54 a 46

Abal Medina evaluó que se trató de una manifestación minoritaria sin consignas claras.

Redacción

Por Redacción

ARNALDO PAGANETTI arnaldopaganetti@rionegro.com.ar

En presencia de acontecimientos importantes –lo fue la nutrida e inorgánica manifestación del jueves pasado en todo el país, convocada a través de redes sociales para oponerse al gobierno de Cristina Fernández–, lo mejor es no reaccionar con el primer impulso. Hay que meditar el o los cursos de acción: la presidenta elegida hace menos de un año con el 54% de los votos tiene mandato hasta fines del 2015 y, según lo que transmitió el jefe de su gabinete, Juan Manuel Abal Medina, ratificó las líneas políticas de la actual administración, minimizó la protesta y le reprochó representar a un sector social incapaz de construir un bloque serio de poder. El palazo oficial viene a cuento dado que, si bien la irritación y el hastío de miles de personas estuvieron concentrados en Cristina (entre otros motivos, por “la inseguridad, el cepo cambiario, la corrupción, la diktadura K y la insinuada reforma constitucional para lograr la ‘re-re’”), el llamado de atención de los convocados también estuvo dirigido a la oposición, que obtuvo el 46% en octubre, pero fragmentada por lo menos en cuatro partes que hasta ahora no pegan ni con cola. Otro de los reclamos tuvo que ver con la “falta de libertad”, algo desmentido por lo que pasó esa noche: la espontaneidad se exteriorizó con absoluta tranquilidad, incluso en el histórico paseo de Plaza de Mayo, frente a la Casa Rosada, mientras la primera mandataria estaba de inauguración en San Juan y avisaba que no se iba a poner nerviosa. En su evaluación, el socialista Hermes Binner, quien acaparó el 17% de las voluntades en los últimos comicios, se mostró preocupado por el “gran impacto” que le produjo un mensaje que quebró las fronteras del “miedo” a participar, en contraposición a la existencia “unidireccional” de un gobierno que en su criterio debería recapacitar, cambiar sus formas bruscas y aceptar el diálogo. Pero el santafesino demandó “hacernos cargo todos” de lo que acontece y comparó el complejo cuadro actual con el “que se vayan todos” del fatídico 2001. Desde el radicalismo, tercero en discordia, el jefe del bloque de diputados Ricardo Gil Lavedra hizo un pedido doble: al gobierno, que deje de mentir y subestimar a la gente y a la oposición, que tome nota para canalizar y dar respuesta a los puntos respaldados masivamente en las calles. Por uno de los gajos del maltrecho peronismo disidente (ausente con aviso Eduardo Duhalde), Francisco de Narváez aventuró que el toque de atención del jueves marca “un antes y un después” en el intento de revertir un rumbo para “vivir con normalidad e independencia económica” y no para “la caja” del gobierno. El empresario se mostró autocrítico al aceptar que los reproches “son también para nosotros por no ofrecer una alternativa clara”. Quien más claramente trató de capitalizar la protesta cívica fue el jefe de gobierno porteño. Mauricio Macri sostuvo que fue el mayor acto en 30 años de democracia para decirles basta a las “divisiones” y que “se nos escuche”. Cabeza de un arco de centroderecha con un componente justicialista exiguo, afirmó que Cristina y sus funcionarios pretenden “tapar el sol con la mano” y llamó a seguir “demostrando que somos más”. En tal sentido, abogó para que el gobierno “sepa leer y no venga con que va a profundizar este modelo”. “Quiero que la pelea con Cristina desaparezca y que nos convoque… si no cambia en pocas semanas –avisó– habrá muchos más sumados a la épica de reconstruir la Argentina”. Previsiblemente, reaccionaron con moderación algunos gobernadores adherentes al proyecto kirchnerista, entre ellos Daniel Scioli, José Luis Gioja y José Alperovich. Pero la postura oficial, intransigente, la hizo saber Abal Medina: opinó que las marchas fueron “minoritarias”, no fueron espontáneas y que a sus componentes “les preocupa más lo que ocurre en Miami que lo que ocurre en San Juan”. El jefe de Gabinete fue hiriente: “No tenían consignas claras”, sentenció. Los exhortó a “defender lo propio” y los acusó de estar imbuidos de “mucho odio, insulto y agresión”. Los desafió a formar “un partido, presentarse a elecciones y ganarlas” y afirmó que “cualquier movilización de izquierda y del Partido Obrero junta más que ellos”.

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