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Bolsonaro y su punto de bifurcación

Amílcar Salas Oroño *


Los números de estas semanas son los que, quizás, empujaron a Bolsonaro a una actitud disruptiva y agresiva: el rechazo a su figura ya trepa a un 64 % y, lo que es peor, en un hipotético segundo turno con Lula, sacaría prácticamente los mismos votos en el primer turno. Es decir, ese 25 % de la población que lo acompaña sigue firme, pero cada vez queda más reducido. Y, en la medida que la situación económica y social continúe mostrando tan malos indicadores -como el fuerte aumento de los precios de los alimentos (45% en productos centrales, arroz, feijao), los combustibles, sumados a una tasa histórica de desempleo de más de 15 millones de brasileños-, es de esperar mayores desgranamientos en su coalición.

Así, Bolsonaro está en un momento bisagra de su gobernabilidad: debe decidir el rumbo que le permita generar condiciones de subsistencia política. Las que tiene comienzan a menguar, y no se puede saber con seguridad si le alcanzarán para terminar el mandato. Ni siquiera tiene un partido político propio; no tiene gobernadores afines que le puedan dar respaldo institucional, y cuenta con muy pocos intendentes “bolsonaristas puros”. Sigue contando con un Congreso amarrado -vaya a saber con qué tipo de recursos- que en tres años de mandato ha cajoneado los más de 120 pedidos de juicio político y ha moderado los impactos que supuso la apertura de una Comisión Parlamentaria de Investigaciones sobre la pandemia.

Hay que agregarle dos hechos que preocupan al presidente: por un lado, la cuestión judicial -de él mismo, no solo en relación con la pandemia sino en otras causas (de relaciones con milicias y dinero negro), pero sobre todo de su familia- y, por otro, el creciente distanciamiento que muestran parte de las elites económicas, cuyas posiciones públicas han dejado en evidencia que aquel anterior respaldo contundente del 2018 ha girado hacia la personal desconfianza, o la abierta antipatía.

Y entonces Bolsonaro, que ve que los caminos “democráticos” del juego político -en tanto ámbito de negociaciones de los intereses sociales- ya no van a redituarle recursos de subsistencia política, decide ir en otra dirección. No lo hace desde la nada: buena parte de trayectoria pública y lo que lleva de gestión como presidente tienen bastante que ver con “empoderar” elementos que habiliten y robustezcan ese otro camino: allí están los más de 6.000 militares trabajando en el Estado, el incentivo a una “cultura política” fijada en la violencia – verbal o física-, el constante rechazo a la fundamentación (racional o científica) de las acciones públicas, el hostigamiento a las minorías, etc. Lo que las movilizaciones hoy certifican es que Bolsonaro va a optar por ese otro camino, y no estará sólo. Si eso va resultar en un golpe se definirá con el tiempo. Lo cierto es que el trayecto que irá a recorrer traerá muchos otros momentos de zozobra institucional y democrática para el pueblo brasileño.

* Investigador de CELAG


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