Vértigo de vida y más
No se cuánto tardó el recuerdo, pero fue veloz.
Desde el perfume y la sonrisa y la atracción animal de Sofía Loren en el Corte Inglés de Madrid a la mirada indescifrable de Lisa Gherardini de Giocondo en el Louvre de París pasaron segundos. Dos como máximo.
Y del amor que despertaba esa piba de Chos Malal de unos 16 años en un muchacho de 20 a la admiración que en paralelo ejercía una rubia de inolvidables ojazos grises de Cipolletti y otra, inigualable, en Buenos Aires, también el recuerdo hizo récord en milésimas.
Todo viajó tan veloz que del llanto de un bebé en la Peralta Ramos del glorioso Hospital Rivadavia a las intermitencias trascendentes de un suspiro de casi 80 años no hay distancia.
Es un parpadeo en nada.
Todo es un rayo. Los 300 mil kilómetros por segundo de la velocidad de la luz alcanzan para compactar cada una de las cien vidas que forman mi universo imperceptible y opaco, con brillos de oropel.
Y se va. Huye hacia adelante con lastre y agonía sin pedir permiso ni tregua y menos con algo de compasión.
Julio Beby Salto
Cipolletti
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