Un nuevo argentino


La educación, sus fines deben volverse poco a poco consciente. Todos debemos saber qué queremos lograr, que tipo humano debe despertarse y ponerse a andar para lograr, su propia felicidad y la de la Argentina.


Hemos escrito sobre la necesidad de determinar los fines de la educación argentina. No podemos continuar como vamos hoy, es decir sin tener muy claro hacia dónde nos dirigimos en educación. El fin hacia el cual deben apuntar los pasos que se dan en el hogar, la escuela y la sociedad.

Por cierto estos fines están indisolublemente unidos a los del perfil humano exigible al hombre argentino.

Y entonces nos preguntamos: ¿Un hombre nuevo? ¿Un hombre diferente al que conocemos hoy y se distingue en el mundo por ser argentino? Tal vez la respuesta sea: un hombre consolidado en lo que personal y genuinamente es, en lo que lo hace valioso y único, un hombre trabajado por una buena educación y su propósito consciente -cada vez más consciente según va ascendiendo en la edad- de superarse a sí mismo, de ser cada día mejor.

Consideramos que una buena educación se inicia en la familia, pero acá tropezamos con la primera dificultad que nos ofrece nuestra realidad: ¿Puede la mayoría de los hogares argentinos de hoy hacerse cargo del hijo que han traído al mundo, de su formación que comienza desde su vida intrauterina a lo que se debe sumar una adecuada alimentación y trato amoroso? ¿Pueden muchos padres de hoy guiar a sus hijos con el buen ejemplo familiar y en el camino del diálogo?

¿Pueden las grandes mayorías de familias, de padres, dar a sus hijos el primer y gran ejemplo de su capacidad de trabajo para obtener mediante él la dignificación de sus vidas?

Una difícil, ardua tarea inicial, se ciñe sobre las necesarias respuestas a estas vitales cuestiones.

Recargaríamos a la escuela, que recibe a los niños en la educación preescolar con la solución de estas cuestiones, pero insistir en ellas se vuelve necesario y prioritario. También urgente.

Una vez iniciada la escuela primaria, docentes y alumnos y padres- que aspiramos sean cada día más, todos debiéramos encolumnarnos tras la formación del hombre argentino: un perfil pensado, discutido, representativo, fortalecido por la convicción de todos los agentes involucrados, primero padres y docentes, a los que se sumarán los mismos educandos.

La educación, sus fines deben volverse poco a poco consciente. Todos debemos saber qué queremos lograr, que tipo humano debe despertarse y ponerse a andar para lograr, su propia felicidad y la de la Argentina.

¿La propia y personal felicidad? ¿La felicidad de la Argentina? Sí, claro. Desde los albores de la civilización los grandes pueblos que nos precedieron, los griegos por ejemplo, iniciaron a los discípulos en la formulación de las primeras y grandes preguntas que debieran hacerse para conocerse a sí mismos y conducirse por la vida:

¿Quién soy? ¿Qué quiero ser? ¿Cómo lograrlo?

Desde muy pequeño, desde los albores de su entendimiento, el nuevo hombre argentino debe auto descubrirse y valorarse.

Debe, ponerse como meta, desarrollarse, es decir desenvolver sus talentos, atributos, cualidades, lo que lo hace diferente.

Debe aprender, lectura mediante, que existen ayudas como la que Abraham Maslow ofrece en su libro “El hombre autorealizado”, que ofrecen una guía cierta en el camino de la auto superación en lo que se llamó “La pirámide de Maslow, y tantos hallazgos más que puedan orientar.

En este camino de búsqueda de autorrealización personal, el cultivo de valores es fundamental: la veracidad, la honestidad, la dignidad personal, el valor de la palabra hacen, fundamentalmente a ese hombre.

Y, seguramente, este nuevo argentino (que está en cada uno de nosotros y urge despertar), llevará guardado en su corazón un sentimiento de hondo patriotismo. El amor al terruño es fundamental. Un amor que no se despierta solamente con canciones- aunque mucho pueden ayudar- sino con lecturas, con atención a lo que es de todos, con respeto y cuidado de cada lugar que pisamos de nuestro amplio y rico territorio nacional.

Soñémoslo. Hagámoslo. Los beneficios serán múltiples y serán nuestros propios hijos y nietos, seguramente, los que se volverán a cada uno de los mayores, para fortalecernos en un ejercicio nuevo que redundará en beneficio de todos:

Habrá gente más responsable y formada para dirigirnos a todos, maestros más seguros de lo que deben lograr, más entusiastas, más empeñosos; profesionales y trabajadores en cada uno de los humanos oficios, felices de hacer lo suyo, aquello para lo que la propia naturaleza los signó.

Hay que hacerlo. Desde nuestra agonía actual encolumnémonos tras el proyecto de formar un nuevo argentino.

Será respirar un nuevo aire. Vivir en una propia y gran esperanza. Será un gran proyecto.

* Educadora. Escritora


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