De las ballenas al fuego, las mil aventuras del fotógrafo que recorre la Patagonia y el video que le cambió la vida

Desde su lugar en el mundo, Puerto Madryn, Maxi Jonas sale a recorrer el sur. Del increíble video de una ballena que suma 200 millones de reproducciones a las impactantes escenas de las llamas en Los Alerces, la historia de un fotógrafo que supo encontrar su oportunidad para contar historias y tiene cada vez más seguidores.

Maxi Jonas en los médanos de las playas del sur de Puerto Madryn. Fotos: Alejandro Carnevale.

No es fácil ser fiel a una vocación y abrirse paso en este mundo. Maxi Jonas lo sabe bien: empezó a probar con la cámara alemana de su padre a los 12 y consiguió entrar a un diario a los 23 por un golpe de suerte de esos que se buscan. Cuando decidió apostar a ser fotógrafo se presentó a mostrar sus trabajos en el diario El Chubut de Trelew pero le dijeron que no lo necesitaban. Ya había dejado de estudiar marketing en Buenos Aires y de recorrer la Patagonia con una grúa al rescate de autos que se quedaron, deslumbrado por la nieve, la estepa, los animales, las rutas interminables, el cielo infinito y esos colores inolvidables que se fundían en el horizonte a la hora dorada, el atardecer.

Ballenas al atardecer en la costa de Chubut. @maxijonas

Quería recorrer esos caminos, pero para registrar esa belleza indómita del sur. Y contar historias: en un saqueo, el corralito, un robo, una protesta, un accidente, donde hubiera una noticia, desde su perspectiva. Para eso, necesitaba una oportunidad. Tenía el ojo, faltaba que lo vieran.


Trelew 2001: «¡Atención Jonas Jonas, colisión!»

Sin trabajo en los medios, para ganarse la vida compró un handy, sintonizó la frecuencia policial y cada vez que escuchaba colisión salía disparado en su Palio verde agua. Hacía las fotos, les dejaba la tarjeta a los que chocaron y muchas veces se las compraban también las compañías de seguro. A la tercera o cuarta vez que apareció, los policías ya le empezaron a preguntar cómo se enteraba, desconfiados. Les contó, se hizo medio amigo, después ya le avisaban. Tenía 19 años.

-¡Atención Jonas, Jonas, colisión! -escuchaba que le decían desde el Comando Radioeléctrico. Andaba con el handy en el boliche, a la hora de la cena, lo dejaba bajito mientras dormía. Una camioneta le dio de lleno al Palio cuando iba fondo a cubrir un hecho, el seguro le pagó destrucción total. Con esa plata, compró una de las primeras cámaras digitales reflex que entraron al país, buenos lentes y un viejo Fiat 1500.

El auto con el que recorrió la Patagonia

Poco después lo llamaron por un asalto que conmovía a la ciudad, porque el juez quería fotos color. Las sacó él: era el único con esas imágenes en Trelew y lo fueron a buscar dos hombres de parte del diario. Les dijo que no, que ya había ido a mostrar su producción y no lo querían.

-El que te dijo que no es el hijo, el que te busca es el padre -le explicaron. Fue. Y así entró. Un día preguntaron quién quería ir a cubrir a Puerto Madryn la apertura de la temporada de ballenas. Con la cautela del novato, esperó a ver la reacción de los más veteranos. Nada. «Yo», dijo. Un mundo nuevo lo esperaba.


Puerto Madryn 2021: el instante mágico que dio la vuelta al mundo

Veinte años y muchas aventuras después, en una radiante mañana de agosto del 2021, el Golfo Nuevo estaba repleto de ballenas francas australes, esas gigantes del océano que recuperan de a poco su población por las leyes de protección y que cada año llegan a sus aguas para reproducirse y tener a las crías. Desde una playa del centro, Analía se subía a una tabla de SUP por segunda vez en la vida para remar parada a unos 200 metros de la costa, mientras Maxi ponía a volar el drone. Se había instalado en un parador y tomaba un café.



