“Deseaba que no fuera tan pronto”
Desde hace un tiempo empecé a sospechar que este momento iba a llegar. Pero deseaba que no fuera tan pronto. ¿Cómo se despide a un amigo? Despedirse definitivamente, digo, porque es algo muy distinto a decirle “chau, nos vemos”. La despedida definitiva es infinitamente dolorosa, difícil de aceptar, más aún cuando es tan temprana, injusta e inesperada. Hace 28 años la vida me dio la oportunidad de conocer a un hombre que primero sería jefe, compañero de trabajo y luego simplemente amigo. Mi amigo se llama Andrés Capsi y quiero rendirle un pequeño homenaje. Este hombre tiene tantas virtudes que no sé ni cómo comenzar. Puedo decir, por ejemplo, que fue un gran compañero: atento, caballero, servicial y protector. También me consta que fue un padre cariñoso y un esposo siempre enamorado de su mujer. Dirigió la Cárcel de Encausados en las peores épocas que se recuerden, con una población de 500 internos donde sólo había lugar para 180. Supo ganarse el respeto de ambos lados de la reja. Encontró ese delicado equilibrio entre ordenar, mediar, dialogar e imponer autoridad. Tuvo que afrontar pérdidas, de ambos lados de la reja. Y sé que cada una de esas pérdidas le robaron el sueño, la paz y la salud. No se resignaba a perder ni a un compañero ni a un detenido. Enfrentó los más tremendos motines a mano limpia, sin chaleco antibalas y sin miedo. Sólo con su autoridad y su palabra siempre justa y firme. El respeto no se impone, se gana y él se lo ganó ampliamente. Recuerdo la época en que administraba $ 2,50 por cada detenido y ante cada situación que se desbordaba sólo recibía la orden de “arbitrar los medios” para superar lo que fuera. Y salía adelante, por puro coraje y orgullo. Era “el jefe”, no podía quejarse ni quebrarse, sólo tenía que cumplir con su deber. Y lo hizo. Hoy veo tanta crisis carcelaria, tanto funcionario inepto, caos, falta de autoridad, de ideas, de capacidad. Falta de hombres como mi amigo Andrés Capsi. Porque además de todo, y por suerte para mí, era mi amigo. Era una de esas personas que tal vez uno no ve todos los días, no nos juntábamos en las fiestas o en los cumpleaños. Pero aunque pasen años sin vernos, sólo hace falta que nos crucemos y nos miremos para saber que la amistad y el afecto incondicional están ahí, intactos. En la distancia y en la ausencia, se piensa en los amigos y se desea desde el corazón que estén bien, que sean felices. Y sólo basta un encuentro, un abrazo, una comida, una charla breve para ponernos al día, reírnos y disfrutar de ese momento. Nos quedó una cena pendiente y no sé si algún día o en algún lugar saldaremos esa deuda. Hoy simplemente quiero homenajear a mi amigo, un hombre excepcional, bueno, honesto, sincero, un señor que nos dejó muy pronto. Marcela Andrea Marchetti DNI 17.506.395 Roca
Marcela Andrea Marchetti DNI 17.506.395 Roca
Desde hace un tiempo empecé a sospechar que este momento iba a llegar. Pero deseaba que no fuera tan pronto. ¿Cómo se despide a un amigo? Despedirse definitivamente, digo, porque es algo muy distinto a decirle “chau, nos vemos”. La despedida definitiva es infinitamente dolorosa, difícil de aceptar, más aún cuando es tan temprana, injusta e inesperada. Hace 28 años la vida me dio la oportunidad de conocer a un hombre que primero sería jefe, compañero de trabajo y luego simplemente amigo. Mi amigo se llama Andrés Capsi y quiero rendirle un pequeño homenaje. Este hombre tiene tantas virtudes que no sé ni cómo comenzar. Puedo decir, por ejemplo, que fue un gran compañero: atento, caballero, servicial y protector. También me consta que fue un padre cariñoso y un esposo siempre enamorado de su mujer. Dirigió la Cárcel de Encausados en las peores épocas que se recuerden, con una población de 500 internos donde sólo había lugar para 180. Supo ganarse el respeto de ambos lados de la reja. Encontró ese delicado equilibrio entre ordenar, mediar, dialogar e imponer autoridad. Tuvo que afrontar pérdidas, de ambos lados de la reja. Y sé que cada una de esas pérdidas le robaron el sueño, la paz y la salud. No se resignaba a perder ni a un compañero ni a un detenido. Enfrentó los más tremendos motines a mano limpia, sin chaleco antibalas y sin miedo. Sólo con su autoridad y su palabra siempre justa y firme. El respeto no se impone, se gana y él se lo ganó ampliamente. Recuerdo la época en que administraba $ 2,50 por cada detenido y ante cada situación que se desbordaba sólo recibía la orden de “arbitrar los medios” para superar lo que fuera. Y salía adelante, por puro coraje y orgullo. Era “el jefe”, no podía quejarse ni quebrarse, sólo tenía que cumplir con su deber. Y lo hizo. Hoy veo tanta crisis carcelaria, tanto funcionario inepto, caos, falta de autoridad, de ideas, de capacidad. Falta de hombres como mi amigo Andrés Capsi. Porque además de todo, y por suerte para mí, era mi amigo. Era una de esas personas que tal vez uno no ve todos los días, no nos juntábamos en las fiestas o en los cumpleaños. Pero aunque pasen años sin vernos, sólo hace falta que nos crucemos y nos miremos para saber que la amistad y el afecto incondicional están ahí, intactos. En la distancia y en la ausencia, se piensa en los amigos y se desea desde el corazón que estén bien, que sean felices. Y sólo basta un encuentro, un abrazo, una comida, una charla breve para ponernos al día, reírnos y disfrutar de ese momento. Nos quedó una cena pendiente y no sé si algún día o en algún lugar saldaremos esa deuda. Hoy simplemente quiero homenajear a mi amigo, un hombre excepcional, bueno, honesto, sincero, un señor que nos dejó muy pronto. Marcela Andrea Marchetti DNI 17.506.395 Roca
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