Análisis: Vaca Muerta, las cámaras y los límites de la Patagonia

En momentos en el que el país atraviesa la peor crisis económica desde la debacle de 2001, Vaca Muerta no sólo aparece como una luz en el camino, sino como una suerte de garantía de prosperidad de la que todos parecen querer prenderse.

Siguiendo esa lógica, la formación de la Unión Industrial de la Patagonia Argentina (UIPA) con sede en Bahía Blanca sacudió el gallinero del empresariado afincado sobre la misma formación no convencional y llevó a unos a buscar viejos mapas políticos para entender el corrimiento de la Patagonia hasta tierras bonaerenses, mientras otros estallaron en quejas ante lo que consideraron una avivada de la gallina de arriba.

Once días después del lanzamiento de la UIPA, este martes desde Casa de Gobierno de Neuquén se presentó la Federación de Cámaras Petroleras de la provincia, integrado por la cámara de comercio e industria de Neuquén (Acipan), la Cámara Patagónica de Empresas de Servicios Petroleros (Capespe) y la Cámara Empresarial de la Industria Petrolera y Afines de Neuquén (Ceipa).

El objetivo de la reagrupación neuquina es unir fuerzas no sólo para potenciar el desarrollo de Vaca Muerta, sino también dar un claro gesto de abroquelamiento ante el avance del empresariado bahiense.

Vaca Muerta no abarca sólo a Neuquén, pero es la provincia que más la capitaliza, algo tan cierto como que es un territorio mediterráneo que requiere de otra jurisdicción para contar con salida al mar.

A diferencia del puerto rionegrino de San Antonio, el puerto bahiense cuenta con un potencial tren, un cordón industrial ya desarrollado y un polo petroquímico famélico del gas de Vaca Muerta.

Se trata de desarrollos que pueden complementarse pero en los que se requiere de una aceitada coordinación entre las jurisdicciones. Algo que en el campo, ya sea pampeano o patagónico, bien se sabe: nada bueno puede salir de tironear la ubre de la vaca.

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