Turismo y Covid, entre los protocolos estrictos y la “nueva normalidad” en Bariloche

Cuando se habilitó la actividad en diciembre pasado se impusieron nuevas reglas, pero ahora las medidas son más laxas aunque algunas llegaron para quedarse.

La apertura de la actividad turística puso en marcha en diciembre de 2020 las esperanzas de recuperar el terreno perdido luego de la primera ola de Covid, con pautas sanitarias que demandaron un aprendizaje acelerado. Un año después muchos de aquellos hábitos y protocolos quedaron atrás, otros sobreviven sin cambios y ya pasan casi desapercibidos, pero también hay situaciones que generan molestias y quejas de los huéspedes.

Entre los prestadores hay satisfacción porque pueden trabajar a buen ritmo, aunque algunos transmitieron cierta incertidumbre porque el rigor normativo de un principio ya no es tal y no saben a qué atenerse.

En los hoteles una de las reglas fijas que llegó para quedarse es la puntillosidad en la limpieza de pasillos, baños y habitaciones, que se realiza con desinfectantes más poderosos que los que se empleaban antes de la pandemia.

También rige el desayuno por turnos previamente acordados. Esto último no es del todo cómodo para muchos turistas, porque la mayoría prefiere descansar hasta más tarde y piden mesa para las 10, pero si no se apuran a reservar llegan tarde.

El presidente de la Asociación Empresaria Hotelero Gastronómica, Claudio Roccatagliata, dijo que los turnos “sirvieron para ordenar y para limitar la circulación”. En la limpieza trabajan con productos “especiales y más efectivos” que se podrían mantener porque “son estándares que hacen a la calidad del servicio”.

En restoranes, bares y cervecerías sí hubo cambios notorios en los últimos 12 meses, cuando empezaron con aforos estrictos del 50% y hoy esos límites desaparecieron. Los mozos continúan con el uso de barbijo y los clientes se lo sacan para comer, pero deben ponérselo para ir al baño. Algunos se resisten y a veces se generan entredichos, reconocieron en una cervecería de los kilómetros.

Esa misma exigencia tampoco es comprendida del todo en los hoteles, donde el barbijo es obligatorio en espacios comunes, pero hay huéspedes que no lo aceptan y comparan con la laxitud que encuentran en restoranes y otros ámbitos cerrados.

El transporte y las excursiones (incluidos los catamaranes) también trabajan hoy sin aforos, cuando en un principio no podían vender más de los 50% de los lugares disponibles. En relación a la prepandemia el cambio principal es el barbijo, que se mantiene como regla ineludible.


Una modalidad particular


Un universo aparte son los hostels, donde la adaptación fue más problemática, ya que en esos establecimientos la pauta siempre fue la convivencia estrecha entre desconocidos. Pablo Molteni, propietario del hostel Achalay, dijo que cuando empezó la apertura trabajaron poco porque “no se podían compartir habitaciones, salvo familias o grupos en burbuja”, lo cual no convenía al prestador por los costos.

Ahora los aforos están liberados, pero con barbijo obligatorio en áreas de uso común. También rigen indicaciones más estrictas en la asignación de turnos de cocina (45 minutos, por lo común) y en la limpieza de los utensilios compartidos. Los dispenser de alcohol en gel y de “solución al 70%” están en cada rincón y se integraron a los hábitos de todos, empleados y pasajeros.

Molteni dijo que incorporaron la “desinfección permanente”, sobre todo en los baños, y que “por suerte no hubo contagios” por la convivencia en hostels. Admitió que tienen algunos costos extra por los nuevos protocolos pero “antes no se podía trabajar y era mucho peor”.

Observó que los turnos en el desayuno seguramente quedarán incorporados aun después de la pandemia “porque ayudaron a acomodar” la prestación. Algunos hostels lo manejan con aplicaciones de celular y otros con planillas en la recepción.

“La gente está más relajada y hay quienes se resisten un poco a mantener las reglas -admitió Molteni-. Pero hay algunas cosas que no van a volver a ser como eran. Hay que hablar de una nueva normalidad. Tenemos que adaptarnos nos guste o no, porque de otro modo ponemos en riesgo a la gente y de eso depende tener trabajo”.

Florencia Guzzetta, del camping y hostel Los Coihues, dijo que la autorregulación también es un nuevo fenómeno y en algunos casos funciona incluso como recurso de márketing. “Antes todo era más estricto y después se fue descomprimiendo, pero el virus sigue y hay que cuidarse -explicó-. Nosotros pedimos libreta de vacunación. No es algo obligatorio pero genera tranquilidad”.

Reconoció que el barbijo encuentra cada vez más resistencia y “en verano es complicado”. El camping lo sigue exigiendo en los baños y en lugares cerrados cuando se comparte con gente ajena al grupo propio. Guzzetta dijo que “no es sencillo tratar con la gente. Hay que explicar, hay mucho ´disculpe, pero…’. Pasa de todo: algunos lo toman mal, pero otros lo entienden y agradecen”.


Desconcierto


Lo que empezó con reglas férreas e imposibles de eludir, que incluían hasta la toma de temperatura y declaraciones juradas con datos personales y síntomas de cada cliente, se fue desarticulando con el correr de los meses. Tanto que hoy algunos prestadores se quejan de la falta de precisión.

La encargada del complejo de cabañas Rupu Pehuen, Marina Cingolani, dijo que hace un año “era todo muy estricto, pero hoy cada uno hace lo que se le da la gana. Ni el municipio ni la asociación hotelera te dicen con claridad qué hay que hacer”.

Señaló que “es difícil saber a qué atenerse porque no hay directivas, no tenemos resolución del municipio ni pautas por escrito”. Dijo que la limpieza la mantienen con una frecuencia de 48 horas “para que haya menos movimiento” y solo la hacen todos los días “si lo pide el pasajero”.

“No podés saber cuál es el criterio. Jamás nos controlaron, jamás vinieron”, sostuvo Cingolani. Coincidió en que el mayor motivo de rispideces es el uso de tapabocas. En Rupu Pehuen tienen un parque amplio y allí la gente no lo usa, pero sí se los exigen en la recepción “y muchos se quejan”.

El complejo tiene piscina cubierta pero nunca la habilitó desde la reactivación post pandemia. “No sabemos bien qué reglas habría que aplicar, estamos esperando a ver cómo evoluciona todo”, dijo la encargada.


El alerta se mantiene


La ministra de Turismo de Río Negro, Martha Vélez, dijo que la actividad tiene un ritmo similar al que se registraba antes del brote de coronavirus. Pero aun así la continuidad de la pandemia obliga a mantener las medidas de cuidado. Mencionó como ejemplos más directos el tapabocas en los mozos y el alcohol en gel a disposición en todas las mesas, que perduran en los restoranes.

Lo que veo es que la gente respeta, si hay algún enojo son casos aislados -afirmó-. Hay una conciencia ya impuesta, porque si bien avanzó la vacunación y eso puede generar relajación, también hay cepas nuevas que nos obligan a mantener el alerta”.

En los aeropuertos ya se permite también el acceso libre a los acompañantes, cuando antes solo podían ingresar a los edificios los pasajeros con boleto. Según Vélez, esa regla también genera sensación de mayor normalidad, pero otras “van a quedar porque son buenas, como los turnos para el desayuno, la ventilación y la desinfección de todos los elementos compartidos”.


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