30 años de Los Rolling Stones en Argentina: crónica en primera persona de una noche inolvidable
Ver en vivo a los Rolling Stones y después todo: goce, asombro, satisfacción y una deuda saldada en la vida de cualquier pibe que creció escuchando rock and roll.
El 9 de febrero de 1995 fue el día que se materializó el sueño de toda una generación, que creció abrazando sus discos decorados con la icónica, sensual e irreverente lengua de un furioso rojo carmesí. Fue la primera de cinco noches donde las Majestades Satánicas tuvieron su primer encuentro cara a cara con sus acólitos de esta parte del mundo.

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Ver en vivo a los Rolling Stones y después todo. Sí, goce, asombro, satisfacción y una deuda de vida saldada y marcada con una cruz, en uno de los casilleros más difíciles de tildar dentro del mandato personal de cualquier pibe que creció escuchando rock and roll. Quizás hoy, en tiempos de mundo globalizado y de hiper conectividad, donde la industria de la música se nutre básicamente de shows en vivo, hace 30 años atrás era una rareza que las grandes bandas de rock tuvieran a Latinoamérica dentro de su agenda.
Es por eso que todos los que estuvimos en el estadio de River para aquella primera ceremonia, el ritual fue inolvidable. Tantas veces pareció ser inalcanzable, que nada sería igual a partir de aquella noche. En ese jueves 9, caluroso, húmedo e inolvidable, terminaron de sentarse las bases de la Patria Stone, un vínculo indestructible entre la banda y los fans argentinos, que agotaron las entradas de los cinco shows (en principio eran sólo dos) del Voodoo Lounge Tour. En total los vieron 300.000 personas.
Después de dos teloneros afines al paladar stone como Pappo y los Ratones Paranoicos, fue tiempo del bautismo masivo para aquellos que tuvimos el primer contacto con la banda de rock ‘n roll más grande del mundo. Las luces se apagaron, el campo de juego del Monumental tembló y la larga llamarada que salió de la cobra que dominaba el imponente escenario, volvió a iluminar los miles de cuerpos que esperaban por fin a la banda de su vida.
Fue ahí cuando Mick Jagger emergió al son de los tambores de Charlie Watts, dando comienzo a ‘Not fade away’, que pasó a la inmortalidad como el primer tema que tocó el legendario grupo en el país. Keith Richards y Ronnie Wood aparecieron a ambos lados del frontman y el sueño de ver a los Rolling Stones en Argentina se hizo realidad.
Hasta allí, el contacto de los fans argentinos con la banda había sido, como con tantas otras, a través de discos o algún video en VHS, objetos de adoración en la época pre internet, que había llegado de manera experimental al país recién en 1994. Dentro de la gran bola de asombro y fascinación que fue el debut de los Stones, llamó la atención que el track elegido haya sido el viejo tema de Buddy Holly que la banda grabó en 1964.

Sin embargo, el sesgo de modernidad que siempre tuvo el grupo – primordial para su supervivencia a lo largo del tiempo -, le permitió en aquel primer show, apelar a un ‘vote song’ elegido por los fanáticos de todo el mundo a través de su flamante sitio web. “The chosen topic is ‘She’s a rainbow’”, senteció Jagger mirando la votación en la pantalla gigante y anunciando el tema que prevaleció sobre otros tres. En verdad, cualquiera de los elegidos hubiera estado bien. El show, de principio a fin, fue una topadora que arrasó con todo tipo de emociones y expectativas que gente llevaba acumulada por años.
Los Rolling Stones tocaron por primera vez en la Argentina a 30 años de haberse formado como banda. Quizás por eso no resultó extraño ver a un padre ya maduro y entrado en años, escuchar y llorar junto a su hijo adolescente cuando Keith y Ronnie, con sus guitarras acústicas a cuestas, se sentaron en dos taburetes junto a Jagger para tocar ‘Angie’.
Fueron esos momentos donde el tiempo se detuvo por un buen rato, no hubo pasado ni tampoco olvido. Sólo el presente, sentido y palpable, en un acto justiciero de que lo que estábamos viviendo, alguna vez tenía que pasar.
Hubo hermanos abrazados, agradecidos, amigos que viajaron de todos lados porque otros amigos que vivían en Buenos Aires hicieron las diez cuadras de cola cuatro meses antes para comprar las entradas. En esos tiempos, la lucha en la boletería era cuerpo a cuerpo. No había Ticketek. Si hasta hubo una personan asesinada en el intento de conseguir una entrada.
En esa semana inolvidable de febrero de 1995 nosotros conocimos a los Stones y ellos nos conocieron a nosotros, aunque uno de ellos ya había experimentado lo que era estar ante un público argentino que cantaba todo el tiempo y revoleaba la remera sobre su cabeza.
Tres años antes, Keith Richards vino junto a su banda, los X-Pensive Winos, para dar un show en Vélez ante 45.000 personas, cuando el guitarrista acostumbraba a dar performances más intimistas en auditorios donde jamás se llegaba a las cinco cifras. Esa noche Keith tocó cuatro temas de los Stones y la cancha se vino abajo. Allí comenzó a gestarse la primera visita de la banda al país.
Promediando el show de la primera gala, luego de que la banda brindara la mejor versión extendida de ‘Miss you’, con un Bobby Keys memorable en el solo de saxo, llegaría el tiempo de las presentaciones. Fue allí que los Stones entendieron que el público argentino no necesitó más que una noche para comprender que el alma de la banda era Charlie Watts. La ovación y la devoción de la gente hacia el legendario baterista fue inolvidable, a tal punto que sus compañeros no tuvieron más remedio que inclinarse con reverencia hacia el hombre que dominó por siempre el sentido más profundo de los Stones.
Las cinco noches fueron demoledoras, pero la del jueves 9 fue especial. Por ser la primera, por ser la que inició el rito, porque cuando todo empezó las emociones estaban todas apretujadas en el pecho, y cuando todo terminó más de dos horas después, la gente flotaba de satisfacción por el estadio. Liviana, feliz y agradecida diciendo desde entonces: “yo vi tocar a los Rolling Stones”. Ya sos parte del club, la larga espera sí que valió la pena.
El 9 de febrero de 1995 fue el día que se materializó el sueño de toda una generación, que creció abrazando sus discos decorados con la icónica, sensual e irreverente lengua de un furioso rojo carmesí. Fue la primera de cinco noches donde las Majestades Satánicas tuvieron su primer encuentro cara a cara con sus acólitos de esta parte del mundo.
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