El mar también es para todos: la historia de las sillas anfibias que hacen más inclusiva la playa en El Cóndor
Un proyecto de la Asociación Civil Estrellas de Mar, junto a estudiantes de la Escuela Industrial de Viedma, sumó sillas anfibias y accesos adaptados para facilitar el disfrute del mar en El Cóndor.
En el balneario El Cóndor, el acceso al mar dejó de ser una barrera para convertirse en una experiencia posible. A partir de un trabajo comunitario sostenido, la Asociación Civil Estrellas de Mar impulsó la construcción de pasarelas y sillas anfibias que hoy permiten que personas con movilidad reducida, adultos mayores y niños puedan llegar al agua. El proyecto se consolidó con la participación de estudiantes de la Escuela Industrial de Viedma.
La iniciativa nació del encuentro entre vecinos y adultos mayores que se habían radicado en El Cóndor atraídos por la tranquilidad del balneario. Según relató Eduardo Fuente, referente de la asociación Estrellas de Mar, ese primer grupo comenzó a organizarse para generar espacios de recreación y participación. «Había mucha gente mayor que no era tenida en cuenta. Empezamos a trabajar con ellos, primero en actividades recreativas, viajes y talleres, y después entendimos que también había que pensar en la accesibilidad», explicó.
«Al principio, no se hacía mucho por la gente que no tiene movilidad. Decidimos entonces construir un sendero y pasarela de acceso al mar», contó Fuente. La primera pasarela tuvo 55 metros, pero el desafío era permitir que las personas pudieran ingresar al agua de manera segura. Así nació la idea de las sillas anfibias, un recurso que hasta entonces no se conseguía en el país.
La gestión no fue sencilla: hubo que buscar ruedas especiales en Chile, coordinar con escuelas y herreros locales, organizar rifas y campañas de recaudación, y sumar apoyos de vecinos y empresas locales. «Todo este esfuerzo valió la pena. Hace unos días vino un grupo de chicos y pudieron usar las sillas. La satisfacción de ver que lo que hacemos tiene utilidad es enorme», dijo Fuente.
Hoy, la playa de El Cóndor cuenta con un acceso adaptado, sillas anfibias disponibles junto al puesto de guardavidas y 118 metros de pasarelas, con proyectos para ampliar los decks y sumar un segundo acceso al mar. Las sillas están pensadas para todo aquel que las necesite: niños, adultos mayores y personas con discapacidad.
El rol de la Escuela Industrial de Viedma
Un punto clave en esta etapa del proyecto fue la articulación con la Escuela Industrial de Viedma. A fines de junio, representantes de la asociación Estrellas de Mar se acercaron a la institución educativa para consultar si era posible construir nuevas sillas anfibias con la colaboración de los estudiantes.
Marcelo, jefe de taller de la escuela, recordó cómo se inició ese vínculo. «Ellos ya habían hecho una pasarela para que la gente con movilidad reducida tuviera acceso al mar y nos preguntaron si podíamos ayudarlos a hacer sillas anfibias. Estábamos muy cerca de las vacaciones de invierno, así que quedamos en retomar el contacto después», explicó.
Tras el receso invernal, comenzaron las conversaciones formales. Desde la escuela se propuso integrar el proyecto a las prácticas profesionalizantes que realizan los estudiantes de quinto y sexto año fuera del horario escolar. «Les presentamos la idea a los chicos y se sumaron los que estaban interesados. Fue un trabajo voluntario, con mucho compromiso», señaló Marcelo.
Para optimizar tiempos y recursos, se decidió no diseñar una silla desde cero. «En vez de crear todo nuevo, usamos sillas de ruedas que ya no servían y rediseñamos la estructura para que pudiera adaptarse al uso anfibio«, explicó el jefe de taller. De este modo, se partió de sillas donadas, entre ellas una proveniente del hospital Zatti.
Aprender haciendo
Los estudiantes participaron activamente en todas las etapas del proceso. Quedel, uno de los alumnos que formó parte del proyecto, contó cómo fue la experiencia: «Con mis compañeros hicimos la silla anfibia a partir de la base de una silla de ruedas. A partir de ahí recreamos cómo sería la silla anfibia y después la hicimos con materiales adecuados».
El trabajo comenzó por el diseño del asiento y la estructura principal. «Empezamos con la parte del asiento, que la hicimos con un material completo. No fue un trabajo muy complicado porque aplicamos los conocimientos que venimos adquiriendo en la escuela«, explicó el estudiante.
El proceso demandó tiempo y constancia. Durante aproximadamente dos meses y medio, los alumnos trabajaron de manera continua, ajustándose a los tiempos institucionales y a la disponibilidad de materiales. Como resultado, se logró entregar una nueva silla anfibia y además se remodeló una que ya estaba en uso por la asociación.
«Los chicos trabajaron todos los días. El proceso es largo y los tiempos de la escuela a veces no alcanzan, por eso necesitamos que se involucren más estudiantes», señaló Marcelo. En ese sentido, adelantó que el proyecto tendrá continuidad el próximo año.
Un proyecto que sigue creciendo
La intención es retomar el trabajo en marzo y avanzar en la construcción de nuevas sillas. «La idea es poder realizar al menos dos sillas anfibias más el año que viene», anticipó el jefe de taller, y subrayó que desde la institución educativa «las puertas siempre están abiertas para la comunidad».
Mientras tanto, desde Estrellas de Mar continúan proyectando mejoras en la infraestructura. «Ver que chicos, adultos mayores y personas con discapacidad pueden entrar al mar gracias a este trabajo es lo que nos impulsa a seguir«, expresó Eduardo.
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