Un mundo, muchas culturas


La forma de ser de la sociedad japonesa no se puede exportar en medio de una crisis. Podemos tratar de mejorar nosotros. Pero son milenios de cultura los que están detrás de esas conductas.


Hay muchas frases sobre la crisis y pocas o ninguna se demuestran ciertas en esta encrucijada. “Toda crisis es una oportunidad” escuchamos decir desde niños, pero ahora que estamos ante esta pandemia vemos que no es tan fácil aprovechar esa “oportunidad” -si es que realmente se puede-. Lo mismo sucede con esa idea de que cuando algo nos conmociona profundamente como sociedad cada uno de nosotros aprende algo valioso que transforma positivamente nuestras vidas.

Para nada es así. Hay gente (muy poca) que aprovecha cada ocasión para ir aprendiendo; pero también existe mucha otra que dejó de aprender ya al comienzo de su vida y desde entonces sigue siendo tan caprichoso como cuando lograba que sus padres le dieran lo que pedía con gritos y lágrimas.

Algo semejante pasa con los que creen que al ser global esta crisis nos va a enseñar a cada uno de los que estamos en cuarentena en cualquier parte del mundo sobre la complejidad cultural en la que vivimos. Desgraciadamente no es así. Conductores de noticieros de TV e invitados a opinar en los programas radiales, columnistas en los diarios y panelistas de los programas de noticias televisivas, en todos los espacios públicos se dice que para pasar en mejores condiciones esta pandemia deberíamos aprender de los países que mejor gestionaron la salud pública y menos daño infligieron a la economía.

Se suelen citar los casos de Corea del Sur, de Taiwán, de Singapur, de Hong Kong y hasta de China. En todos esos lugares se logró parar la difusión de los contagios con muchas menos víctimas graves y con menos muertes que en Europa, EE. UU. y ahora en América latina. Eso es cierto.

El problema es que en todos esos países existen tradiciones milenarias que sirven de base cultural esencial para que hayan podido responder de una forma colectiva, disciplinada y eficaz, y esa cultura que les permitió actuar tan positivamente no es exportable. Son milenios de conducta social completamente diferente a las nuestra y no pueden resumirse en tres consejos que cualquiera podría aplicar en cualquier contexto.

Recomiendo escuchar completa (es breve, apenas 6 imperdibles minutos) la charla de la escritora Anna Kazumi Stahl en el reciente TEDx Rio de la Plata 2020 sobre el colectivismo de la cultura japonesa. Anna Kazumi vive desde hace 25 años en la Argentina. Escribe en castellano, lengua que recién aprendió al venir a vivir aquí. Vivió mucho tiempo en EE. UU. Es de familia japonesa y alemana y conoce bien todos estos distintos países y sus culturas tan diversas. En su charla TEDx cuenta cómo funciona y qué es el colectivismo social en la cultura japonesa.

Los japoneses, cuenta Kazumi Stahl, usan los barbijos cuando tienen alguna infección respiratoria que puede contagiar a los demás. Los usan para proteger a los otros (no, como los occidentales, para protegerse a si mismos). Además, como el enfermo con barbijo puede ser rechazado socialmente o visto con desconfianza por los que teman contagiarse, cuando es temporada invernal la mayoría de la gente en Japón -aun la que no está enferma- también usa barbijos en solidaridad con los enfermos.

Por otra parte, Kazumi Stahl cuenta que unos investigadores norteamericanos quisieron ver qué tan fuerte era el sentimiento solidario en la cultura japonesa e hicieron jugar a niños de Japón ese juego popular en occidente que es “el baile de la silla” (ese en el que siempre hay una silla menos que los que juegan, para que uno vaya perdiendo en cada vuelta, hasta que queda un único ganador sentado en la última silla). Los niños japoneses no corrían a sentarse, tratando de no quedar sin sillas. Por el contrario, le cedían las sillas a los otros porque les daba vergüenza ganar a costa de quitarle el asiento a un compañero de juegos.

Esta forma de ser de la sociedad japonesa no se puede exportar en medio de una crisis. Podemos tratar de ir mejorando nosotros, imitando algo de lo bueno de otras partes. Pero son milenios de cultura los que están detrás de esas conductas. Nosotros no tenemos esos milenios incorporados a nuestras prácticas cotidianas. Nadie en Oriente, por ejemplo, rompió la cuarentena para irse a una fiesta y contagiar a sus abuelos (como sucedió en el partido de Moreno al comienzo de la cuarentena). Las normas sociales son sagradas en Oriente. Exactamente lo contrario de lo que pensamos nosotros.

Vivimos en un mismo mundo, pero nuestra forma cultural es completamente diferente de la de ellos. Descubrir esto es un aprendizaje importante.

Ver que somos distintos nos debería ayudar a descubrir lo positivo en nuestra forma de ser. Pero solo lo podremos ver si dejamos de pensar constantemente que somos un fracaso. Más que intentar imitar lo que no podemos tendríamos que alegrarnos de que lo estamos haciendo bastante bien.


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