20 años del último show de Los Redondos: la noche en que la murga se las picó

El 4 de agosto de 2001, Patricio Rey se presentó en el estadio mundialista de Córdoba. Meses después, diferencias irreconciliables entre Skay y el Indio Solari sumergirían a la banda en un año sabático del que jamás iban a volver.

Bueno, esta murga se las pica…”  El Indio, acaso sin saberlo, estaba anunciando algo más que el inminente final de un show más de Los Redondos. Porque aquel del estadio mundialista de la ciudad de Córdoba, en la apacible tarde noche del 4 de agosto de 2001, fue el último de una banda que representó como ninguna el devenir de la democracia recuperada. Aquella noche la murga se las picó nomás y nunca más volvió.   

Editado el 17 de noviembre de 2000, Momo Sampler fue el último disco de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota y el del Chateau Carreras, hace exactamente 20 años, fue segunda presentación, luego de los exitosos dos shows en el estadio Centenario, de Montevideo, en abril de 2001.   

La banda del Indio y Skay comenzaba a acumular un historial de heridos y muertes alrededor de cada presentación, sobre todo luego de aquella jornada trágica de Obras, en abril de 1991, cuando Wálter Bulacio fue muerto por la policía. Por eso, los dos recitales montevideanos fueron un bálsamo urgente. Tras la experiencia uruguaya, Carmen Castro, Poli, manager de la banda y compañera de vida de Skay, se puso a trabajar en la siguiente presentación: Córdoba. Según cuentan los periodistas Pablo Perantuono y Mariano del Mazo “Fuimos reyes”, la historia de Los Redondos escrita a cuatro manos, Poli aceptó reunirse con el por entonces intendente menemista de la ciudad de Córdoba, Germán Kammerath, para cerrar la organización del show, sobre todo sus aspectos de logística y seguridad.   

La manager, conocida desde hacía años como “La Nueve Milímetros” por su particular capacidad de negociar y convencer, le explicó al intendente las particularidades del público ricotero: “A los chicos los pone nerviosos la policía”. Kammerath tomó nota y resolvió que la seguridad estuviera a cargo de Juan José Nieva, jefe de la Asociación de Bomberos Voluntarios y hombre de su confianza. Aquel 4 de agosto hubo muy poca policía en el estadio y mucho personal con pecheras de trato firme pero cordial.  

Germán Kammerath, por entonces intendente menemista de Córdoba, y Poly, manager de Los Redondos y compañera de Skay.

Las puertas se abrieron apenas pasadas las 13 y todo resultó en calma para las poco más de 40 mil personas que colmaron el “Cható”. Hasta que, a las 19, la banda apareció en escena para atronar con “Unos pocos peligros sensatos”, de Gulp!. Lo que siguió fue un show de casi tres horas en el cual sonaron las canciones de siempre y otras no tan habituales en los directos ricoteros, por caso, la que abrió el concierto, un concierto que tuvo la particularidad de ser interrumpido cada tres o cuatro temas con encendido de la iluminación incluido para calmar ánimos y evitar desórdenes como los vividos en los shows de años anteriores. Así era como debían ser las cosas luego de tanta violencia desatada dentro y fuera de cada show de Los Redondos. Aun así, el recital no perdió fuerza, más bien todo lo contrario. Las luces terminaron siendo el broche emotivo de la noche, encendidas a pleno para “Un ángel para tu soledad”, la última canción en vivo de la historia de la banda 

El concierto también mostró a una banda en estado de gracia humanizando un disco como Momo Sampler, del que el propio Solari supo decir que no “tuvo tracción a sangre”. Por primera vez, la banda, salvo Skay, se limitó a oficiar de músicos sesionistas… en el mejor de los casos. Hecho de manera artificial con máquinas de sonido y mucha pregrabación tecnológica, el disco fue, sobre todo, la resultante de los intereses creativos y estéticos del Indio Solari. Oscuro y opresivo, Momo Sampler sonaba como acorde a una época de deterioro social y espiritual como la que por entonces vivía el país. Pero ese disco acentuó algo más: las diferencias entre el Indio y Skay, que eran mucho más que diferencias creativas.   

