años el Hospital de Pediatría Garrahan es un faro para la salud infantil en Argentina y su impacto no se mide solo en las miles de intervenciones de alta complejidad que realiza en su sede de Buenos Aires, sino que se extiende a lo largo del país. A más de 1.200 kilómetros de distancia, en la provincia de Neuquén, el Hospital Castro Rendón trabaja de forma articulada con el hospital nacional, transformándose en un centro de referencia, contención y acompañamiento para infancias y adolescencias.
Constanza Arnaiz es hematóloga y oncóloga infantil y trabaja en el hospital de Neuquén desde el 2011. Sin embargo, su carrera comenzó mucho antes y más lejos. «Me formé en el Garrahan y me vine porque solo había una hematooncolga acá», cuenta.
Ella, neuquina, forma parte de un equipo de solo tres especialistas que conforman hoy el servicio de hemato-oncología pediátrica del hospital neuquino. Desde su llegada, el hospital ha crecido y su demanda también. “Atendemos a todos los pacientes de 0 a 15 años con enfermedades hematológicas y oncológicas”, explica sobre su tarea.
Junto a sus colegas Romina Ramírez y Cecilia Bertone, también formadas en el Garrahan, lograron crear un equipo sólido que atiende más del 80% de los casos en forma local. Sin embargo, no es el único hospital que trabaja en estos casos. El Garrahan interviene cuando se requiere algo más.
Cirugías de alta complejidad, trasplantes, radioterapia son algunas de las necesidades que cubre el hospital pediátrico de Buenos Aires. A pesar de esto, Arnaiz explica que «no son solo derivaciones» las que llegan, sino también consultas y una comunicación que brega por el bien de los niños y niñas.
El objetivo nunca fue centralizar, sino descentralizar para evitar que una familia entera tenga que trasladarse a otra ciudad durante dos años. “La idea siempre fue que el paciente no se tenga que ir dos años al Garrahan a hacer su tratamiento cuando hay cosas que se pueden resolver localmente. Pero sí que, cuando se necesite algo especializado, puedan ir y resolverlo».
Eso implica mucho más que enviar un paciente en avión sanitario. Acá es donde aparece la figura de una red articulada. El trabajo implica análisis compartidos, reuniones virtuales, consultas digitales y, cuando es necesario, llamados urgentes.
“Tenemos una comunicación formal a través de la oficina de comunicación a distancia del Garrahan y también una informal, cuando la urgencia no demanda de los trámites administrativos”.
Un ejemplo que dio la médica es el de los foros mensuales para discutir casos complejos. «A veces los casos de tumores del sistema nervioso central demandan reuniones y dos veces por mes se reúnen especialistas de todo el país», explica.
«El Garrahan es un pulpo. Todos dependemos de él, de que funcione y que nos puedan dar seguridad de que va a seguir funcionando como un soporte para nosotros», expresó.
Así, en medio de un gran reclamo de médicos residentes del hospital nacional por mejoras salariales y una profunda crítica de vaciamiento del sistema sanitario público, la oncóloga infantil de Neuquén que trabaja de manera recurrente con el organismo, expresó: «Nosotros, por estar adentro, sabemos cómo se trabaja en el Garrahan. Sobre todo, el compromiso que hay. Tiene gente que es referente internacional, mundial en lo que hace. Son personas comprometidas con la atención de los pacientes, y es súper importante no perderlas”.
La advertencia no es menor. Lo que está en juego no es solo la operatividad de un hospital, sino el funcionamiento de toda una red nacional que sostiene la vida de miles de infancias y adolescencias en Argentina.
“Trabaja gente que tiene décadas de experiencia, la vida puesta en esto. Lo que hacen, lo hacen con vocación, y eso les sobra. Pero también tienen que estar bien retribuidos. Si se pierde eso, va a costar mucho tiempo volver a conseguirlo”.
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