Tero Rengo, el vino orgullo de San Patricio del Chañar

Los vinos de Lucas Quiroga expresan claramente lo que busca: que sean naturales, con la intervención justa y que representen su terroir. Por eso el viñedo es orgánico y respetan la biodiversidad del entorno.

Por Juanjo Larrondo

@juanjo_larrondo

Hace un tiempo empecé a escuchar de un vino rico que hacía artesanalmente una familia en San Patricio del Chañar. Elaboraban doscientos litros y lo hacían para ellos y sus amigos. Lo disfrutaban en comidas íntimas y en otras multitudinarias, servido en pingüino a la vieja usanza. Es como que alguien me susurraba que era un vino diferente, que tenía algo de misterio, que estaba hecho con mucho esfuerzo pero a la vez con todo el amor posible.

Lucas Quiroga, orgullo con su producto, síntesis de conocimiento y laburo fuerte. Fotos: Juanjo Larrond

Tardé en acercarme a él y fue creciendo. Del pingüino en la mesa familiar saltó a la botella y al mercado. Era solo cuestión de tiempo, pensé, porque cuando algo se hace con tanto amor y esfuerzo es casi imposible que escape al éxito. Y el éxito en el mundo del vino muchas veces se asocia a la multiplicación de las botellas y de las personas a las que el contenido de las mismas hace feliz. Porque el vino antes y ahora es sinónimo de felicidad, quizá la clave para que sea la más noble de las bebidas.

Este vino con halo de misterio ahora tiene nombre. Se llama Tero Rengo y lo hace Lucas Quiroga, un enólogo y gran tipo que conocí en 2004 cuando recién llegaba al Chañar desde su Mendoza natal y empezaba a recorrer su camino profesional en Bodega del Fin del Mundo.

“El proyecto Tero Rengo se inicio en 2011, cuando junto con mi señora Silvana compramos una pequeña finca en San Patricio del Chañar. Nuestra idea inicial era tener un lugar donde producir nuestras propias frutas y verduras, siempre con la base de ser sustentable y dentro de las enmiendas orgánicas. Paralelamente a esto comenzamos con el proyecto del viñedo”, cuenta Quiroga.

En esta finca la familia tenía algunas mascotas, entre ellas un tero que le faltaba una patita. Era muy territorial y se defendía a los gritos cada vez que alguien se le acercaba. En honor a esa simpática ave nació el nombre del proyecto.

A Lucas le encanta estar en contacto con las vides, una costumbre que tiene de chico, cuando con sus padres hacían vino en forma artesanal en Mendoza. “El arte de hacer vino era parte de nuestras vidas y casi una obligación”, dice. Ahora, como siguiendo el legado familiar, le pide a sus hijas, de 12 y 7 años, que lo ayuden en la vendimia y en la elaboración. Cada cosecha les reserva un vin lleno de uvas para que las chicas las pisoteen y jueguen adentro.

Tero Rengo es el sueño de los Quiroga, nunca lo fue solo de Lucas. Por eso cuenta orgulloso que “compramos postes, alambres y plantas de Malbec y nos aventuramos en esta historia. Tuvimos la satisfacción de plantar la viña con nuestras propias manos y en 2015 ya tuvimos nuestra primera vendimia. Fueron vinificaciones en tachos plásticos de 200 litros y el principal destino era llenar los pingüinos de las mesas de nuestra familia”.

La producción empezó a crecer mientras el viñedo se estabilizaba y la necesidad de herramientas y maquinarias para la elaboración se hizo inminente. Todo se fue dando por decantación y pudieron obtener un crédito del Centro Pyme para comprar moledora, bombas y tanques de acero inoxidable. Actualmente está en construcción la bodega con una capacidad de 12.000 litros con posibilidad de expandirse al doble.

La familia Quiroga hoy tiene dos marcas en el mercado. Tero Rengo Malbec es la línea joven de la bodega donde se resaltan los aromas frutados y florales del varietal. Es fresco con buena acidez y tiene una crianza de 6 meses en tanques de acero inoxidable, decantación natural y fraccionado sin filtración. Es un vino simple, rico, muy fácil de beber, que expresa cabalmente las virtudes del terruño que lo ve nacer y tiene una gran relación precio calidad ya que cuesta 160 pesos.

Clan Kiu Malbec es el otro exponente. En este caso un vino de guarda con 12 meses de crianza en barricas de roble francés. Es complejo, concentrado, y tiene un muy buen equilibrio entre la fruta y los aromas aportados por el roble. También tiene una decantación natural y sin agregados. Ronda los 300 pesos.

Los vinos de Lucas Quiroga expresan claramente lo que busca: que sean naturales, con la intervención justa y que representen su terroir. Por eso el viñedo es orgánico y respetan la biodiversidad del entorno. Quiroga dice con firmeza que “no tenemos referentes ni horizontes a seguir, queremos que los vinos se expresen solos y el consumidor nos juzgue. No queremos caer en el esnobismo del vino. No queremos elitizar el vino”. Y eso queda claro desde la etiqueta cuando reza “Es un vino natural, puro, ideal para acompañar a la gente trabajadora en sus momentos de descanso y placer”.

Se ve que las etiquetas son importantes para los Quiroga. Tienen un diseño muy cuidado y la que viste al vino de guarda es innovadora, con un simpático tero vestido con una camisa hawaiana obra de Sergio Aquindo, un mendocino al que Lucas conoció en su viaje por Francia y es caricaturista del prestigioso diario Le Monde.

Tero Rengo no se quedará solo con dos tipos de vino. Planean para 2020 ir en búsqueda de un Pinot Noir y un Espumante, además de algunas innovaciones en otras zonas de producción.

El emprendimiento familiar vitivinícola demanda un gran esfuerzo pero Lucas Quiroga está preparado: “No nos olvidamos que el vino para nosotros es un estilo de vida, pero también es un negocio ya que vivimos de esto. Por eso estamos muy pendientes de cada etapa del proceso. Un día sacamos yuyos del viñedo, otro día analizamos diseños de etiquetas y al otro estamos vendiendo en la Capital. Tenemos el orgullo de hacer todo esto y cuando ves que te llega un buen comentario de tus productos o vas a algún lugar y te los encontras en una góndola, nos llena de satisfacción”.

Lucas junto a Silvana, su esposa y compañera infatigable en los proyectos productivos familiares.

La comercialización es la última etapa del proceso y no por eso la más sencilla. Tero Rengo se maneja por pedidos directos y también tienen colaboradores estratégicos en distintos puntos de la región. Este año comenzaron a vender en Buenos Aires, pero se encontraron con que los pequeños productores no reciben el respeto que merecen y para entrar a las cartas de los restaurantes les piden varias cajas sin cargo o descuentos desmesurados.

Lucas Quiroga trabajó en bodegas importantes con grandes referentes como Horacio Bibiloni en Mendoza; Marcelo Miras y Sergio Pomar en Bodega Del Fin del Mundo; y hasta con Michel Rolland en Francia. Desde que está en Patagonia lleva elaborados varios millones de kilos, sin embargo ahora solo hace algunos miles de litros. Pero lejos de sentir nostalgia dice que “el foco es diferente, puedo asegurar que la libertad y la felicidad que genera la independencia es incomparable, no es solo una cuestión de dinero. Además, si a esto le sumas el apoyo y acompañamiento de cada miembro de nuestra familia con el que cuento, uno se siente pleno y realizado”.

En la finca, el trabajo diario siempre es interminable.

Contacto

IG @terorengowines

Las hijas de Lucas y Silvana empapadas ya en la cultura vitivinícola, a su modo: lúdico y con alegría.

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