Grabado en Luzbola, propiedad de Solari, por Eduardo Herrera como ingeniero y Hernán Aramberri en programación midi, la mezcla estuvo a cargo de Mario Breuer y Eduardo Herrera en el estudio RPM de Nueva York. Junto a ellos viajaron el Indio, Skay y Poli. Ajenos a los trabajos en el estudio, el trío se dedicó a pasear y a discutir, primero con Breuer y Herrera y luego entre ellos. El trabajo no terminaba de cerrar, en parte por las exigencias sonoras de Solari, en parte por la casi nula presencia de los músicos. La bronca no tardó en convertirse en estallido. Cuentan Perantuono y Del Mazo en el citado libro que, reunidos en el hotel donde se alojaban, el Indio y Skay comenzaron a discutir acaloradamente ante las incómodas presencias de Breuer y Herrera. Breuer se fue, pero Poli no dejó que Herrera lo hiciera para que fuera testigo de todo. En palabras de Herrera: “En un momento, Skay le dijo (a Solari) que en Buenos Aires lo arreglarían a solas, pero el Indio lo cortó en seco: ‘Con vos no me tomo ni siquiera un café’”. La banda no se rompió ese día, pero algo ya venía rompiéndose: por primera vez, Patricio Rey había perdido el rumbo.  

2001 iba a cerrar con una cuarta presentación de la banda, el 8 de diciembre, en el estadio de Unión de Santa Fe. Pero todo estalló por los aires y no fue solo el país. El 30 de octubre se produciría lo que el Indio llamaría luego “la noche definitiva”. Tras una extensa, divertida y muy relajada entrevista concedida por Indio, Skay y Poli a los periodistas Pablo Marchetti, Humphrey Inzillo y Martín Correa en un bar de Palermo, cerca de la casa que compartían el guitarrista y la manager. Cerca de la madrugada del 31, los viejos compañeros de décadas se fueron hasta la casa de Skay y Poli y allí sí, todo, parece, terminó: el Indio les planteó la necesidad de contar él también con una copia de los archivos fílmicos de altísima calidad de los shows de Los Redondos de los últimos tres años que en ese entonces –y todavía hoy, según consta en “Fuimos reyes”- estaban sólo bajo la custodia de Claudio Cuartero, hijo de Poli. Ante las promesas incumplidas de hacer una copia, el Indio estalló, la discusión se elevó hasta una altura de la que era imposible descender sin que todo se rompiera.  

El Indio y Skay, la noche del 4 de agosto de 2001 en el estadio mundialista de Córdoba.

Y todo se rompió. La crisis política y el estallido social que incendiaron al país fueron el contexto en el cual la banda suspendió el show en Santa Fe. No había lugar para un concierto de rock ni para nada, pero lo cierto era que, aún en un “país normal”, ya no había lugar para un concierto de rock de Los Redondos: no había manera de que Skay y el Indio volvieran trabajar juntos. El final de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota fue también el final de un país, que, al igual que la banda, nació de la primavera democrática alfonsinista. No hay casualidad en ello. Ambos crecieron y se desintegraron al mismo tiempo. Fin de época. Tampoco hay casualidad en que el final de Los Redondos coincida con la elevación de “Jessico”, el disco consagratorio de Babasónicos. El rock argentino cambiaba de mando, era el turno de una nueva generación de músicos, pero también de públicos. 

No hay una fecha que declare el final de la banda ni declaración oficial. No hubo despedida. Lo único que sabemos es que una noche, hace exactamente 20 años, aquella murga que supo hacer del rock un gesto festivo entre performances, música y buñuelos de ricota y que terminó contando públicos de a decenas de miles, se las picó y nunca más volvió. 


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