El mar estaba calmo, el cielo con pocas nubes, casi no había viento, las condiciones perfectas. Desde hace tiempo buscaba una imagen diferente de ballenas. Las había fotografiado en avistajes embarcados y desde la costa en El Doradillo, ya tenía miles de seguidores que celebraban esas imágenes: los saltos, la aleta, cerca del bote. Pero quería conseguir algo distinto, mostrar en comparación el descomunal tamaño de las ballenas. Quería, como siempre, contar una historia.

Poco después, a las 10:30 del miércoles 21, filmaría una escena que no podía creer mientras lo seguía en vivo en el celular: a 200 metros de la costa, una ballena empujaba suave con la aleta la tabla de SUP de Analía, la abogada que ama el mar y tuvo una actitud ejemplar cuando la mole de 17 metros y 40 toneladas se acercó a ella dócil, curiosa, inolvidable.

Analía levantó el remo, se arrodilló, se quedó quieta. La ballena la miró, pasó por abajo y por los costados una y otra vez hasta que se ubicó por detrás, la alcanzó y le dio el empujón. Se quedó un rato más y solo cuando se fue Analía bajó el remo y volvió al parador del centro. Hoy, en las distintas plataformas, acumula cerca de 200 millones de reproducciones y lo compartieron desde Manu Ginóbili hasta Tyrese Gibson, estrella de la saga Rápido y Furioso.

Cuando al fin tuvo la historia que buscaba en sus manos, diferente a todas, Maxi dudó en publicarla: sabía que se levantaría polémica, que algunos dirían que no había que invadir el hábitat de la fauna marina, que hay que respetar los 200 metros de distancia con la ballenas que dispuso Prefectura. Pero había visto que fue la ballena la que se acercó, que el comportamiento de Analía había sido impecable. A las 19, en un tiempo muerto en un acto peronista previo a las Paso, subió una foto en blanco y negro: aluvión de mensajes. A la medianoche compartió el video en sus redes y se fue a dormir. Cuando se despertó, tenia el teléfono explotado.

Al principio, los prestadores se enojaron: decían que todos les iban a pedir vivir esa experiencia, que iban a querer ir en kayak, que no se iban a embarcar. Y hasta lo llamó el ministro de Turismo para pedirle que lo levantara, que había mucha presión. Maxi se mantuvo firme: fue la ballena la que se acercó, él cuenta historias, eso pasa. El verano que siguió, fue un boom de turistas deslumbrados por las ballenas. Varios lo llamaron para disculparse. Uno de ellos lo dijo así: “A tu video le tendríamos que poner ‘el empujoncito’. Perdón y gracias’”.

Poco antes de eso, aquel chico del Palio ya era un hombre en 4×4. Se la había ofrecido la concesionaria de Ford Pedro Corradi para que buscara sus historias, para que fuera desde Puerto Madryn a Península Valdés a registrar la alucinante técnica de las orcas para barrenar y cazar lobitos marinos en la orilla. O a las reservas de pingüinos y elefantes marinos mientras cruza la estepa y los guanacos lo ven pasar. Después del video de la ballena y Analía, le llegaron ofertas de otras empresas: no cambió, se mantuvo firme también con quién apostó primero por su trabajo.

Orcas a la caza de lobitos marinos en Península Valdés. @maxijonas.

Ballenas en El Doradillo a 15 km de Puerto Madryn. @maxijonas.

Los maravillosos delfines de la Patagonia

Pero si las ballenas lo sorprenden en cada salida embarcada o cada vez que va a la playa Las Canteras donde están a metros de la costa por la abrupta pendiente, cuando cumplen el ciclo y se van, llegan los delfines, otra maravilla de la Patagonia. «Es hermoso verlos», dice Maxi.

Otra foto con cientos de miles de corazoncitos y pulgares levantadas: el impresionante salto de un delfín en el Golfo Nuevo. @maxijonas.
Delfines en el Golfo Nuevo. @maxijonas.

