Un canto al oasis de la región Sur: Valcheta

El escritor le rinde culto a su ciudad natal: a su arroyo, sus calles, las vías del ferrocarril, sus arboledas. “La vida de los vecinos transcurre en forma serena y sencilla. Todo es parabién al abrigo de las altas y verdes alamedas”, asegura.

Valcheta es un pueblo donde la mano de Dios ha sido pródiga. El viejo arroyo mesetario del mismo nombre irriga las chacras aledañas y a la altura pueblo las huertas y jardines. En las acequias el agua corre bulliciosa y refrescante. La frondosa arboleda distingue al lugar como el “oasis de la región Sur” en contraste con el paisaje árido de la estepa.


Desde el Cerro de la Cruz, un verdadero mirador natural, se puede apreciar una cautivante panorámica de toda la comunidad. Allá la presencia de un ciprés. Más cerca una hilera de álamos eleva su altura verde y enhiesta hacia el cielo. Más acá se adivina la parroquia “Nuestra Señora de Luján”. Más lejos la estación de trenes. Pero todavía más lejana aún la típica forma del cerro sombrero.

Las vías férreas cruzan el ejido urbano y el paso de algún tren alborota el ladrido de los perros que saludan su paso.

Las tardes de verano son limpias y serenas. El cielo con el crepúsculo se viste de arreboles. El vuelo de los loros interrumpe el solaz y el silencio. Pero luego de tanta inquietud todo se apesebra. Y cada cual se apresta para terminar una jornada más, volviendo al abrigo de las casas familiares.

Lindero a las vías el bosque de árboles petrificados duerme su silencio milenario de sesenta millones de años. Ante tamaña circunstancia el hombre se siente pequeño y toma conocimiento de su gran fragilidad.


El Museo guarda reliquias de valor. En los talleres artesanales las artesanas elaboran con sus manos las matras de colores. Los canales de riego transportan el agua que irriga paseos y jardines. Sobre ellos los cangilones entonan su canción con bullicio y frescor.

Las cerezas que se cosechan en las chacras linderas son de una calidad superlativa, un verdadero manjar para endulzar el paladar. La miel que se produce tiene un valor ecológico muy importante dado que toda la colonia agrícola está libre de agroquímicos. Las abejas enjambran y producen la primera miel con la floración de las jarillas.

En los paseos públicos una exposición permanente de antiguas maquinarias de la colonia ornamentan los espacios públicos ilustrando al visitante de las labores que realizaban los primeros colonos. En las riberas del arroyo una cartelería luminosa muestra los poemas de autores locales que glosaron a este curso de agua permanente que tanto distingue a la localidad.


Valcheta es un edén para descubrir, una arcadia, un oasis en medio de la estepa patagónica de la región sur. Asienta sus reales entre la azulada extensión de la gran meseta de Somuncurá y el misterioso y mítico bajo del Gualicho donde las viejas leyendas cuentan una historia diferente.

La vida de los vecinos transcurre en forma serena y sencilla. Todo es parabién al abrigo de las altas y verdes alamedas.

Valcheta, donde el arroyo se colma, donde el sol madura la redondez de los frutos, donde el clima es benigno y donde en las noches las estrellas parecen alcanzarse con las manos.

Es el solar nativo de mis padres, mi lugar en el mundo.


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