“¿Y si el bombardeo a la plaza no existió?”

En “Tu opinión” de este periódico del 2/4/16, el señor A. Castro, de Cipolletti, comparte con el señor A. Flynn que el bombardeo de Plaza de Mayo es un hecho criminal, pero discrepa con que no ha sido el único, ni tiene él documentado el asesinato de 40 niños en un colectivo, porque en el libro del Dr. Rivara, “Ataque a la Casa Rosada”, no está mencionado, pero lo que sucedió el 16 de junio de 1955 no debe minimizarse porque es un crimen de lesa humanidad.

Pero comencemos por el principio. Primero, en 1951 fracasó un motín de los generales Benjamín Menéndez y Leonardi. Segundo, se colocaron dos bombas en 1953 en un acto peronista asesinando a nueve personas y dejando noventa heridos. Luego vino el bombardeo a Plaza de Mayo, cuyo objetivo era matar al presidente Perón y a cuarenta funcionarios principales, Plaza llena de gente inocente que esperaba un desfile de aviones en homenaje al general San Martín.

Voy ahora al significado del título de la presente nota. El señor Alberto Carbone, cuando estaba buscando documentación para escribir el libro “El día que bombardearon Plaza de Mayo”, publicado en 1977, se encontró con un marino que le manifestó: “La masacre de Plaza de Mayo es una mentira, no existió… ¿Usted alguna vez encontró alguna lista de los muertos, una placa, un monumento? Nada existió, si hubiera existido, Perón ponía las viudas en la Plaza de Mayo”. De allí viene el juego de palabras con el título. Pero lo real es lo siguiente: en Punta de Indio los militares sediciosos estaban preparando el bombardeo con aviones de la Marina, que comenzó a las 12:40 por razones de visibilidad. El marino y piloto N. Noriega ordenó bombardear y él arrojó la primera bomba, que estalló en la Casa de Gobierno, otra en el Ministerio de Hacienda y la tercera en un trolebús que circulaba detrás de la Casa Rosada, que no explotó pero el vacío que provocó causó la muerte de 65 personas, entre ellas un grupo de niños que iba a la escuela, según G. Chaves.

Luis E. Sánchez, fotógrafo del diario “Noticias Gráficas” describía: “Subí al trolebús, que era un charco de sangre, los zapatos se habían llenado de sangre. No se incendió. Los mató la onda expansiva, los reventó. Creo que había unos sesenta y cinco cadáveres”.

El periodista francés Jean Huteau, corresponsal de “Le Monde” de París, manifestaba: “Ingresé al trolebús porque la carrocería no se había quemado y cuando llegué ya se habían llevado todos los cadáveres, allí vi la cosa más atroz, la gente había sido destrozada. En el lado interior de una de las paredes del trolebús había restos humanos, una cosa indescriptible, había un perfil humano que estaba claramente dibujado como una especie de negativo fotográfico, sobre la pared interior, con unos pedazos de carne y de sesos encima”.

Una empleada del Ministerio de Ganadería, Irma Semino, dijo: “Yo estaba en Independencia y Entre Ríos mirando camiones que pasaban con gente con palos hacia la Plaza, después vi volver tres camiones, todos estaban muertos, eran cadáveres amontonados y allí me fui porque me entró la desesperación”.

De los veinte aviones que arrojaron trece toneladas de bombas aproximadamente, decía G. Chávez: “El de mas perversidad fue Carlos E. Carus, tiró la última bomba y además arrojó los tanques suplementarios de combustibles sobre 30.000 trabajadores que estaban en la Plaza, para prenderles fuego”.

Concluye Sánchez en el libro de Carbone que, “con un camión volcador municipal de la basura, ocho tipos recogen los pedazos con las horquillas, trozos de carne, trapos, cabezas, nada de saber de quién era, todo el montón, a la noche ya no había nada”.

Se calculan los muertos en 400 y 800 los heridos, pero si el señor Castro quiere tener una mayor certeza sobre los 40 niños del primario que iban a ser atendidos por Perón, por haber ganado un viaje a la capital federal, Leonardo Favio en su película “Sinfonía de un sentimiento” manifiesta que eran del norte argentino y yo agrego que eran puntualmente de Santiago del Estero.

Rubén A. Peralta

DNI 7.574.623

Viedma

Rubén A. Peralta

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