Socios y simpatizantes

Macri aventaja a Weretilneck en que tiene una estructura política. El gobernador sabe de su carencia.

Adrián Pecollo adrianpecollo@rionegro.com.ar

panorama de río negro

La victoria de Mauricio Macri transformó el escenario. La sociedad está expectante y la clase política, movilizada frente a la conversión en marcha. Las perspectivas del Cambiemos rionegrino tiene una falla inicial: su bajo rendimiento electoral. Los otros problemas no son menores, centrados en pujas internas, la dispersión de los radicales y, como si fuera poco, la privación de interlocutores. El macrismo nativo –obviamente– es el mejor posicionado mientras el radicalismo –en cualquiera de sus variantes– quedó desamparado después del extraño renunciamiento de Ernesto Sanz. Las únicas llegadas al nuevo poder las posibilitó el diputado electo Sergio Wisky. Juntó al cipoleño Aníbal Tortoriello con el armador político Emilio Monzó y luego a los intendentes radicales José Luis Foulkes (Viedma) y Miguel Martínez (Huergo) con Sebastián García de Luca, que se perfila como secretario del Interior. Ese encuentro realineó a Pro y radicales, cuya marcha conjunta está averiada frente al reparto de los más de 200 cargos nacionales en la provincia. Evitar disputas, proponer “técnicos” y consolidar al próximo presidente fueron las líneas fijadas por De Luca. En principio, se programó un mapeo de áreas vacantes y candidatos. Las propuestas saldrán de una “mesa”, según el Pro, mientras sus socios estiman esas decisiones en un diálogo entre Wisky y Foulkes. Hay diferencias más sustanciales. El radicalismo prepara una expansión plena y urgente cuando el macrismo modera cualquier desembarco. Piensa en etapas y propone evaluar algunos cambios si es necesario. Está interesado en cuidar la relación con el senador Miguel Pichetto, quien participó en la mayoría de las designaciones nacionales. No habrá ninguna pelea en Río Negro que malogre ese incipiente vínculo con el presidente del bloque del FpV. Posiblemente el rionegrino sugiera su rol parlamentario cuando llegue la hilera de proyectos recién aprobados por Diputados y en el Senado se estacione la mayoría de ellos. Las alianzas parlamentarias son prioridades. Monzó –que presidirá Diputados– recibió a Tortoriello, lo abrazó y lo ubicó –junto con Wisky– como referente de Macri en Río Negro. Ese gesto lo observaron el diputado electo, De Luca y Juan Martín. El cipoleño se entusiasmó y lo retribuyó con otra muestra política. Llamó al diputado Luis Bardeggia y lo contactó con Monzó. El legislador concluye su mandato en el 2017. Así, Macri recurrirá a voluntades aisladas. Weretilneck ya lo hizo y construyó. ¿Algo entre ellos? Nada. El gobernador no logró hablar con el presidente electo y depositó sus felicitaciones en Monzó. Ellos se conocen. El macrista intentó sumarlo cuando el rionegrino deambulaba fuera del FpV. Estos desplantes tal vez expliquen las últimas dificultades de comunicación. Aun con su precariedad parlamentaria, Macri aventaja a Weretilneck. Él tiene partido. Esa estructura colabora en la convergencia de esfuerzos, compromisos y protecciones. El gobernador conoce de esa carencia, entonces reeditó su pretensión de conformar su partido. “No será nada excluyente y todos seguirán en Juntos. Hay quienes lo necesitan porque no tienen partido. Otros podrán seguir en los suyos”, insistió. Convocó para el sábado a toda la dirigencia oficialista para “conocerse” y “coordinar una organización” general. Al vicegobernador Pedro Pesatti lo incomoda la fundación de un partido. ¿Sentirá que deberá dejar, por eso, su peronismo? Su oposición es estratégica. “Así sólo vamos a achicar el espacio”, asegura. Se juntó con Weretilneck. Salió y comunicó que en ese encuentro no se “armará ningún partido”, sino que se reafirmará que Juntos “es un movimiento”. Weretilneck pondera los tiempos y no quiere disgustar a Pesatti. No obstante esa evaluación, seguramente el sábado planteará esa necesidad partidaria, que concretaría en marzo o abril. Redundará en que lo importante es el ámbito conjunto y en que la nueva constitución será un “instrumento electoral”. Ninguna explicación librará a peronistas y radicales, hoy integrantes de Juntos, de la disyuntiva de si continúan en su partido o se suman –plenamente– al de Weretilneck. Impulsor de la creación, el ministro Luis Di Giacomo ilustra bien el proceso. “Todos podrán estar, pero –como en un club– algunos serán socios y otros, sólo simpatizantes”, sintetizó con sorna. Un marco partidario ofrecería un cuadro de sujeción. Weretilneck edifica tratos personales, pero eso no siempre alcanza. El radical Marcelo Szczygol duda de seguir. Llegó en agosto a Deportes, con un fuerte impacto ya que había integrado en mayo la fórmula de la UCR para Viedma, encabezada por Foulkes. Fue elegido concejal, pero Weretilneck lo sedujo y asumió en esa secretaría. Cuatro meses después, Szczygol advierte la soledad política y presupuestaria. Piensa en una jugada curiosa para salirse: jurar en la banca del Concejo y, eventualmente, pedir licencia para “volver” a Deportes (formalizó esta semana su renuncia –como todos los funcionarios– para un rearmado que casi no será tal). Así se lo contó a Foulkes, quien intentó persuadirlo de que no era buena idea. Cualquiera sea el final, este suceso –como otros– revela la endeblez política del gobierno.


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