Abrir la economía sin aflojar controles


Con el paso de los meses el respeto del distanciamiento se fue diluyendo y los encuentros sociales dispararon los contagios en la provincia.


La apertura comercial, que es también social, implementada en las principales ciudades de la provincia no estuvo acompañada de los necesarios controles estatales ni de las campañas para alertar que la pandemia no desapareció por arte de magia de un día para otro. El resultado, que está hoy a la vista, parece ser el anticipo de un camino en subida aún mayor de los contagios. Aunque sean muy pocas las personas que contrajeron el virus y que además precisen atención hospitalaria, el colapso del sistema está a la vuelta de la esquina.

Hay reuniones sociales. Es difícil que alguien no conozca algún caso de parientes, amigos o amantes que hayan decidido arriesgarse antes de seguir sufriendo la angustia de la distancia, sin medir la terrible responsabilidad de ser eventualmente el transporte del virus.

Ni en Roca ni en Bariloche, donde la curva de contagios se disparó en el último mes, hay controles policiales. Los efectivos del COER que recién terminan sus cursos de formación han ido dando vueltas por las principales ciudades de la provincia con su uniforme camuflado, pero su incidencia en los controles es una incógnita.

En el Alto Valle y en Bariloche se restringirá desde mañana la salida de gente a las calles. Sin controles será difícil que se cumpla.

Mientras hubo aislamiento obligatorio, se abrieron más de 3.600 expedientes judiciales por violación de la cuarentena. Hoy, con distanciamiento, sólo queda investigar las reuniones sociales, de acuerdo con lo que ratificó el viernes el presidente Alberto Fernández. ¿Hay alguien en el gobierno que piense cómo?

Desde que arrancó la cuarentena, el 20 de marzo, hasta el 30 de junio por el aeropuerto de Bariloche pasaron más de 300 personas en vuelos privados. Muchos eran turistas que habían quedado varados en la ciudad y otro tanto rionegrinos a los que la cuarentena los sorprendió en otros sitios del planeta.


Decenas de vuelos privados aterrizaron y despegaron de Bariloche con centenares de pasajeros. En Roca reclaman tests a las personas que mueren.


Esos vuelos se hicieron en unas 40 aeronaves diferentes.

En julio es muy posible que ese tránsito (veloces Learjets con sólo tres o cuatro pasajeros) se haya incrementado desde que abrió el cerro Catedral.

Esta semana las redes se llenaron de fotos de famosos en la nieve a la misma velocidad que se iban borrando. Las autoridades sostienen que, si cumplen la cuarentena, no hay inconvenientes.

Es arquetípico el caso de una familia de esquiadores de elite que llegó al aeropuerto de Bariloche con permiso de viaje por ser trabajadores esenciales del área de salud.

Si en Catedral no pudieran, hay otros centros de esquí a los que podrían apelar, como Perito Moreno, en El Bolsón, y el exclusivísimo Baguales, en Río Villegas.

El director del hospital de Bariloche, Leonardo Gil, le dijo a la radio Horizonte de Bariloche que el aeropuerto está controlado, todos deben firmar una declaración jurada que diga que harán la cuarentena y que incluso se los controla (hubo inspecciones sorpresa a residencias del country Arelauquen, sin detectar violaciones), pero que la entrada terrestre es un problema porque la Policía no toma registro de todos los que cruzan la boca del río Limay. Lo saben porque hay imágenes de las cámaras de seguridad.

El problema es que la llegada de estos turistas privilegiados aumenta la población justo cuando lo que faltan son camas de internación. Si se contagian, ¿adónde serán atendidos?

Otra situación compleja ocurre en Roca (o se detectó en Roca y podría estar pasando en otros lugares): gente que se muere sin que sus deudos sepan si tuvo covid-19. No les cambia nada a los muertos pero sí a los vivos, que podrían ir esparciendo el virus, con la candidez de no saberlo, por cada lugar al que vayan.

La intendenta María Emilia Soria puso al tanto a la gobernadora Carreras de este asunto. Cada detección del contagio post mortem podría disparar la búsqueda de eventuales contagios y cortar un sendero que, ya se sabe, se va multiplicando árbol arriba. Se viene una semana complicada.


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