Una Selección con el corazón caliente, la ilusión intacta y un heroísmo que eriza la piel

Acostumbrada a sufrir, la Argentina dio una nueva muestra de carácter y se quedó con un inolvidable partido ante Países Bajos para meterse en las semifinales del Mundial de Qatar.

Desfribilador emocional para soportar tanta tensión, para aguantar el sube y baja de un partido con demasiada presión, y un liberador final feliz para un equipo que lo dio todo, pero que la justicia futbolera recién dictó sentencia en el último suspiro.

La Selección Argentina, que en términos futbolísticos no mereció sufrir como lo hizo, está entre los cuatro mejores del Mundial de Qatar por convencimiento, por fútbol, por coraje y por Lionel Messi.

La sufrida clasificación ante Países Bajos, que de un cómodo 2-0 pasó a un increíble 2-2 en el minuto final de los 10 que dio el impresentable árbitro español Antonio Miguel Mateu Lahoz, debió llegar hasta los penales para cerrar un partido que debió abrochar mucho antes.

Pero esta Selección tiene el corazón caliente, la ilusión intacta y la épica en su punto más alto. Todo pasa en esta cosa tan hermosa y única como es la Copa del Mundo, el torneo más adorado del planeta, qué duda cabe.

Cada cita que pasa, cada partido que se vive, la Selección va quitando de a una las siete pieles que envuelven al dorado objeto del deseo. Ya fueron cinco y ahora sólo faltan dos. Cada encuentro fue diferente y la Albiceleste lo tomó así: una unidad dentro de un todo, ninguno fue y será igual al anterior. Al menos así lo entiende el DT Lionel Scaloni, más allá de algunas cuestiones (o ausencias) que se disimularon por el resultado final.

La Albiceleste vivió el partido de una manera acorde a la importancia de la cita: primero se prestó a la batalla mental, no escapó al ajedrez que del otro lado planteó un viejo zorro como Louis Van Gaal y cuando vio la posibilidad, exhibió su fútbol.

Como no podía ser de otra manera, el que marcó el camino fue Messi, que está jugando el Mundial de su vida más allá de que este sea el quinto de su carrera. El capitán argentino combinó con Nahuel Molina a 10’ del cierre de la etapa y con una asistencia brillante le permitió al lateral anotar su primer gol en un Mundial.

Premio más que merecido para Molina, de enorme partido, otro de los jugadores de esta Selección sin nombre de pila, como Alexis Mac Allister, Enzo Fernández o Julián Álvarez, que hasta no hace mucho no eran primeras opciones y hoy son piezas clave del equipo.

Países Bajos tuvo un buen porcentaje de posesión del balón, pero chocó sistemáticamente con la línea de tres centrales que planteó Scaloni (Cuti Romero, Otamendi y Licha Martínez). Tanto por derecha con Molina, como por izquierda con Marcos Acuña, la Argentina tuvo aire en ataque y antes del gol de Molina, había tenido chances con un disparo de Messi y otro del Huevo que se fue ancho y que deja una reflexión

Cuando el lateral zapalino trabaje qué hacer con el balón una vez que pisa el área, será un jugador completo ya que a su acertada proyección por la banda podrá sumarle gol.

La Selección siguió con su plan ante la impotencia neerlandesa. Era un partido de diseño, inteligente, casi de autor, y con otra subida del Huevo llegaría el gol que parecía el definitivo.
Acuña trepó por el lateral y al pisar el área metió el freno. Denzel Dumfries lo tocó abajo, el árbitro decretó el claro penal y Messi no falló desde los doce pasos. Parecía ser el broche perfecto de un partido total en todos los sentidos.

Pero el destino del encuentro no mostró su lado más amable. El grandote Weghorst, que había ingresado por la apagada estrella del equipo Memphis Depay, metió un cabezazo para darle vida a su selección a falta de 7’.

Luego de los inexplicables 10 minutos de adicional que dio el árbitro español, en el último segundo Weghorst aprovechó la jugada preparada tras el tiro libre que Germán Pezzella provocó con una falta innecesaria.

Países Bajos ya había hecho su heroica y Argentina jugó el alargue casi anestesiada por el golpe inesperado. Sólo despertó en los 5 minutos finales cuando tuvo al menos tres chances claras para evitar los penales. En este lapso, estuvo en cancha Ángel Di María, que si está bien, no puede estar tanto tiempo sentado en el banco.

Con el corazón en sus manos, la Selección Argentina recurrió a su carta para estos momentos urgentes: Dibu Martínez y su arrolladora personalidad para detener los dos primeros penales neerlandeses, y el guiño del final para el goleador errante en Qatar.

¿Cuando va a llegar el gol de Lautaro Martínez en el Mundial? La pregunta tuvo su respuesta en el cuarto penal de la serie, que sentenció un partido que debió terminar mucho antes.

Pero esta historia en el desierto dirá que Argentina primero debió sufrir para luego desahogarse: con los dichos en la previa de Van Gaal y su “revancha” de la semifinal del Mundial 2014, el Topo Gigio de Leo Messi para el DT y el “que mirás bobo” en vivo que el crack le espetó a Weghorst, en una imagen que quedó inmortalizada en la tevé.

La Selección procesará esta bronca en estímulo y empuje, e irá por el nuevo obstáculo. Será Croacia y no Brasil, porque esto es fútbol y es un Mundial. Argentina lo sabe y la lucha por quedarse hasta el último día en Qatar se mantiene en pie.


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