El enésimo round

El ex presidente Néstor Kirchner y sus simpatizantes incondicionales quisieran hacer pensar que la reanudación de su pelea interminable con el Fondo Monetario Internacional se debe a lo difícil que les es a los técnicos ortodoxos reconocer que “el modelo” heterodoxo argentino ha resultado ser un éxito rotundo. Es posible que las declaraciones en tal sentido de los Kirchner, el ministro de Economía Amado Boudou y el canciller Héctor Timerman sirvan para el consumo interno, pero la etapa actual del conflicto con el Fondo no puede atribuirse a las archiconocidas diferencias doctrinarias entre los kirchneristas por un lado y los colaboradores del socialista francés Dominique Strauss-Kahn por el otro sino a la negativa terca de nuestro gobierno a difundir estadísticas confiables. Fue por este motivo que en su informe más reciente, la versión del Indec de la tasa de inflación anual –el 10,6%–, se ve acompañada por un asterisco, advirtiendo de este modo a los interesados en la evolución de la economía argentina que a su juicio la cifra real es mucho más elevada. Asimismo, otro asterisco mediante, el Fondo echó dudas sobre la tasa de crecimiento del producto bruto interno reivindicada por el gobierno, lo que es lógico puesto que, andando el tiempo, la manipulación de una variable clave viciará todas las demás. Puede que las recetas recomendadas por el FMI sean tan malas como dicen los voceros gubernamentales y que por lo tanto sea legítimo repudiarlas, sobre todo en un momento como el actual en que los distintos países están probando suerte con una variedad desconcertante de estrategias económicas. Pero no se trata de eso. Lo que el FMI está pidiendo es que los Kirchner le permitan monitorear el estado de la economía como hacen todos los países miembros salvo el nuestro. Si bien el canciller Timerman insiste en que “lo que diga el Fondo me tiene sin cuidado”, sucede que virtualmente todos los gobiernos del mundo coinciden en que la Argentina debería abrirles la puertas a “los inspectores” para que averigüen si, como afirma la presidenta del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, es verdad que “tenemos números macroeconómicos y financieros de lujo” o si sólo es cuestión de una realidad alternativa que fue inventada por el interventor del Indec, el secretario de Comercio Guillermo Moreno. Por perverso que parezca a los convencidos de que el FMI es una entidad irremediablemente desprestigiada, siempre ha disfrutado del respaldo pleno de los gobiernos de los países más ricos; en ocasiones representantes de dichos gobiernos lo critican por la dureza de los planes de ajuste que suele impulsar, pero sólo lo hacen por motivos políticos, no porque estén a favor de subsidiar a costa de los contribuyentes del mundo desarrollado los “modelos” de quienes se las arreglan para meterse en apuros. Como la presidenta Cristina Fernández de Kirchner se enteró en el transcurso de su visita a Alemania, no es suficiente jurar que la Argentina está resuelta a saldar su deuda con los integrantes del Club de París a menos que también llegue a un acuerdo con el FMI. Puesto que la canciller alemana Angela Merkel apoyó sin matices la participación del FMI en el rescate de Grecia, nunca hubo ninguna posibilidad de que se dejara impresionar por la retórica antifondista de Cristina y los demás voceros kirchneristas. Tampoco sienten mucha simpatía por la actitud asumida por el gobierno los dirigentes de otros países europeos. Por el contrario, algunos, entre ellos los belgas, dan a entender que, a menos que la Argentina acepte respetar las normas, debería ser sancionada con la pérdida del lugar que ocupa en el directorio del FMI y, tal vez, en el Grupo de los Veinte. Por fortuna, los trámites necesarios para que se formalizara una medida drástica de tal tipo suelen tomar mucho tiempo, de suerte que nuestra situación política interna podría cambiar antes de que los gobiernos de los países miembros del FMI y el G20 llegaran a una decisión que no nos beneficiaría, pero así y todo sería positivo que los Kirchner entendieran que es una cosa declarar la guerra al “neoliberalismo” que imputan a los organismos financieros más influyentes del mundo y otra muy diferente negarse a permitir el monitoreo de los datos económicos oficiales, algo que sólo les preocuparía si realmente los creyeran fidedignos.

Fundado el 1º de mayo de 1912 por Fernando Emilio Rajneri Registro de la Propiedad Intelectual Nº 860.988 Director: Julio Rajneri Codirectora: Nélida Rajneri de Gamba Editor responsable: Ítalo Pisani Es una publicación propiedad de Editorial Río Negro SA – Lunes 11 de octubre de 2010


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