“Tormentas y tormentos”
Las tremendas lluvias de estos días han evidenciado la completa ausencia de obras públicas realmente trascendentes y el severo costo económico y moral que la naturaleza cobra por ese motivo a los sufridos habitantes y productores de pueblos y ciudades del interior no turístico que, por serlo, no aparecen en los canales de televisión. Los daños y sufrimientos del conurbano al menos quedan registrados y deberían ser usados como argumentos para denunciar a las autoridades responsables y que la Justicia decida lo que les corresponde. Respecto del interior, lo que vale para los políticos es el refrán “ojos que no ven, corazón que no siente”. Lo que no se ve no existe y sólo se debe gastar dinero en cosas que por su visibilidad se traduzcan, en el corto plazo, en votos y popularidad. Nada de mediano o largo plazo; lo que cuenta es la próxima elección y el origen de los recursos para ganarla. Y que se vea por televisión. Los gobiernos conservadores de fines del siglo XIX y principios del XX encararon la construcción de decenas de canales de drenaje entre Buenos Aires y Mar del Plata para dar un rápido alivio a los suelos saturados por las aguas de lluvia. Se los puede identificar en cualquier mapa. Con la llegada de los gobiernos populares no sólo cesaron las obras públicas para favorecer el rendimiento de nuestros campos, sino que –con el pretexto de industrializar el país– se implementaron políticas agresivas hacia los productores rurales, a los que se calificó despectivamente de oligarcas. Ciudad y campo dejaron de complementarse para dar paso al enfrentamiento que propiciaron los políticos. La urbanización creciente era una invitación para hacerse de los votos de las ciudades con el dinero sacado a los productores rurales. Los subsidios se transformarían en votos. Con estas políticas hoy tenemos una industria que agoniza y las ciudades sitiadas por villas, exportamos menos carne que Paraguay, producimos tanto trigo como cien años atrás, nuestros clientes externos nos abandonan, no tenemos marina mercante ni puertos modernos y tampoco Fuerzas Armadas –por lo que dependemos de la buena voluntad de nuestros vecinos–, las retenciones mataron a los pequeños y medianos productores rurales, la inflación y las regulaciones aduaneras han llevado a un cruel destino a todas las economías regionales, la lechería está masivamente quebrada, etcétera. Hoy sólo prosperan económicamente aquellos que gracias a esta política y sin arriesgar nada personal parasitan las increíblemente numerosas dependencias del Estado. ¡Ah! Y la hotelería en el sur. La política de Robin Hood de robar al que tiene porque produce para repartirlo entre los que no tienen da una rápida popularidad pero acarrea el inconveniente de que cada vez hay menos gente dispuesta a dejarse robar y eso acerca el riesgo de enfrentamientos, máxime en una circunstancia como la actual, que encuentra al campo no sólo descapitalizado sino también, además de inundado, injustamente endeudado. Humberto Guglielmin DNI 10.401.180 Bahía Blanca
Humberto Guglielmin DNI 10.401.180 Bahía Blanca
Las tremendas lluvias de estos días han evidenciado la completa ausencia de obras públicas realmente trascendentes y el severo costo económico y moral que la naturaleza cobra por ese motivo a los sufridos habitantes y productores de pueblos y ciudades del interior no turístico que, por serlo, no aparecen en los canales de televisión. Los daños y sufrimientos del conurbano al menos quedan registrados y deberían ser usados como argumentos para denunciar a las autoridades responsables y que la Justicia decida lo que les corresponde. Respecto del interior, lo que vale para los políticos es el refrán “ojos que no ven, corazón que no siente”. Lo que no se ve no existe y sólo se debe gastar dinero en cosas que por su visibilidad se traduzcan, en el corto plazo, en votos y popularidad. Nada de mediano o largo plazo; lo que cuenta es la próxima elección y el origen de los recursos para ganarla. Y que se vea por televisión. Los gobiernos conservadores de fines del siglo XIX y principios del XX encararon la construcción de decenas de canales de drenaje entre Buenos Aires y Mar del Plata para dar un rápido alivio a los suelos saturados por las aguas de lluvia. Se los puede identificar en cualquier mapa. Con la llegada de los gobiernos populares no sólo cesaron las obras públicas para favorecer el rendimiento de nuestros campos, sino que –con el pretexto de industrializar el país– se implementaron políticas agresivas hacia los productores rurales, a los que se calificó despectivamente de oligarcas. Ciudad y campo dejaron de complementarse para dar paso al enfrentamiento que propiciaron los políticos. La urbanización creciente era una invitación para hacerse de los votos de las ciudades con el dinero sacado a los productores rurales. Los subsidios se transformarían en votos. Con estas políticas hoy tenemos una industria que agoniza y las ciudades sitiadas por villas, exportamos menos carne que Paraguay, producimos tanto trigo como cien años atrás, nuestros clientes externos nos abandonan, no tenemos marina mercante ni puertos modernos y tampoco Fuerzas Armadas –por lo que dependemos de la buena voluntad de nuestros vecinos–, las retenciones mataron a los pequeños y medianos productores rurales, la inflación y las regulaciones aduaneras han llevado a un cruel destino a todas las economías regionales, la lechería está masivamente quebrada, etcétera. Hoy sólo prosperan económicamente aquellos que gracias a esta política y sin arriesgar nada personal parasitan las increíblemente numerosas dependencias del Estado. ¡Ah! Y la hotelería en el sur. La política de Robin Hood de robar al que tiene porque produce para repartirlo entre los que no tienen da una rápida popularidad pero acarrea el inconveniente de que cada vez hay menos gente dispuesta a dejarse robar y eso acerca el riesgo de enfrentamientos, máxime en una circunstancia como la actual, que encuentra al campo no sólo descapitalizado sino también, además de inundado, injustamente endeudado. Humberto Guglielmin DNI 10.401.180 Bahía Blanca
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