Conquistas por redes o en la ruta: así engañaban para robar en Cipolletti

Las mujeres utilizaban una gran variedad de estrategias para cometer los delitos. Utilizaban sustancias en las bebidas para dormir a sus víctimas.

Belén y Morena planificaban sus encuentros por las redes sociales, salían en moto a captar a las víctimas y hasta eran capaces de fingir un imprevisto en la ruta para hacer dedo. La modalidad se iba adaptando a las circunstancias, al perfil de hombre que buscaban y a la situación sanitaria aunque la mayoría de los golpes los dieron durante el aislamiento más estricto.

Actuaban de manera sigilosa y nocturna. Cuando nadie podía circular por las calles. En ese momento aparecían ellas, Belén, Morena, Alicia o el nombre que usaban ocasionalmente para el encuentro. Los policías que siguieron los pasos identificaron a siete mujeres y a tres hombres.

Entre las mujeres hay dos que actuaban en la mayoría de los hechos, otra adolescente menor de edad y Jacqueline del Carmen Pino, a quien no pudieron ubicar para la formulación de cargos. Estaba desaparecida desde octubre de 2020 y finalmente cuando hallaron su cuerpo sin vida en Allen se supo que había sido víctima de un femicidio.


Los hombres funcionaban como el brazo ejecutor de las astutas mujeres, los que hacían de campana para luego transportar los elementos robados o los que usaban la fuerza si las cosas se complicaban. De todas formas, en los 16 hechos que imputó el fiscal Matías Stiep, las mujeres tuvieron a sus víctimas bajo el dominio absoluto.


Dormidos y sin sentido



Las benzodiazepinas son medicamentos psicotrópicos
es decir, actúan sobre el sistema nervioso central con efectos sedantes, hipnóticos, ansiolíticos, anticonvulsivos, amnésicos y miorrelajantes. La droga se consigue en las farmacias bajo receta y se utiliza en medicina para la terapia de la ansiedad, insomnio y otros estados afectivos, así como las epilepsias, abstinencia alcohólica y espasmos musculares.

La denominación de estos compuestos, suele caracterizarse por la terminación “iam” o “pam”: diazepam, clonazepam, bentazepam entre otros. Algunas de las benzodiazepinas más abusadas son el flunitrazepam, también conocida como «droga de la violación».


Los bioquímicos que analizaron los vasos, botellas o platos indicados por las víctimas tenían restos de algunas de estas sustancias. Las mujeres, según la acusación, colocaban una pastilla (diluida o en polvo) en alguna jarra con vino, botella con agua, cerveza y hasta en una sopa.


Somnolencia, vértigo, confusión y temblores fueron alguno de los síntomas transitados por la decena de hombres que cayeron en la trampa. La mayoría terminó en la guardia del hospital con un alto grado de confusión acerca de lo que había sucedido.

Se buscó así “anular la voluntad” de las víctimas, relató el fiscal Matías Stiep ante la jueza de garantías Agustina Bagniole en la audiencia de formulación de cargos. En los distintos episodios, las mujeres – a veces con la ayuda de los hombres que también participaron del raid – arrasaron con todo lo que encontraron en su camino. La ropa que tenía a la venta un trabajador senegalés, la camioneta, el coche, dinero efectivo y hasta las herramientas de una dupla de albañiles.


Antes de la pandemia, buscaban candidatos en un bar de Cipolletti
del que eran asiduas. Con el confinamiento, operaban por redes sociales y mensajes de Whatsaap. Así planificaban los encuentros que en general comenzaban con la ingesta de alguna bebida alcohólica preferentemente cerveza o vino. Siempre lograban ingresar a la casa de sus víctimas aunque existieron hechos por demás de llamativos.


En la ruta y en las obras


En varios episodios, las mujeres hicieron dedo en la ruta y así consiguieron subirse, por ejemplo, a una camioneta que transportaba verdura en la Ruta 151. Seguramente el muchacho que cayó en la trampa venia del mercado central de Neuquén, dispuesto a reponer su negocio en Cipolletti.

En ese contexto, advirtió la presencia de las jóvenes y aceptó beber el trago de agua que le convidaron de una botella plástica y alcanzó, afortunadamente, a hacer una maniobra para evitar un accidente. Ya desprovisto de sus pertenencias, se despertó mientras una bioquímica le sacaba sangre en el hospital.


En otro episodio, las mujeres llegaron hasta una obra en construcción con una moto en la mano. Le dijeron a los dos albañiles que se habían quedado sin combustible y les pidieron, sofocadas por el calor de esa jornada, si podían descansar un minuto entre la pila de ladrillos que los hombres acarreaban en una carretilla. No les llamó la atención el hecho de que una de las jóvenes llevaba una botella plástica cortada. El sol pegaba y a los sacrificados obreros les pareció buena idea tomarse un descanso y aceptar un poco de vino. La historia terminó con el mismo desenlace.


Otra vez, en inmediaciones de la colonia Santa Elena, las mujeres se le aparecieron a un hombre mayor de 70 años. La moto, nuevamente, con desperfectos técnicos. Era la hora del almuerzo, ya habían pedido auxilio y como tenían que esperar, el dueño de la chacra las invitó a pasar a su casa. Ellas, amablemente y en agradecimiento, se ofrecieron a prepararle una sopa. Casi como si fuera un plan perfecto la victima aceptó el gesto de las comensales. La historia, mismo final. Se robaron hasta los conejos.


La investigación



El 16 de septiembre del año pasado, el jefe de Criminalística Fernando Rodríguez y el titular del Cuerpo de Investigación Judicial de Cipolletti Juan Lucero pusieron a todos sus hombres y mujeres en la calle. Es que la jueza Bagniole, luego de un intenso trabajo conjunto con la fiscalía, parecía tener claridad sobre lo que estaba ocurriendo.

Previamente la magistrada había autorizado intervenciones telefónicas y los investigadores, con ese material, fueron desentrañando cada una de las piezas de la historia. Finalmente ese día, con las órdenes de allanamiento en mano, la Policía dio el golpe final de todas las pesquisas.

Para la formulación de cargos que se hizo hace un par de semanas, la fiscalía presentó la prueba, los testimonios, las conclusiones de los laboratorios, el material secuestrado y hasta los videos de una cámara de seguridad de un domicilio de Fernández Oro. En esa casa, habitada por uno de los hombres que fue víctima, quedó grabada la secuencia completa que demuestra el accionar.


Suma vulnerabilidad



Luego de la audiencia de formulación de cargos, la jueza dictó la prisión preventiva de dos de las mujeres sindicadas como cabecillas de la banda. En la revisión, la jueza Alejandra Berenguer confirmó la medida.


El defensor público Sebastián Nolivo presentó después un pedido de morigeración y acreditó con informes del departamento de Servicio Social del Poder Judicial la extrema vulnerabilidad en la que se encuentran las sospechosas.

Una de las mujeres consiguió la prisión domiciliaria porque está embarazada. Su caso, desnudó la falta de perspectiva de género que rodea la mayoría de las dependencias policiales. Había dormido en un calabozo, previo acreditar su gestación en el hospital, y cuando se quejó por la presencia de cucarachas el reducido cubículo fue desinfectado con altos niveles de lavandina.


Su situación reveló también el largo historial de abusos a los que son sometidos las mujeres que carecen de recursos. Embarazos en la adolescencia, sometimientos sexuales, parejas que castigan fuertemente esos cuerpos débiles (por parir una y otra vez) y mal alimentados. El camino de la delincuencia suele ser el final del oscuro laberinto. Y la cárcel el cierre definitivo de toda visión de futuro. O lo que es peor: la muerte.


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