Iniciativa inédita en Santa Cruz: estudian a uno de los tiburones más grandes de la región, el Gatopardo
El proyecto lo lleva adelante la fundación Por el Mar. Esta especie de tiburón es un depredador tope: regula las poblaciones de otras especies y mantiene el equilibrio en los ecosistemas marinos. ¿Son malos? “Para nada”, dicen los especialistas, “son animales muy sensibles".

Hablar de tiburones nos obliga a hacernos una pregunta incómoda pero necesaria: ¿de dónde viene su mala fama? No representan un verdadero peligro para la sociedad. Tal vez sea culpa de Tiburón, esa película de Steven Spielberg que clavó en el inconsciente colectivo la imagen de una criatura sedienta de sangre, aletas asomando en aguas turbias y un miembro desgarrado flotando como única evidencia. Pero la ciencia es clara: “Tenés más probabilidades de que te parta un rayo que de que te ataque un tiburón”, repiten los investigadores.
Mariano Bertinat, ingeniero en Recursos Naturales Renovables e integrante de la Fundación Por el Mar, en diálogo con RÍO NEGRO RADIO contó el trabajo que hacen con los tiburones Gatopardo y el cuidado del medio ambiente.
“Santa Cruz es una provincia con más de 900 kilómetros de litoral marino, pero crecimos mirando hacia la estepa, la montaña, el petróleo, la oveja. El mar, cultural y productivamente, nos sigue resultando una incógnita. Con excepción de algunas localidades como Puerto Deseado, San Julián o Caleta, que tienen pescadores, el resto de las ciudades no descubrió el valor que tiene para nosotros”, dijo.
La fundación Por el Mar nació con una doble misión: proteger los océanos y fortalecer el vínculo entre las comunidades costeras y el mar. En localidades como Puerto Deseado, Caleta Olivia o San Julián, hablaron con los pescadores que conocen de memoria la fauna marina. Y vieron que hace falta ciencia, investigación y datos. Mirar al mar no sólo como paisaje, sino como protagonista de la identidad patagónica.

El tiburón que regula la vida
La pesca de tiburones en Santa Cruz tiene historia, pero con el paso de los años, según los pescadores, fue mermando. Uno de ellos, el Gatopardo, es uno de los tiburones más grandes de la región. Es un depredador tope: regula las poblaciones de otras especies y mantiene el equilibrio en los ecosistemas marinos.
Por eso, la Fundación Por el Mar, junto con la estadounidense Tag A Giant y el Proyecto Arrecife, decidieron llevar adelante una iniciativa inédita en Argentina: el monitoreo y seguimiento del tiburón gatopardo.
“Casi todos los tiburones son actores ocultos”, dice Alejo Irigoyen, investigador del CENPAT especializado en ecología de peces que participa en una campaña de marcación de tiburones en Puerto Deseado. “Es como una pieza más de nuestra fauna y flora maravillosa. Pero como no se ve, la gente cree que no existe”.
El Proyecto Arrecife busca responder la pregunta que siempre aparece cuando se habla de tiburones: ¿son malos? “Para nada”, insiste Alejo. “Son animales muy sensibles. Detectan movimientos, estímulos, y los usan para alejarse, no para atacar. Escapan del ser humano”.
El trabajo incluye recorridas por lugares donde antes se los pescaba. “Nos decían: ‘ahí se veían’. Entonces vamos, empezamos a estudiar a lo largo del año en qué momentos aparecen más, en cuáles menos. Se van sumando piezas al rompecabezas”, explica.

El siguiente paso es la marcación. “Pusimos marcas convencionales, un plástico con un número y un teléfono. Si un pescador lo recaptura, nos avisa. Así, empezamos a entender la dinámica de estas poblaciones”, cuenta Bertinat. Y lo más importante: “Eso permite tomar mejores decisiones de manejo, para que estas especies no desaparezcan”.
Bosques submarinos
Las costas patagónicas albergan uno de los ecosistemas más sorprendentes del planeta: los bosques de algas gigantes, conocidos como cachiyuyos (Macrocystis pyrifera). Allí habitan delfines, pingüinos, tiburones. Son refugio, alimento y fábrica de oxígeno.
En la bahía de Puerto San Julián, la Fundación Por el Mar impulsa el primer proyecto de cultivo regenerativo de algas del país. El objetivo es ambicioso: conservar estos bosques y, al mismo tiempo, generar una matriz productiva sostenible para las comunidades costeras.

“Estos bosques son verdaderos refugios climáticos”, dice Bertinat. “Absorben carbono, producen oxígeno, albergan vida. Y si cuidás el mar, cuidás a las especies que viven en el mar, como el tiburón Gatopardo. En el mar nada vive solo. Estos bosques son clave para la dinámica de la vida”.
Mientras en Chile, como en el mundo, la deforestación submarina avanza para abastecer industrias, en la Patagonia Austral gozan de buena salud y se propone sembrar. Sembrar para conservar.
Las algas pueden usarse en la industria farmacéutica, alimenticia, cosmética. En Santa Cruz, con este proyecto, se explora su uso como suplemento alimenticio para la ganadería ovina. Pero antes que nada, la prioridad es preservarlas.
“No se puede proteger lo que no se conoce”, repiten desde la fundación. Desde 2022, mapean los bosques marinos, desarrollan proyectos con universidades y trabajan con pobladores que quieren volver a mirar el mar como fuente de vida.
Entre las macro y microalgas se genera el 50% del oxígeno que respiramos. Porque en el mar, como en la tierra, nada vive solo. La naturaleza, como recuerda el papa Francisco, tiene valor por sí misma. Y también puede ser parte de una economía inteligente, y respetuosa.
Desde su creación en 2022, la fundación viene realizando estudios sobre los bosques marinos y realizó mapas satelitales de las macroalgas en la zona. Está conformado por patagónicos que se unen para conservar la naturaleza.

Hablar de tiburones nos obliga a hacernos una pregunta incómoda pero necesaria: ¿de dónde viene su mala fama? No representan un verdadero peligro para la sociedad. Tal vez sea culpa de Tiburón, esa película de Steven Spielberg que clavó en el inconsciente colectivo la imagen de una criatura sedienta de sangre, aletas asomando en aguas turbias y un miembro desgarrado flotando como única evidencia. Pero la ciencia es clara: “Tenés más probabilidades de que te parta un rayo que de que te ataque un tiburón”, repiten los investigadores.
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