Victoria con sabor a derrota

El sobreseimiento de Jorge Sobisch en la causa de la cámara oculta cierra un círculo, que comenzó con la denuncia sobre el presunto intento de soborno al diputado Jorge Taylor para que votara las ternas con amigos del gobierno para el Tribunal Superior de Justicia. El fallo también confirma que los esfuerzos del gobernador para consolidar su influencia sobre la cabeza del Poder Judicial neuquino han pasado la prueba de fuego. Aunque por sólo un voto de diferencia, el máximo tribunal lo ha eximido de rendir cuentas sobre la grave denuncia, sin esperar siquiera a que fueran indagados los imputados en la causa.

Si bien una lectura superficial indicaría que Sobisch ha obtenido una victoria importante, y puede descansar más tranquilo porque tiene las espaldas cubiertas ante eventualidades tan desagradables como puede ser una cámara indiscreta, un análisis más detenido de los hechos muestra que su victoria podría resultar un bumerán.

En primer lugar, aunque el gobernador ha demostrado que sus esfuerzos para imponer a tres de los cinco miembros del tribunal contra la voluntad opositora no han sido vanos, con este fallo quedó expuesto ante los ojos de todo el mundo que en el TSJ existen dos tipos de votos, los independientes y creíbles, y los contaminados por su vinculación o afinidad con el sobischismo, por lo tanto menos creíbles.

La cuestión no es menor porque la Justicia, para cumplir con su principal cometido debe dar certeza de su imparcialidad. No es el caso de este fallo, que podrá tener validez jurídica pero carece de validez moral. Sólo obtura el debate jurídico sobre la presunta participación de Sobisch en un acto de corrupción, pero no cierra el caso ante la opinión pública.

No sólo la cabeza del Poder Judicial neuquino se ha desprestigiado. También el vocal Eduardo Badano, quien con su voto inclinó la balanza a favor del gobernador, ha quedado en entredicho. Su designación se produjo en el contexto de la polémica ofensiva de Sobisch para imponer a sus candidatos contra viento y marea, por lo que resulta evidente que debió excusarse de entender en una causa donde, precisamente, lo que estaba en tela de juicio era la conducta del gobernador.

De la mano de Sobisch, Neuquén ha venido marchando contra la corriente en materia de independencia judicial. Mientras en el país se comenzó a transparentar la elección de los ministros de la Corte Suprema, en la provincia el proceso siguió el camino opuesto: el gobernador impuso su propia corte «a dedo» a pesar de todas las advertencias opositoras.

El tema no es menor para quien aspira a instalarse como candidato a presidente. Y éste es el segundo aspecto que permite avizorar que el triunfo de Sobisch es al mismo tiempo una derrota. El hartazgo de la población con la justicia complaciente del menemismo, no augura nada bueno para un candidato que en su provincia se reserva la «mayoría automática» en el máximo estamento judicial.

Así las cosas, la gravedad de la denuncia por presunto soborno, que seguirá pesando contra el Sobisch candidato a pesar del fallo del TSJ, podría resultar una cuestión menor comparada con la repulsa que puede generar un aspirante a presidente que quiere manipular a los jueces a su antojo.

El escaso respeto de Sobisch por la independencia de poderes no es el único aspecto de su perfil político que puede espantar a una sociedad cansada de gestos discrecionales. Justamente a raíz de la difusión del escándalo de la cámara oculta, Sobisch castigó a «Río Negro» quitándole las fuentes de información y la publicidad oficial. Otro gesto que no le augura nada bueno ante la opinión pública nacional, teniendo en cuenta que más tarde o más temprano el gobernador y candidato tendrá que dar cuenta de estos ataques contra la libertad de prensa ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación y la Corte Interamericana de Derechos Humanos de Washington.

 

Un tren a ningún lado

 

El martes, la Legislatura tratará -y aprobará merced a la mayoría automática- el proyecto de ley que autoriza al Ejecutivo a endeudar a la provincia en 48,9 millones de dólares con un banco de Portugal para construir una tramo de 50 kilómetros del ferrocarril trasandino.

La oposición se ha negado tenazmente a convalidar este proyecto porque no existen estudios actualizados de factibilidad técnica, económica, financiera ni de impacto ambiental que justifiquen la viabilidad de tamaña inversión de recursos del Estado. El tendido ferroviario chileno entre Curacautín y Lonquimay, la terminal ferroviaria del otro lado de la frontera, se encuentra en estado de semiabandono. El gobierno chileno ya ha advertido que no pondrá un sólo peso en ese proyecto, y no existe ningún inversor privado ni de éste ni del otro lado de la cordillera que haya manifestado intención de invertir en algo que, por ahora, carece de escala económica. Para colmo de males, el tramo a construir ni siquiera llegará hasta Las Lajas y no existe garantía de que, construida esa etapa, varíe la ecuación económica al punto de interesar a algún inversor.

La provincia arrastra una deuda de 1.600 millones de pesos y de concretarse el negocio con el banco portugués pasaría a deber unos 1.850 millones, porque a los casi 49 millones de dólares hay que agregarles el IVA, intereses, gastos y comisiones, lo que elevaría la suma inicial a 86 millones de dólares, equivalentes a 250 millones de pesos. No es fácil encontrar en el mundo gobiernos capaces de invertir semejante suma para construir un tren a ningún lado.

No pocos en la oposición piensan que éste podría ser otro recurso 'marketinero' para la candidatura de Sobisch. El gobernador ha demostrado que está dispuesto a gastar lo que haga falta para trepar al escenario nacional. Así lo certifica el ejército de periodistas, camarógrafos y costosas consultoras que lo asesoran. Con Rodríguez Saá, el país conoció un candidato que construía autopistas y hasta una ciudad, pero hasta el momento no se conocía a ningún gobernador con pretensiones presidenciales capaz de construir un ferrocarril.

Héctor Mauriño vasco@rionegro.com.ar

Héctor Mauriño


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