Ejecutiva

Redacción

Por Redacción

Isidoro Reyes voló por primera vez en clase ejecutiva y en esas siete horas entre Buenos Aires y Caracas reafirmó una convicción: la fantasía suele superar a la realidad. Se entusiasmó con las butacas más grandes y la comida, algo sofisticada. “El resto es lo mismo”, pensó tras cambiarle su asiento a un señor para que viajara con su pareja. “Yo no se lo quise dar, quiero mi lugar”, le dijo la señora del asiento contiguo. Reyes la miró, sonrió y se durmió antes de despegar. –¿Cómo has dormido? Está el almuerzo, por eso te despierto. Reyes entreabrió los ojos, carraspeó y asintió con su cabeza. –¿Dónde vives? –preguntó la mujer. –En Buenos Aires. –Mi hijo también. Se fue allá porque Caracas es muy difícil. Es mi único hijo. Me voy a vivir con él. Tiene 30 años. Es un chico preparado. Estudió licenciatura en leyes. Busca trabajo. ¿Podrías darme tu tarjeta? Así él te pasa su CV. Envió más de cuarenta ya. Cuando dice que hay que enviarlo, lo envía. Es muy cumplidor, inteligente… ¿Tú a qué te dedicas? –Soy sicario. –Dame tu tarjeta. En diciembre te aviso y nos tomamos un café, así te presento a mi hijo. ¿En qué zona de Caracas vives? –Vivo en Buenos Aires. –Yo vivo en el Carrizal, una zona residencial; me compré un departamento allí. Pero lo voy a vender para comprarme uno en Buenos Aires. –… –Mi hijo me dijo que me metiera en esos sitios de internet para echarme un novio. Le hice caso pero fue un horror. En Buenos Aires los hombres sólo quieren tener sexo. –¿En Caracas las mujeres no quieren tener sexo? –preguntó Reyes. –Me fue muy mal. Me insultaban, me decían que me volviera a Venezuela. Ahí sí que es difícil. Chávez nos hundió. Así no se puede. En los supermercados te sellan el brazo y hasta que no se te borra la tinta no puedes volver a comprar. Eso es comunismo. –¿Dónde pasa eso? ¿Usted lo vio? –También te dan una libretita con lo que uno compró… Reyes dejó de escucharla. Ella siguió su monólogo y apoyó su mano en el hombro de Reyes, que se perturbó. –Dame tu tarjeta –insistió la mujer. –Me asustó. Pensé que iba a propasarse conmigo. Después se la doy, ahora voy a dormir. –¿A dormir otra vez? ¿Tú tienes el papel de migraciones? –Sí –resopló Reyes. –¿Y por qué no tomaste uno para mí? … Bueno, ¿me das tu tarjeta? –Mmm… no sé si tengo. –Bueno, anoto tu mail, dime. –Ok, isidrorellez, todo junto, con doble ele y zeta… –Qué bien, se lo doy a mi hijo para que te escriba y en diciembre nos vamos a ver… Reyes, que otra vez dejó de escucharla, se sintió cómplice de esas chicas que le cambiaron un cinco a su número de teléfono y nunca pudo ubicarlas. Miró por la ventanilla del avión y se puso a recordarlas.

Juan Ignacio Pereyra


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