A veces, sólo los rezos ayudan a espantar el miedo

La religión ayuda a la gente a soportar mejor la guerra.

Un iraquí es atendido en una ambulancia junto a su hija luego de resultar heridos en un incidente de fuego cruzado en el sur de Irak.
BAGDAD (AFP) – El aullido de las sirenas advirtiendo que se aproxima un bombardeo es seguido todas las noches por las voces de los muecines que desde sus minaretes intentan calmar a los habitantes de Bagdad invocando a Dios. Desde el comienzo de los ataques anglo-estadounidenses, Murtada Mohamad Salá duerme en una casa adyacente con su padre y su hermano menor, o sobre una de las alfombras que cubren el suelo del lugar de culto, en la Plaza Fardus. En cuanto escucha las primeras deflagraciones, Salá se yergue ante el micrófono colocado entre el manbar (púlpito del predicador) y el mihrab (nicho ubicado hacia La Meca) y gradúa el amplificador de la mezquita del 14 Ramadán, un edificio construido durante el período del rey Faisal I (1921-1933), en pleno centro de la capital. Luego, este muecín de 32 años entona un takbirat (elogio a la gloria de Dios) con voz dulce y cálida, que normalmente sólo debería ser pronunciado durante el peregrinaje a La Meca, el principal lugar santo del islam. «Anoche casi no dormí. Los bombardeos fueron tan intensos y numerosos que tuve que intervenir en muchas oportunidades», afirma este soltero, hijo del imán de la mezquita, que comenzó sus primeros llamados a la plegaria a los 17 años. Cuando está muy cansado es sustituido por su hermano Mohana, de 25 años. Antes de que comenzara la guerra, el ministerio de Waqfs (bienes religiosos) pidió a todas las mezquitas de Irak que pronunciaran estos tabirat durante los bombardeos nocturnos, dijo otro muecín, Jaled Mohamed Reda Al Jarabi, de 52 años. Se trata de una disposición sin precedentes, ya que no se había tomado una medida semejante ni durante la guerra del Golfo, en 1991, ni durante los masivos bombardeos anglo-estadounidenses de 1998. «Es para tranquilizar a los habitantes con palabras que conocen. En momentos de angustia calman más que un sedante», sostuvo Murtada Salá. Durante este período no dejaría su puesto a ningún precio, ya que se siente responsable de una misión: aplicar un bálsamo a las almas de los seres que sufren los bombardeos.

«Me siento apaciguado en cuanto escucho el nombre de Dios en la oscuridad. Repito las palabras del muecín y rezo», explica Bassam Mohamad, un vendedor de fruta que duerme cerca de su puesto.

El horror es cada vez más cotidiano en Bagdad. Casi todas las familias del humilde barrio al-Shula tienen una historia de horror para contar luego de la lluvia de fuego que cayó la noche del sábado.

Estados Unidos dijo que estaba investigando para determinar si alguna de sus bombas o misiles había causado la destructiva explosión que mató al menos a 62 personas al atardecer del viernes en el corazón de Bagdad. Para los traumatizados residentes del barrio chiíta musulmán, las conclusiones de la investigación significaron muy poco.

En casa de Sumaya Abed, la escena era devastadora. Estaba delirante, sumida en la angustia. «Ali, Hussein y Mohammad se fueron. Mis tres niños están muertos», dijo Abed, sollozante, repitiendo la frase una y otra vez. «ÁOh Dios! ¿A quién acudimos en nuestra pena? ¡Oh Dios! ¿A quién le decimos de nuestra desgracia? Sólo somos unas pobres personas que querían vivir en paz», dijo Abed, de 53 años.

Docenas de familiares mujeres en vestidos negros, amigos y vecinos se sentaron a su lado, llorando y tratando de consolarla. Pero las palabras hacían poco. La angustiada madre dijo que Ali, de 20 años, Hussein, de 18 y Mohammad, de 11, murieron debido a esquirlas que atravesaron sus pechos y sus cabezas. «Mi Mohammad nació en la primera guerra y murió en la segunda. ¡Oh Dios mío!», lloraba. Estuvo encinta de Mohammad durante la guerra del Golfo Pérsico en 1991. «¿Ya para qué quiero vivir? Mi vida entera ha sido destruida», asegura.

Londres culpa a misiles iraquíes

Londres (Télam-SNI).- El gobierno británico puso ayer en duda la acusación del régimen iraquí de que los misiles de los aliados habrían causado ayer la muerte de unos 55 civiles en un mercado de Bagdad. El portavoz del primer ministro, Tony Blair, afirmó hoy en Londres que misiles antiaéreos iraquíes defectuosos podrían haber provocado estas explosiones.

«Un gran número de misiles iraquíes tierra-aire tuvieron problemas de funcionamiento. Muchos de ellos no acertaron en sus objetivos y cayeron en Bagdad antes de explotar», dijo el vocero. Agregó que «trabajadores de defensa civil recibieron instrucciones de remover los fragmentos de misiles iraquíes que cayeron en zonas residenciales antes de que los periodistas lleguen al lugar». El vocero presentó como argumento que el presidente iraquí, Saddam Hussein, despidió al jefe de su artillería antiaérea, Musahim Saab el Tikriti -su primo-, según informaciones obtenidas por el servicio secreto. La destitución se produjo a raíz de los malos desempeños de sus unidades frente a las fuerzas británico-norteamericanas, según el vocero británico.


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