El buzo que muestra la belleza de la cordillera bajo el agua

Con su cámara subacuática, Paul Andrés González cada vez que puede parte desde Roca rumbo a las montañas y se sumerge en los lagos de la región. ¿El resultado? Está a la vista.

Ya van veinte años de aquel primer e inolvidable contacto con el buceo cuando estudiaba en La Plata y se sumergió en una cantera uruguaya como parte del examen final. Luego Paul Andrés González regresó al Alto Valle con la intención de bajar a las profundidades cada vez que pudiera.

¿Qué viste?

Tras cada inmersión lo perseguían familiares y amigos con la misma pregunta: ¿qué hay allá abajo? ¿Qué viste?

Habitantes del Nahuel Huapi: la trucha arcoíris.

Nada más interesante que lo que no se ve. Entonces se le ocurrió comprarse una pequeña cámara subacuática. Y cada vez que se sumergía en el Mari Menuco, los lagos de la cordillera o la costa, cuando venía la pregunta mostraba las fotos.

Con los años, tomó cursos con los mejores fotógrafos, invirtió en equipos. Y al tiempo en que se convertía en un buzo cada vez más completo, también crecía su capacidad para registrar la belleza de la cordillera debajo del agua.

La ballena

Claro que no se restringe a las montañas y también incursiona en la costa. Y en el mundo submarino, es posible cruzar miradas con una ballena franca, asombrarse con el tamaño de su ojo, quedarse quieto mientras pasa, tocarla, como le pasó en Puerto Madryn. O jugar con lobos marinos. “Son curiosos y se acercan enseguida. Una vez me tenté tanto que me costaba sacar fotos: tenía tres encima mordisqueando despacito: uno en la cabeza, otro en un brazo y el otro en un guante. Los delfines también son curiosos, pero así como te acompañan en la embarcación, abajo se van más rápido”, cuenta.

Árboles y buques

Uno de sus sitios preferidos para las inmersiones en la cordillera es el bosque sumergido en Villa Traful.

“La sensación cuando buceás entre los árboles es increíble, como si volaras”, relata.

“Impresiona ver los árboles que cayeron y quedan acostados. Los del bosque de Traful están de pie y es un espectáculo increíble”.

Paul y sus experiencias en los lagos de la cordillera.

La magia del bosque sumergido de Villa Traful.

Le gusta investigar los naufragios en el Nahuel Huapi.

Otra de sus actividades preferidas es meterse en los buques hundidos, por ejemplo el San Miguel frente a la costa de Bariloche. Como un detective de las profundidades, los recorre palmo a palmo.

“Me impresionan mucho. Abro puertas, entro en los camarotes, en cada lugar que puedo, me imagino qué cosas habrán pasado ahí… es apasionante”, relata mientras convida un mate amargo una soleada tarde de otoño en Roca.

La cofradía

Paul forma parte de la cofradía de los buzos: entre otras cosas, esto quiere decir que se sumergen en pareja y que hay que estar dispuesto y preparado para socorrer al otro en caso de ser necesario: “Todos lo tenemos claro”.

Un mate en el fondo del lago. En la antigua cocina en el parque Acuanauta de Bariloche.

Metros

¿A cuánta profundidad transcurren estas historias? Esto depende cada caso y del objetivo de la inmersión: puede ser cerca de la superficie y empezar a los tres metros en la proa del San Miguel y terminar a los 15, donde quedó la popa. En su caso, ha llegado a los 62, ya que su nivel le permite hacer el denominado buceo técnico , el anterior al último, el de instructor. Por eso, cuando son varios bajo el agua, le toca liderar al grupo.

El San Miguel sucumbió frente a la costa de Bariloche.

Grados

¿A qué temperatura transcurren estas historias? No hay mucha diferencia entre la de la superficie y la de abajo. “Si se trata de un día de 12° grados, no hace mucho más frío”, explica sobre las aventuras con sus compañeros Axel y Marcelo. De todos modos, cuentan con un traje seco que suman al de neoprene y le permiten protegerse cuando, por ejemplo, bucean bajo la capa de hielo del lago Moquehue o se sumergen en medio de una nevada como ocurrió en el lago Espejo en Villa La Angostura.

Mientras Paul González bucea, Paula González sube montañas

La historia de amor de Paul González y Paula González comenzó cuando iban juntos al secundario en Roca, 25 años atrás. El romance continuó fuera de las aulas de la ENET 1: hoy tienen tres hijos y viven con ellos en la misma ciudad del Alto Valle donde nacieron.

Pero aquella coincidencia en los nombres y apellidos no se trasladó a las profesiones y las pasiones: él es maestro mayor de obras (le faltaron pocas materias para recibirse de ingeniero) y ama el buceo y la fotografía subacuática. Ella es médica y le encanta el andinismo.

Cada uno tiene su grupo para salir. Y cuando tienen una actividad hay que cantar pri para el fin de semana. Ella para subir montañas. El para bajar a las profundidades con dos tanques de aire y un traje de neoprene.

De los tres hijos del matrimonio, los dos más grandes (10 y 8 años) muestran su entusiasmo con el buceo y las fotos.

“Me acompañan, preguntan, les entusiasma”, cuenta contento el padre. “Claro que después decidirán ellos que quieren hacer. A lo mejor también les tienta subir montañas. Ellos dirán”, se ríe.

Fotos: Paul Andrés González

Pintar. La otra pasión de Paul.

Datos

“Impresiona ver los árboles que cayeron y quedan acostados. Los del bosque de Traful están de pie y es un espectáculo increíble”.

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