BOSSA NOVA: 50 años de nostalgia

Hubo un tiempo en que Río de Janeiro se merecía el título de «Ciudad Maravillosa». Las bandas de narcotraficantes todavía no controlaban las favelas, no había tiroteos diarios entre policías y delincuentes y no se multiplicaban las víctimas fatales de «balas perdidas».

Ese tiempo será recordado con fiestas, películas y obras teatrales este año, cuando los brasileños festejen los 50 años del nacimiento de la bossa nova, el movimiento que fue la «banda sonora» de un período de romanticismo y delicadeza y que puso el país en el escenario musical del planeta.

«Además del impacto cultural interno, el impacto externo de la bossa nova fue y sigue siendo el más grande de todos los tiempos para la música brasileña», afirmó el alcalde de Río, César Maia, quien recientemente elevó la bossa nova a la condición de «patrimonio cultural» de la ciudad.

Los festejos por los 50 años del movimiento musical comandado por el compositor Tom Jobim y por el cantante Joao Gilberto, sin embargo, generan entre los cariocas un sentimiento nostálgico. «Los que fuimos niños o adolescentes en un gran centro urbano en las décadas de 50 y 60 no podemos evitar la sensación de que Brasil retrocedió», afirmó el filósofo Alberto Oliva, al afirmar que, pese al desarrollo económico alcanzado en las últimas décadas, el país perdió «la urbanidad». Y perdió quizá también algo de la «delicadeza», que hace medio siglo era la marca registrada de la vida urbana de Río de Janeiro.

«La bossa nova no podría haber nacido en ningún otro lugar del mundo sino en el Río de Janeiro de la década del 50», afirma el cantautor Carlos Lyra, autor de uno de los clásicos de esa época, «María Ninguém» (María Nadie), y quien prepara un libro sobre el tema a ser lanzado en breve.

De hecho, en 1958, cuando Joao Gilberto lanzó en el mercado el disco la canción «Chega de Saudade» (Basta de Saudade), de Tom Jobim y Vinicius de Moraes -el hito inicial de la bossa nova-, Río era la capital federal de Brasil y concentraba todas las manifestaciones culturales importantes que en ese entonces sacudían el país en todos los campos.

Favorecida por el ambiente de libertad democrática y el optimismo desarrollista del gobierno del presidente Juscelino Kubitschek, la cultura brasileña absorbía las influencias externas para crear manifestaciones propias, como el Cinema Novo y la moderna arquitectura creada, entre otros, por Óscar Niemeyer, que cumplió nada menos que cien años.

El panorama musical, sin embargo, poco había cambiado, y el estilo vigente a comienzos de la década de '50, inspirado principalmente por el bolero, sonaba «obsoleto» a los oídos de una clase media emergente y ávida de modernidad.

La bossa nova fue la respuesta a esas aspiraciones: ideada por jóvenes admiradores del jazz estadounidense y con sólida formación de música clásica, sorprendió a todos, especialmente por la forma de interpretación casi susurrante inaugurada por Joao Gilberto: «Cantábamos como quien dice secretos de amor al oído de la mujer amada», recordó Lyra.

Ese estilo de interpretación se adaptaba perfectamente a las delicadas letras de la bossa nova -inspiradas por el trinomio amor- sonrisa-flor y en las playas de Río-, a la suave mezcla rítmica entre samba y jazz, la sofisticada armonía de los acordes y a la refinada línea melódica de las canciones.

El reconocimiento internacional fue casi instantáneo. En 1962, tras el éxito mundial alcanzado por la canción «Garota de Ipanema», de Tom Jobim y Vinicius de Moraes, la bossa nova llegó a Estados Unidos, a través de un histórico concierto en el Carnegie Hall de Nueva York, que reunió al propio Jobim, Joao Gilberto, Carlos Lyra, Joao Donato y Sergio Mendes, entre muchos otros.

Un año más tarde, Frank Sinatra, quien en ese entonces estaba en la cima de su popularidad, grabó un disco con canciones de Jobim, adaptando su voz potente al estilo «susurrante» de la bossa nova: «La última vez que canté tan bajo tenía laringitis», resumió «La Voz» en ese entonces.

Medio siglo después, la bossa nova sigue teniendo legiones de fieles adeptos en todo el planeta: «Hoy, se venden en todo el mundo más discos de bossa nova que en la época de su creación», asevera Lyra, quien será una de las estrellas de la serie de espectáculos de «Chega de Saudade – 50 años de Bossa Nova» programados para este año.

Según el productor Rogerio Brandao, el programa incluye presentaciones de artistas brasileños y extranjeros interpretando los clásicos de la bossa nova en espectáculos programados para Río de Janeiro, Sao Paulo, Brasilia, Estados Unidos, Japón y «por lo menos» dos países europeos, a ser definidos.

«Queremos inaugurar un nuevo momento, organizando un festival anual de la bossa nova para rescatar un género musical importante y genuinamente brasileño», dijo Brandao, cuya gran aspiración es la de lograr que Joao Gilberto abandone su actual reclusión y acepte presentarse interpretando «Chega de Saudade».

Crecientemente reacio al contacto con el público o con la prensa, a los 76 años de edad Joao Gilberto es hoy una figura rara en el escenario. Sus últimas grandes presentaciones ocurrieron en el exterior, como el concierto realizado en el 2004 en Japón. Pese a ello, sigue siendo el gran ícono de la canción brasileña en el mundo: conquistó hasta hoy cinco premios Grammy y, en el 2007 quedó cuarto en la lista de mejores intérpretes de jazz divulgada por la prestigiosa revista estadounidense «Downbeat».

Con Joao Gilberto o sin él, los festejos generarán seguramente nostalgia de un Río de Janeiro diferente del actual y más parecido a la definición que hizo de la misma bossa nova uno de sus exponentes, el fallecido poeta Ronaldo Boscoli: «Armoniosa y mágica. Creativa y ágil. Colorida. Íntima».


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