Video | Sombrerito Blanco: la historia detrás del carrito de los churros ribereños más pedidos de Neuquén

Nació hace 12 años y su carrito está ubicado en calle Río Negro, a la vera del Río Limay.

A la vera del río Limay, a orillas del balneario Río Grande, un pequeño carrito se ha consagrado como el más popular de Neuquén por su sabor y tradición. Se trata de Sombrerito Blanco. Nacido hace 12 años a partir de la venta ambulante de churros, hoy tiene también su fábrica que les permite ofrecer productos frescos y de calidad a sus clientes.

“Esto empezó como una forma de luchar y avanzar en la vida”, relató Ariel Antúnez, fundador de Sombrerito Blanco, recordando los primeros pasos de este emprendimiento que comenzó de manera ambulante con su pareja Claudia, vendiendo de casa en casa y en la orilla del río.

El emprendedor relató que salía a vender churros con un sombrero blanco para proteger su piel y todos comenzaron a identificarlo de esa manera. «Comamos los churros esos que vende el de sombrerito blanco«, contó que decían entre los clientes.

Con el tiempo, la popularidad del producto creció, al punto de transformar aquella idea inicial en un carrito en la calle Río Negro, en la entrada del Paseo de la Costa.

En un garage, día a día, la familia Antúnez se dedicaba a la producción de churros. «La demanda fue creciendo y la gente pedía más el producto. Entendíamos que éramos buenos, pero que siempre podíamos hacerlo mejor», expresó Ariel.

Rápidamente el negocio levanto vuelo, y aunque fueron años de trabajo y dedicación, Ariel reconoció que «mucha gente ayudó». «Además de los clientes, el municipio nos ayudó a tener nuestro propio carro y eso formalizó muchísimo más nuestro producto», contó.

Los emprendedores comenzaron a experimentar sabores nuevos y se fue sumando más oferta. «Hay muchas otras fábricas que hacen buenos productos, nosotros solo intentamos hacer lo mejor que podemos».

Tienen una amplia carta con gran variedad de churros. Sin embargo, el más pedido es «Sombrerito Blanco», una creación de la casa. «Tiene un chocolate blanco particular arriba y la gente lo relaciona con el sombrero que usaba cuando salía a vender», explicó. «Fue accidental, o parte del destino, como a uno le guste», comentó.

Hay otros churros que también tienen lo suyo. Como el «Bonobon», con pasta de mani, o el «Banana Split». «Vale mucho la pena probarlos», aseguró Ariel. La misión es que siempre los clientes puedan disfrutar de un producto elaborado en el momento.

La familia emprendedora se dio cuenta de que «muchos llegaban de muy lejos y no tenían un espacio para sentarse a comer». «Ahí fue cuando vimos que teníamos que ofrecer algo más y decidimos tener un lugar como el que tenemos ahora», narró.

Es que este año abrieron una chocolatería cerca del río, en calle Chos Malal al 1800, donde elaboran los churros y además ofrecen un lugar tranquilo para consumir.

«El que conoce la historia sabe que trabajamos muchísimos años y con mucha ayuda de los clientes que siempre estuvieron dispuestos a acompañarnos en este crecimiento, con el tiempo logramos tener nuestro propio espacio», relató.

Ariel comentó que junto a Claudia se involucraron sentimentalmente con el negocio y «se convirtió en algo que uno siente que corre por dentro». Señaló que si bien «para muchos lo que es un negocio es un negocio y de eso se vive», para ellos «Sombrerito Blanco es todo». «Es nuestra vida y vivimos por esto».

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