Diego Roel hace un viaje poético por el alfabeto hebreo

El escritor propone en su último libro, “Kadosh”, un muy inspirado contrapunto entre los poemas y sus respectivos paratextos a pie de página que le plantean al lector un juego de sentidos.

Diego Roel no es un poeta patagónico. Su poesía tampoco lo es. Bonaerense de Temperley, pasó buena parte de su adolescencia en Neuquén para luego partir rumbo a La Plata para estudiar Historia del Arte en la UNLP. Durante todos esos años fue y vino en plan de visita familiar. Así hasta que, hace dos años, resolvió regresar. Desde entonces vive en Neuquén.

Su último libro publicado, “Kadosh” (2018) profundiza su relación poética con la cultura hebrea, que ya había trabajado en “Dice Jonás”, que retoma la historia del profeta; “Vía Lucis”, donde Roel asume la voz de la mística alemana Hildegard von Bingen; y “Kyrios”, en el cual retoma la tradición de los padres y las madres del desierto. En “Kadosh”, el autor decidió recorrer una a una las letras del alfabeto hebreo a las que le dedica un poema. Pero hay algo más: al final de cada poema un paratexto a pie de página dialoga, discute, se contrapone y muchas otras cosas más al poema en cuestión en juego de alta inspiración que (des)encaja permanentemente al lector.

“‘Kadosh’ surgió de una manera extraña”, reconoce el poeta. “Fue en un viaje volviendo de Capital a La Plata. Venía leyendo a Jacobo Fischman y hubo una imagen en una de sus poesías que fue el disparador del primer poema. No sé cómo apareció el tema del hebreo porque recién ahora estudio el idioma, pero en esa época recién empezaba”.

«Kadosh», libro de Diego Roel.

La inspiración se sumergió en viejas lecturas, pero particularmente una de ellas del tiempo de su adolescencia, un poeta lituano llamado Oscar Milosz, “y que es excelente”, destaca Roel. “Él tenía unos poemas donde no hacía todo el alfabeto hebreo, pero sí algunas letras. Hacía una aproximación al significado de las letras. Se me ocurrió que el orden del libro, en vez de numerar los poemas fuera el alfabeto hebreo”.

Roel reconoce que el proceso de escritura “fue medio caótico, escribía el poema y después le asignaba la letra. Y me pasó que el poema que creí que le iba a asignar a determinada letra, le asigné otra”.

“Kadosh” puede abordarse como un largo poema donde los veintidós poemas breves que lo componen funcionan como capítulos de una narración que describe un génesis, el de una cultura, una religión, una vida. “Hay algo de eso”, asume el poeta. “El prólogo habla un poco de eso cuando dice que una letra dialoga con la otra. Es lo que pasa con el alfabeto hebreo desde la interpretación cabalística. Cuando lo escribí no lo vi tan claro, pero cuando lo corregí sí apareció eso. Podemos hablar de un solo poema”.

El texto al pie es otro tema. Propone un cierto anclaje, un diálogo por fuera del poema que nos saca de la metáfora y nos devuelve a una realidad prosaica no siempre relacionada con el poema en cuestión. “Evidentemente, es otro registro”, dice Roel. Y propone un juego: “Si relees todos los pies de página por separado de los poemas también funcionan de manera autónoma. Y generan otro relato. Hay ahí un diálogo entre esos dos niveles de realidad”.


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