Los Alerces 2024: la Patagonia en llamas

Fotos: @maxijonas

La semana pasada estuvo en medio del fuego que arrasó más de 7000 hectáreas de bosque nativo en el Parque Nacional Los Alerces al oeste de Chubut. Voló en un helicóptero y en tierra siguió varios días a los brigadistas que le pelearon palmo a palmo a las llamas en defensa del bosque nativo. Andaba de zapatillas y remera, no sabía al salir de su casa que estaría cinco días en un tesoro de la Patagonia en llamas.

Aun está sorprendido por el coraje de esos brigadistas y bomberos. «Lo que le ponen el cuerpo, lo que laburan te emociona. Y esas caras de agotados, pero no paran. No sabés lo que es eso: bajo el humo no podés respirar, el terreno te cansa para caminar. Y le dan y le dan y le dan. Es algo impresionante. Son soldados los tipos», dice.



El tiempo le trajo más recursos técnicos, nuevas cámaras, pero la esencia, la búsqueda, es la misma: contar historias profundas. Comparte su material en las redes casi en tiempo real, apenas puede. Si ves la cola de una ballena en un atardecer lo más probable es que lo haya captado horas antes. No se guarda esas fotos para vender cuadros. Quiere que más gente las vea. Apuesta que, a la larga, eso le traiga algo bueno. Y que más turistas lleguen a Puerto Madryn. Lo dice en un bar en el que hay mesas de italianos, españoles y rusos. Detrás de los ventanales se ve un crucero en el muelle, uno de los 50 que arriban cada temporada.


Buenos Aires 2021: la médica que lloró con el video y le curó la voz

La doctora Iris Rodríguez operó a Maxi, que así recuperó la voz.

“¿Viste esto?” le preguntó a Iris Rodríguez su marido el 12 de septiembre del 2021. Médica del Hospital Italiano, fundadora de la Sociedad Argentina de la Voz, amante de la naturaleza, ella tomó el diario y leyó la historia de Maxi, la ballena y Analía.

Tras emocionarse con el video, se detuvo en el párrafo que decía que el fotógrafo tenía serios problemas con su voz. Consiguió su teléfono, lo llamó, le pidió disculpas por la intromisión y tras escucharlo le dijo que creía que lo podía curar.

Maxi estaba agotado: eran las 23 y había estado todo el día cubriendo las Paso en Chubut. Tras terminar la llamada, el que lloró fue él. Llevaba seis años de consultas sin encontrar la respuesta a un problema que se agudizaba. Tanto, que cuando lo llamaban para entrevistarlo por el video desde la BBC de Londres o de la FM del pueblo más pequeño de la Argentina, atendía a todos, pero al final le quedaba un hilito de voz. Meli, su novia, lo ayudaba a organizar la agenda y les derivaba las llamadas. Al final, Maxi consiguió la derivación, la doctora le hizo estudios con equipos que no hay en Chubut y le dijo que lo operaba cuando quisiera. Así recuperó la voz.

Maxi Jonas tiene 46 años y dos hijos. Se radicó en el 2004 en Puerto Madryn. Le gusta salir a caminar por las solitarias playas del sur.


«Ese video me cambió la vida. Ya me había resignado a que no la recuperaría, a una vida así», dice Maxi y bebe otro sorbo de agua. Responde entonces cuál de los mensajes que recibió después del video de la ballena y Analía. Le han escrito de países Europa, de Asia, de América, en los idiomas más extraños. El mensaje que más lo impactó, de lejos, fue el de una española que le contaba que su hija de cuatro años era autista y solo conseguía dormirse después de ver varias veces su video. Al fotógrafo que busca contar historias se le eriza la piel, otra vez, al recordarlo.

Su bisabuelo era fotógrafo en Córdoba y Santa Fe. Atesora una de sus tarjetas.

Atardecer en las playas del sur en Madryn. Foto: Alejandro Carnevale.

Detrás del ventanal, el viento levanta oleadas de arena en la playa. Más turistas bajan del crucero. Maxi se despide, tiene una foto en mente: es el atardecer, tiempo de ir a buscarla.

Podés ver más fotos y videos en https://www.instagram.com/maxijonas/


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