Contagios en Río Negro: la necesidad de revisar errores y no relajarse

La aceleración de la velocidad de los contagios, que ha llevado a Río Negro -una provincia de 690.000 habitantes- a aventajar en casos a la de Córdoba, con 3.500.000 y superar un 70% a Santa Fe con 3.300.000 es, en algún punto, evidencia de estériles decisiones sanitarias para afrontar la pandemia.

Estos frustrantes resultados ya eran advertidos en los albores de las primeras etapas de la cuarentena.

Salir a buscar al virus, reiterada prédica presidencial, no parece ser prioridad de las autoridades de salud, limitada a contabilizar y atender los casos positivos y testear sospechosos (los que se denuncian, no los que se pesquisan), “investigar” los contactos estrechos y plantear aislamientos sin mucha información sobre rigor y formas de cumplimiento. No hay, por caso, indicios de implementación de “vigilancias centinelas” que considerasen, además de los casos confirmados, los que no llegan a consulta. ¿Se buscan realmente a personas que no cumplen la definición de casos, que no tienen síntomas o pocos, para identificar la circulación comunitaria en forma precoz? Dudoso.

Otras dos insinuaciones de desmadre oficial se dan en, paradójicamente, las áreas más sensibles del Estado ante esta lucha sanitaria: seguridad y salud.
Impacta el universo creciente de policías contagiados en Roca, Allen, Guerrico, Cipolletti, Las Perlas y Fernández Oro, en casos por comprobada negligencia, en otros por imprudencia, que ha alcanzado a altos jefes policiales. ¿Necedad, indolencia, desprotección, autosuficiencia de los propios uniformados? Desde el gobierno debería verificarse qué ha fallado exactamente.

También los contagios de profesionales ubicados en la primera trinchera de la atención del covid-19 en los hospitales, unidades de terapia y clínicas, dan cuenta de una inquietante tendencia que -salvo los casos explícitos- permanecen en el terreno tabú.

No deberían subestimarse estas tres señales rojas. Buena parte del daño ha sido hecho por laxas medidas de origen. Y esto se percibió en los umbrales al comparar los casos entre Río Negro y la vecina Neuquén. No es suerte o destino. Hay yerros y estrategias que seguramente requieren revisión, además de la necesidad de reacciones más ofensivas y urgentes en cuanto a volumen y universo de testeos: aumentar la capacidad diagnóstica e invertir más en detección temprana.

Sería deseable, por otra parte, nutrir políticas públicas con aportes científicos (sin pruritos), aventar mezquindades políticas (patético ejemplo reciente: la confrontación Provincia-Roca) y, sobre todo, no relajarse.


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