Todos quieren la bomba
por JORGE GADANO
La Segunda Guerra Mundial dejó algunas novedades importantes, cuales fueron el afianzamiento del poderío del sistema soviético en una tercera parte del planeta, y la bomba atómica, exitosamente puesta a prueba en las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. Lo primero hoy es historia desde el derrumbe de la URSS, pero la bomba, aunque no se haya vuelto a usar, sigue ocupando un lugar principal en el debate mundial.
Desde que terminó la guerra, bajo el liderazgo de los Estados Unidos los países más poderosos, vencedores en la contienda, se lanzaron a una carrera por, ellos también, tener la bomba. Con sus más y sus menos, la URSS, Francia, Inglaterra y China quedaron asociados a Estados Unidos en el exclusivo club nuclear.
En 1968 fueron 188 los países que firmaron el Tratado de No Proliferación Nuclear, que declaraba «legales» poseedoras de la bomba a las potencias mencionadas, y comprometía a los firmantes a no fabricarla. Pero la India y Paquistán, enfrentados en un conflicto de larga data por el territorio de Cachemira, no lo firmaron y desarrollaron su propio arsenal nuclear. Son los denominados «no legales».
Queda por ver el caso de Israel, que nunca confirmó ni desmintió que posea la bomba, aunque fuentes de inteligencia confiables dicen que tiene entre 80 y 200 cabezas nucleares. Entre los restantes se encuentran aquellos de quienes se sospecha que se proponen fabricarla, y los que dijeron haber desmantelado sus plantas para producirla, la Argentina y Brasil entre estos. Brasil, sin embargo, está enriqueciendo uranio, y rechaza las presiones del gobierno de George Bush para que deje de hacerlo. El argumento que manejó la diplomacia norteamericana ante el canciller brasileño, Celso Amorim, fue el de que el camino emprendido por Brasil es un respaldo para el gobierno iraní, pero Amorim contestó que Irán tiene derecho a trabajar en el enriquecimiento de uranio, bien que condicionando tal derecho a que despeje cualquier duda sobre intenciones de fabricar la bomba.
El mejor camino para contener la enfermiza avidez armamentista de los Estados podría ser, tal vez, el de volver a fojas cero, lo que implicaría que los países integrantes del club nuclear lanzaran una propuesta de prohibición total de la construcción de armas nucleares y de destrucción de las existentes, comprometiendo en ella su participación. La iniciativa significaría la renuncia al privilegio de exclusividad que se atribuyeron los vencedores de la Segunda Guerra Mundial y, a la vez, un argumento incontrastable contra aquellos Estados que, de hecho, pretenden ingresar al club.
La denuncia del gobierno de los Estados Unidos contra los planes iraníes de construir la bomba parten de una sospecha que es compartida por otros países y por la Agencia Internacional de Energía Atómica. El gobierno iraní, presidido ahora por el radical Mahmoud Ahmadinejad, asegura que su plan nuclear, que ha logrado el enriquecimiento de uranio, tiene fines pacíficos y que no renunciará a él. Al propio tiempo exhorta al mundo islámico a unirse para destruir a Israel y pone en duda que el Holocausto haya existido.
A pesar de que la guerra en Irak no ha tenido resultados estimulantes para iniciar otra, el presidente Bush, el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld –criticado por altos jefes militares estadounidenses–y la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, han coincidido en declarar que, si la opción diplomática fracasa, no se descarta la militar para acabar con el plan nuclear iraní. Al respecto, algunas fuentes dijeron que para el ataque se usarían bombas nucleares «tácticas», de cuyo probable uso se viene hablando desde la guerra de Vietnam.
Las declaraciones de una y otra parte están impregnadas de una inquietante carga bélica. Según el diario inglés Sunday Times, afecto a las noticias de alto impacto, hay en Irán 40.000 ciudadanos entrenados para ataques suicidas, que se concretarían contra blancos especiales de Estados Unidos y Gran Bretaña, que ya están seleccionados. Nada menos que «la desaparición de Gran Bretaña está en nuestros planes», dijo Hassan Abasi, director de un «Centro de Estudios Estratégicos Doctrinales de la Guardia Revolucionaria».
El Times también mencionó un documento de febrero pasado fechado en Washington, del cual se desprende que si el conflicto con Irán no se resuelve por medios diplomáticos, el presidente Bush tendría decidido el ataque antes de que concluya su mandato, con el argumento de que no sería correcto dejar esa responsabilidad sobre los hombros del presidente que le suceda. Es un argumento comprensible, aunque uno no puede dejar de pensar en que a Bush le gusta bombardear.
La Segunda Guerra Mundial dejó algunas novedades importantes, cuales fueron el afianzamiento del poderío del sistema soviético en una tercera parte del planeta, y la bomba atómica, exitosamente puesta a prueba en las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. Lo primero hoy es historia desde el derrumbe de la URSS, pero la bomba, aunque no se haya vuelto a usar, sigue ocupando un lugar principal en el debate mundial.
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