Desafío

Redacción

Por Redacción

El horizonte ofrece “más inflación y menos crecimiento”. Lo reconoció el ministro Dujovne en una charla con corresponsales extranjeros el martes y lo ratificó un día después el presidente Macri en una rueda de prensa en Olivos. Es el precio que se cobrará la “turbulencia cambiaria”, según la fraseología de Federico Sturzenegger, presidente del Banco Central. Macri también apeló a esa figura para hablar de la corrida contra el peso. Primeras señales de coordinación: lenguaje crudo para la macro, eufemismos para el mercado.

El Fondo Monetario Internacional comunicó el viernes que dará vía libre al otorgamiento de un crédito excepcional a la Argentina. Dujovne viajará a Washington esta semana para avanzar en las negociaciones. En un comunicado conocido tras la reunión del directorio, Christine Lagarde expresó el “pleno respaldo” a los objetivos del programa económico del gobierno y ratificó en el discurso lo que se ha dado en llamar el giro del organismo respecto de su historia reciente: “Se trata del programa económico de Argentina, integralmente concebido por el presidente Macri y su gobierno”. El Fondo no dirá cómo ni dónde hacer el ajuste. Le corresponde a Macri hacerlo.

Aún con vacilaciones y errores de praxis, la respuesta del presidente a la crisis ha sido ortodoxa. Pese a las críticas que le dedican desde esa escuela, suele escucharse en el gobierno que Macri es el más ortodoxo del equipo que dirige. Para Macri -también para Sturzenegger-, la crisis fue un mensaje del mercado. “El mundo ha decidido que la velocidad de reducción del déficit no garantiza la profundidad que necesitamos. Tenemos que acelerar”, dijo el presidente. No importa a quién se atribuya la propiedad intelectual, si al Fondo, a los mercados o al gobierno. La conclusión es que asistimos al fin del gradualismo tal como lo conocimos.

Hay sin embargo escasas señales sobre qué se propone el gobierno en términos de ajuste. La ronda con una decena de gobernadores y el encuentro con legisladores de la oposición no han dejado en estos días más que fotos y fórmulas de compromiso. La propuesta se reduce hasta el momento a un acuerdo político para la aprobación en el Congreso de un presupuesto más austero para el año próximo. La reducción del gasto debería incluir a las provincias que muestran superávit –hoy la mayoría. De ese acuerdo podría surgir el contenido del programa de ajuste que presentará el gobierno al Fondo Monetario. Su “concepción integral”, como lo llamó Lagarde, será resultado de ese consenso.

El martes podría estar frente a a su primer obstáculo: de no mediar cambios, con el voto peronista, el Senado se dispone a dar dictamen al proyecto para retrotraer los aumentos en las tarifas de los servicios. Esa decisión tiene una dimensión política que excede la cuestión fiscal.

El otro desafío de Macri es visible. Desde la debilidad, el presidente deberá persuadir a la sociedad de que aún no ha hecho los esfuerzos que el mundo le demanda a la Argentina para financiar sus reformas. Puede que el diagnóstico sea correcto. Pero la percepción de la sociedad -de una buena parte, al menos- no es la misma.

El presidente deberá persuadir a la sociedad de que en estos más de dos años de su gobierno no ha hecho el esfuerzo que reclama el mundo.

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El presidente deberá persuadir a la sociedad de que en estos más de dos años de su gobierno no ha hecho el esfuerzo que reclama el mundo.

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